sábado, 21 de abril de 2018

Simios y símiles


Ilustración de Paco Carrión.
(Visiones en voz alta, 🐵🐒48). Confieso mi irresistible atracción por los simios, sean simpáticos y hábiles orangutanes, taciturnos y graves gorilas, gráciles y apresurados monos araña o incluso rizadas monas de Gibraltar (las proverbiales «mendayibtrual», que tanto juego nos daban de pequeños en una jerga de compinches). A este impresionante e instructivo vídeo solo le falta, para ser perfecto, el doblaje que podrían haberle hecho Herrera y Coll, la mítica pareja de «Humor amarillo», últimamente tan recordado. 

El programa, digo. Aunque también Juan Herrera, viejo colega militroncho, está ahora en la palestra gracias a su primera y desternillante novela, La radio de piedra, un muy divertido relato de estirpe gilesca (de Gila), pasado por un sentido del humor directo y perifrástico a lo Azcona, un envidiable manejo de lo surreal-manchego (en la línea de Amanece que no es poco) y cierta capacidad de fijar imágenes que no hubiera despreciado el gran Tonino Guerra🐔 (y no sé por qué sale ahora ese gallo, pero ahí se queda). 

En fin: derivas. Una cosa lleva a la otra, tal vez porque todo es un sinfín o una catarata de similitudes. Simio, chato, no viene de semejante. Pero lo merecería. Y no cabe descartar, incluso sería deseable, que la afinidad naciese del parecido. 

Al fin y al cabo este planeta es de todos. Pero, sobre todo, de ellos.



(Visiones, en todos los sentidos, en voz alta, 48bis). Llamémosle coincidencia, seguro azar, sincronicidad, efecto cuántico no-local o equis. Tras publicar el anterior vídeo, sin solución de continuidad (signifique lo que signifique), se me aparece este "doodle" de Google. Y no sé qué pensar. O sí. Mientras, en el otro plano, la realidad no me da tregua. Dígalo Ervin Laszlo con sus propias palabras (El paradigma akáshico, Kairós, 2013; trad. de A. F. Rodríguez; págs. 93-94) y que cada cual saque sus conclusiones:
«En el cerebro hay dos estructuras que procesan las señales que recibimos del mundo: las redes neuroaxonales del macro-nivel, y la jerarquía de redes subneuronales del nivel cuántico. Por tanto, tenemos a nuestra disposición dos formas de experimentar el mundo circundante y no solo una: el modo que Luna y Frecska denominan "perceptivo-cognitivo-simbólico", y el modo "directo intuitivo-no local". El primero procesa señales que se originan en la dimensión manifiesta, y el segundo procesa señales que se originan en la dimensión A. La dimensión A también in-forma nuestro cerebro. Esta in-formación representa un efecto adicional del resto del mundo, hasta ahora ampliamente ignorado, en nuestro cerebro y nuestro cuerpo.

»La dimensión A nos in-forma a través de la interacción no local con la estructura subneural de nuestro cerebro. Estas interacciones se dan en la forma de interferencias de ondas escalares originadas en la dimensión A con ondas cuánticas producidas por el cerebro. Cuando las ondas de interferencia entran en resonancia, la conjugación de los patrones de onda transfiere información entre el holocampo escalar y la dimensión A de nuestro cerebro. Esta información es no local: podría haberse originado en cualquier lugar del universo, en cualquier momento. Se procesa en matrices de nivel cuántico en nuestro cerebro, sin pasar por los sentidos.
»La información transmitida por los sentidos da lugar a la visión, los sonidos, texturas, [sabores] y olores que dominan nuestra conciencia cotidiana, y la información basada en la resonancia cuántica transmite efectos sutiles como presentimientos, imágenes, corazonadas e intuiciones, que no siempre alcanzan nuestra dimensión consciente».
Por lo demás, que es quizás lo primero, mañana 22 de abril es el Día de la Tierra, nuestra madre. También el día en que mi madre hubiera cumplido 103 años. Llamémosle resonancia. Una más.

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