Este corto de Víctor Erice me conduce a un tiempo de aprendizaje poético que tenía ahora olvidado. Por asociación, cuando hace años visité Sicilia en un viaje programado y rápido, me subyugó el pueblo de Erice, al este, en su enclave elevado, al que volvería de nuevo, como a otros rincones admirables que recuerdo de esta isla coronada por el Etna, imposible de subir ahora mismo. La historia aquí contada vuelve a un tiempo atrapado en la angustia y la lentitud de unos cauces hoy afortunadamente no tan estrechos ni tan condicionados. El dolor de fondo hace daño y me he preguntado por la finalidad de su reflejo. Estoy seguro que era una manera fiel de hablar de sí mismo, de ese pasado, y explicarlo desde ese oído tan atento donde la lentitud y el silencio permiten la lupa de un sentir no permitido a diario.
3 comentarios:
¡erizada!
Este corto de Víctor Erice me conduce a un tiempo de aprendizaje poético que tenía ahora olvidado. Por asociación, cuando hace años visité Sicilia en un viaje programado y rápido, me subyugó el pueblo de Erice, al este, en su enclave elevado, al que volvería de nuevo, como a otros rincones admirables que recuerdo de esta isla coronada por el Etna, imposible de subir ahora mismo. La historia aquí contada vuelve a un tiempo atrapado en la angustia y la lentitud de unos cauces hoy afortunadamente no tan estrechos ni tan condicionados. El dolor de fondo hace daño y me he preguntado por la finalidad de su reflejo. Estoy seguro que era una manera fiel de hablar de sí mismo, de ese pasado, y explicarlo desde ese oído tan atento donde la lentitud y el silencio permiten la lupa de un sentir no permitido a diario.
Diez años, diez minutos, medio siglo. Toda una vida (dos vidas, tres...) en diez minutos, en diez planos, en diez gestos. Un deslumbramiento. Gracias.
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