jueves, 30 de junio de 2016

Despertar


Salir del sueño por el pasadizo
que lleva al día con su senda extraña,
medir el paso azul del sol de españa
como el que mide el curso de un hechizo.
Y apurarlo en el vaso el bebedizo
de la luz fresca y ver cómo se baña
en transparencias la sustancia huraña
del cuerpo al despertar, tan huidizo.
Crece la realidad cuando, aún brumoso,
cruzo la casa y busco el excusado
rincón donde la vida a fluir empieza.
Frente al espejo hay ojos al acoso
de un viejo conocido, algo asombrado
de que haya luz y agua en una pieza.

Magnus Henckel: El despertar (1893).

4 comentarios:

virgi dijo...

Algunos despertares nos reconcilian con nosotros mismos. Sin embargo, otros... ¡ay, otros!
Abrazos

Alfredo J Ramos dijo...

Gracias, Virgi. Así suele ser. Bss.

Antonio del Camino dijo...

Excelente soneto, Alfredo, en el que el que somos (y alguno más) se escrutan con la excusa del espejo. Quizá mirándose desde el otro lado.

Un abrazo.

Alfredo J Ramos dijo...

Siempre es una novedad, no necesariamente agradable, el voyeur matutino que engendra el espejo, herramienta insidiosa donde las haya. Tal vez porque nos proporciona la imagen más verosímil del ejercicio de conciencia en que consiste cada despertar. La estructura canónica del soneto se presta como pocas a enmarcar el cuadro (necesariamente, un autorretrato): al igual que el reflejo, es también algo esperable, pero sin perder por ello su capacidad de sorpresa. O, al menos, de simulación. Celebro que te guste. Más abrazos.