viernes, 10 de febrero de 2017

Celadas



(Celadas de Lezama*)

Palabras de la abuela, palabras de la madre,
la atmósfera del cuarto se llena de presagios
y eres feliz si puedes darle un nombre
al nuevo sentimiento que aún no sabes si existe:
que la vida no sea el miedo de perderla,
que la noche no dure más allá de la noche,
que el reloj no repita sus ritmos renqueantes...
y salir hacia el aire
y respirar sin ansia.
Qué belleza.

Pasas por estas páginas del viejo Paradiso
y mientras se desprenden
como hojas de otro tiempo
ves al trasluz del polvo
y entre los subrayados
al joven que leía lo que ahora lees tú.

Pero nada es lo mismo.
Tan solo la serpiente (¡la sierpe!), la espiral,
el denso olor a almizcle del cuarto de las olas,
el rincón olvidado bajo la carbonera
o la vieja guadaña colgada de la trabe
duran.

Igual que dura la canción:

«Cando estabamos vivos
comiamos d' istes figos.
Ahora que estamos mortos
andamos por istes hortos.»

Las palabras te llegan ¿desde dónde?
como si aún deambularas por el sueño
como si ya vivir
y otras gratas costumbres
fuera anotar las cosas
que nunca han de volver
que nunca han de volver.

Ya casi es primavera**.





[* Contexto: El 19 de diciembre de 2010 se cumplen cien años del nacimiento del escritor cubano José Lezama Lima. A su poesía, a algunos de sus ensayos y, de forma muy especial, a su Paradiso, proteica maquinaria verbal que a grandes tramos consigue respirar como un fabuloso ser vivo, le debo dispersos y numerosos momentos de gran placer lector y una revelación aún no agotada. El 18 del mismo mes, mi padre, fallecido en 2002, hubiera cumplido 96 años (nació en una pequeña aldea gallega en 1914). Cuando abrí por primera vez un ejemplar de Paradiso, a finales de 1975 (la edición de Fundamentos en la colección Espiral dirigida por Julián Ríos y con un texto de homenaje de Severo Sarduy), nada más leer las primeras páginas tuve la impresión de que hablaban de una tradición que incluía el viejo y familiar mundo galaico vislumbrado en mi infancia, perseguido después en un impulso que aún dura. Este poema es un intento de unir esos hilos, mientras las hojas de mi viejo ejemplar del libro de Lezama acusan los efectos del paso del tiempo... y de una mala encuadernación. Por fortuna, dispongo de otras ediciones, sin duda mejores, pero... no son lo mismo.]

Foto superior: As maus do inverno 
Soto de castaños en Santiago de Cerreda.
© Antonio Ramos Campos

***
[Rescatado del Baúl de la Posada. 
Primera publicación: 18/12/10 a las 23:59. 
Me he permitido, como única actualización, cambiar la palabra final: 
antes era "Navidad". 
El pasado 6 de febrero de 2017 se cumplieron 15 años de la muerte de mi padre. 
A su memoria sigue dedicado este texto.]  

jueves, 9 de febrero de 2017

Arte y parte


















Es el arte lo único que imparte
una lección segura y verdadera
sobre la vida: sabe que es tan fiera
como la pinta. Sabe que en el arte
de vivir está todo y lo comparte
con todo lo demás... (mas no cualquiera
se suele conformar con la manera
en que, en la vida, el arte es juez y parte). 


José Malhoa: El pintor y la modelo (1893-1894). 


domingo, 29 de enero de 2017

A Goya o a yoga

Con la frase bumerán del título lo que en realidad quiero decir es que me encuentro ante un enorme dilema. ¿La causa?: intentar superar el estado de duda en el que está sumida mi conciencia de espectador a la hora de rellenar, un año más y para que no se pierda la tradición de la Posada, la quiniela de los Goya, que están al caer. Según sostienen todas las opiniones solventes, el de 2016 fue un buen año para el cine español. Lo suscribo. Y con cierto conocimiento de causa, puesto que ha sido una de las temporadas en que más películas locales he visto. Y, además, donde creo que, en este universo tan apantallado, deben seguir viéndose para apreciarlas de verdad: en el cine. Las dudas y es buena noticia poder decirlo vienen por la alta calidad de varios títulos, en especial los que compiten en las categorías más importantes. Así que mi apuesta no es tanto la del que juega al albur de una corazonada que también, como la de quien tira por la calle del medio al no conseguir salir de su asombro. Sin más, me echaré a andar. Aunque aún no sé si en dirección a la gala televisada del próximo sábado 4 de febrero. O hacia el ashram de Danilo, mi antiguo maestro de yoga, conocedor de secretos que ayudan a vivir incluso en estados duramente perplejos. Me barrunto que no superaré los tres o cuatro aciertos. Incluso se me ha pasado por la cabeza la posibilidad de invertir la fuerza de la prueba y jugar a atinar lo menos posible. Naturalmente, una y otra opción no son más que formas sibilinas, a fuer de sinceras, de curarme en salud. 

