Las novedades museísticas y el pulso de la vida urbana, a través de las actividades culturales, son aspectos que también han sido renovados. Novedad importante es la nueva maquetación de la obra, más ágil y con mayor peso de las imágenes, tanto por su número como por su calidad. La habitual cartografía de Anaya Touring, clara y siempre actualizada, completa un volumen que, además, incluye un plano desplegable de Toledo.
Dejo aquí, como pequeña primicia, el prólogo que he escrito expresamente para esta edición.
Lugares para acordarse
Después de tres décadas de andadura como comunidad autónoma, parece indudable que Castilla-La Mancha ha conseguido afianzar su identidad comunitaria y ha ganado visibilidad entre las restantes regiones españolas.
Es verdad que durante estos treinta años la presencia de lo castellano-manchego ha estado asociada con frecuencia a cuestiones polémicas, tales como la secular “guerra del agua”, que no cesa de enfrentar a las regiones interiores con las litorales (incluso en 2010 dio al traste con el intento de reforma del Estatuto de Autonomía). O la disputa por cuestiones fronterizas, sea sobre espacios protegidos o por terrenos industriales. Sin olvidar los excesos del urbanismo depredador que ha sembrado algunos espacios de la comunidad de colmenas urbanas tan aberrantes como insostenibles.
Pero, por encima y más allá de esas disputas, lo cierto es que Castilla-La Mancha, que empezó siendo una comunidad no sólo inédita sino discutida, ha logrado articularse como un espacio unitario de rasgos bien precisos, reconocibles. Un territorio complejo y dinámico en el que, junto a la gran llanura esteparia que forma su centro geográfico y sentimental (La Mancha), tienen presencia propia comarcas tan peculiares como La Alcarria, el acento extremeño de Talavera y su amplia tierra de influencia, o las diversas serranías (conquenses, toledana, albaceteña…) que se extienden por los bordes de la comunidad y que, con lógica natural y paisajística, incluso la desbordan.
Ese espacio, además, ha emergido como un territorio de referencia común para una población de más de dos millones de personas que, frente a ciertas dudas o reticencias del principio, ahora son capaces de emplear con convicción, incluso con orgullo y, lo que es más admirable, con naturalidad, el gentilicio “castellanomanchegos” (así, sin guión) para designarse a sí mismas y para dar carta de naturaleza a todo cuanto tenga que ver con “su” comunidad.
La nueva situación ha sido posible gracias a la mejora de las comunicaciones (nuevas autopistas y autovías, el trazado del AVE) que ha reducido las distancias interiores y ha potenciado el vínculo entre zonas tradicionalmente instaladas en una ignorancia mutua tan comprensible como improductiva. Y ha sido fruto asimismo de la acción de organismos políticos y culturales (entre ellos, la Universidad de Castilla-La Mancha), de muy diversas instancias, agentes y personas que han puesto en valor lo castellano-manchego como una realidad susceptible de rendir beneficios en diferentes órdenes y, en suma, de hacer más cercana y habitable la vida social.
Aspecto no menor de esa transformación es el cambio favorable que ha experimentado el interés tanto por la riqueza natural como por el patrimonio artístico y cultural de una comunidad que, a lo largo de sus cinco provincias, atesora parajes, paisajes, ciudades, pueblos, monumentos, costumbres y tradiciones tan numerosos y variados, que dan pie para fundar sobre ellos una actividad turística creciente y con un potencial no suficientemente explorado.
Y es que, en efecto, Castilla-La Mancha reúne espacios tan valiosos como el Parque Nacional de Cabañeros, estandarte del bosque mediterráneo, o las siempre amenazadas Tablas de Daimiel, tan sedientas como agradecidas a poco que las lluvias renueven los aportes de sus capas freáticas. Paisajes tan característicos como las llanuras manchegas de horizontes inabarcables, los espacios ribereños de Guadalajara o Albacete, la arriscada serranía de Cuenca, la enrevesada sierra del Segura o los apacibles Montes de Toledo. Verdaderas ciudades-monumento como Toledo o Cuenca, ambas distinguidas con la condición de Patrimonio de la Humanidad. Urbes pujantes como Albacete, Ciudad Real, Guadalajara, Puertollano, Talavera de la Reina o Valdepeñas. Conjuntos urbanos de tanta personalidad y peso histórico como Sigüenza, Almagro, Pastrana, Molina de Aragón, San Clemente… Pueblos y enclaves tan pintorescos y todavía poco conocidos como Alcalá de Júcar, Ayna, Escalona, San Carlos del Valle o Valverde de los Arroyos. Y, en fin, ejemplos elocuentes de esos destinos turísticos en alza que discurren por viejos parajes industriales transformados en parques temáticos de una cultura que ayer mismo parecía el último hito de la modernidad y hoy ya son historia. O las nuevas rutas surgidas al calor de la sociedad mediática, o gracias a artistas, como Pedro Almodóvar, que han conseguido el milagro de unir tradición y vanguardia (facultad que, si bien se mira, en esta tierra viene de lejos).
Y, naturalmente, está don Quijote, el mayor símbolo y la criatura más universal de estas tierras. La celebración en 2005 del cuarto centenario de la aparición de la genial novela de Cervantes, con una miríada de actos e iniciativas que transcendieron ampliamente las fronteras de la comunidad, en cierto modo supuso el redescubrimiento internacional de la patria del ingenioso hidalgo. Y hasta propició cierta perplejidad en lectores de la obra en puntos dispersos del mundo que pensaban que La Mancha era un espacio de pura ficción. Los mismos que se mostraban muy sorprendidos al comprobar, merced a la campaña de difusión internacional que el evento supuso, que los territorios descritos por Cervantes no solo eran reales sino que estaban al alcance del viajero.
La señalización por parte de la Junta de Castilla-La Mancha de una vastísima «Ruta de Don Quijote» que recorre buena parte de la comunidad, aunque entrañe aspectos polémicos y en ciertos puntos peque de incongruencia, es en el fondo una lógica y hasta inteligente forma de subrayar cuál es la peculiaridad esencial de este espacio geográfico y su mejor carta de presentación ante el resto del mundo. Pues, si bien es cierto que no todo en estas tierras se puede explicar a la luz de don Quijote (o de Sancho, que en este sentido «tanto monta…») y de la inmensa sabiduría cordial que se desprende del libro de Cervantes, también es verdad que el cerco luminoso creado por la obra es tan potente que todos y cada uno de los rincones de esta región diversa y compleja caben en la precisa mención de ese “lugar” del que el autor acaso no quiso acordarse para que así mejor permaneciera en la memoria de los siglos. Castilla-La Mancha es ese lugar.
Y como el lector-viajero podrá experimentar a través de estas páginas, pero sobre todo a través de sus sentidos, hay mil y un caminos para comprobarlo.
Imágenes: Iglesia de Santo Tomás Apóstol, en Orgaz (Toledo) y ruinas de la iglesia visigótica de San Pedro de la Mata, en los alrededores de Sonseca. Fotos © AJR, 2010.
10 comentarios:
Enhorabuena, maestro. Seguro que habrás sabido encontrar --y contarlo como tú sabes-- nuevos escenarios y nuevos tesoros para redescubrir el espacio siempre fascinante de Castilla-La Mancha. Lástima que no hayas podido incluir en esta edición a la simpar Dolores De, futura y, al parecer, inevitable gloria de la Comunidad.
Desconocía esta faceta tuya de autor de guías turísticas, pero me ha gustado leer la parte que has seleccionado, refleja muy bien la esencia de esta comunidad a la que suelo viajar con frecuencia, pero que nunca terminas de descubrir y siempre te sorprende por sus contrastes.
Te felicito, Alfredo.
Del centro conzco poco, así que puedes imaginar lo que te agradezco esta entrada que me documenta.
Saludos.
Seguro que esta guía acompañara a más de un viajero en busca de los pasos de Don Quijote, que como bien dices no quiso recordar esta tierra para que siguiese siendo recordada. A pesar de ser castellano-manchego aun tengo algunos lugares pendientes de visitar, a ver si me hago con una copia "Total" y me lanzo a descubrirlos.
El nacimiento de un nuevo libro siempre es una alegría en este universo wikipedico. Al igual que "El Alfarero" y con la ayuda de esta guía espero adentrarme al (re)descubrimiento de las tierras manchegas que me vieron nacer y de paso mostrarle a las nuevas generaciones parte de sus raices.
Enhorabuena Alfredo.
Besos
Sin duda, un interesante instrumento de cara a conocer nuestra Comunidad. Doy fe de ello porque ya he comprobado en primera persona otras sabías guías surgidas de tu mano, como aquellas de Soria, Castilla León o, recientemente, esas excelentes directrices sobre la Ribeira Sacra. Mi enhorabuena.
Un abrazo.
Gracias, Navajo, por la confianza. Y en cuanto al «dolorido sentir» de la parte final de tu comentario, ya veremos en qué queda lo que ahora parece inevitable.
Gracias a todos por vuestro interés. Os animo a descubrir los rincones de un territorio que sé que muchos ya conocéis bien, pero en el que aún quedan muchos lugares que nada tienen que ver con los tópicos al uso.
Hola, Alfredo.
Jordi Doce, un amigo común, me ha mandado la referencia de tu guía, y he leído tu prólogo con gusto. Aunque como guadalajareño haría alguna matización tanto a la caracterización de Guadalajara como ciudad pujante como a la solidez del sentimiento castellano-manchego, creo que es cierto que la comunidad se ha consolidado como tal, con sus contradicciones -como todas las cosas humanas, por otra parte.
Espero que la guía tenga éxito y que la gente se pierda por los caminos de la región. Por si alguno acepta recomendaciones -guadalajareñistas, por supuesto- dejo dos: El barranco de la hoz, al lado de Molina de Aragón y el parque arqueológico de Recópolis, en Zorita de los Canes, con sus atardeceres increíbles en su balcón sobre el Tajo y sus viejas piedras visigodas y árabes.
Gracias, Cortescarrasbal, y disculpa por la tardanza en acusar recibo. Entiendo perfectamente tus precisiones y doy por descontado que esas afirmaciones que citas son discutibles, aunque no debes perder de vista el contexto en el que se formulan. Comparto tu valoración de los espacios que recomiendas, ambos aparecen en la Guía, en concreto en las páginas 128 (barranco de la Hoz, en el contexto de un recorrido por el Parque Natural del Alto Tajo) y 226 (las ruinas de Recópolis, lugar que se presta a todo tipo de ensoñaciones). Gracias por tu visita.
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