El estreno como actriz de Ana Belén
en Zampo y yo.
Goya de honor: Ana Belén. Desde Zampo y yo (1966), que ya ha llovido, hasta La reina de España (2016), que apenas ha "mojado" (en la taquilla me refiero), son más de medio centenar las películas y series en las que ha trabajado María del Pilar Cuesta Acosta, la sin par Ana Belén. Hay entre ellas títulos como El amor del capitán Brando (1974), La petición (1976),  La colmena (1982), La corte del Faraón (1985) o Tirano Banderas (1993), por citar sólo algunos títulos que me traen buenos recuerdos al consultar su filmografía. Está claro que méritos y recorrido para la distinción honorífica del año no le faltan. Un justo reconocimiento. 

Mejor película: Tarde para la ira Pocas veces ha estado está categoría tan disputada. En mi opinión, si se exceptúa Julieta, el nuevo «quiero pero no sé ya si sé» de Pedro Almódovar, y teniendo en cuenta que no he visto Un monstruo viene a verme, las candidatas son todas favoritas. Tanto la reveladora y magistral crónica en formato thriller que es El hombre de las mil caras, como esa otra notable contribución al nuevo cine policial español una de cuyas características, por cierto, es una marcada extravagancia a la hora de titularllamada, también algo absurdamente, Que Dios nos perdone, podrían alzarse con el gran premio. Pero me decanto por Tarde para la ira porque hay en su factura una gran perfección rítmica, al estilo de un western milimétricamente ejecutado. Y tiene en su centro la que con toda probabilidad ha sido la secuencia más impactante de la temporada, a cargo de Manuel Solo. En este aspecto diferenciador amparo mi decisión.  

Tarde para la ira. Una estética digna del mejor western.
Mejor dirección: Pedro Almodóvar, por Julieta. Aquí a las dudas se suma la extrañeza que siento ante mi propia elección. Yo le daría este Goya a Alberto Rodríguez (El hombre de las mil caras), como primera y muy clara opción, y con Rodrigo Sorogoyen (Que Dios nos perdone) como alternativa . Ahora bien, dado que esto es una jugada de póquer en la que tanto sirve saber ir de farol como lograr adivinar las intenciones del rival, tengo para mí que este año la Academia se va reconciliar definitivamente con Almodóvar, quien, siguiendo la tónica de la elección para los Oscar, podría alzarse con el premio. Que sería el tercero de la categoría en su palmarés, tras Todo sobre mi madre y Volver. Quede constancia, con todo, de que en mi opinión Julieta, además de las dificultades del director manchego para filmar una historia "seria" sin ponerse estupendo, tiene un error clamoroso en la coherencia del guion, un lapsus que pesa como una losa sobre buena parte del relato.  


Un hechizo llamado Bárbara.
Mejor actriz protagonista: Bárbara Lennie, por María y los demás. Apuesto aquí más con el corazón que con la razón, ya que sería el segundo Goya consecutivo para la actriz. Y no es frecuente. Pero siento debilidad por esta chica desde que la descubrí en algunos remotos episodios de Amar en tiempos revueltos, y a la que hace unos meses vi defender con total solvencia, sobre las tablas de los teatros del Canal, un papel dificilísimo en ese intenso monólogo a dos voces que es La clausura del amor, ahora repuesto en el Pavón-Teatro Kamikaze. Corazonadas y azares aparte, mi Pepito Gríllez particular me sopla que esta estatuilla será para Emma Suárez, por Julieta. Y yo pienso que no sería injusto: su interpretación me parece lo más convincente de la película.
    
Eduard Fernández frente a...
    
... Francisco Paesa.
Mejor actor protagonista: Eduard Fernández, 
por El hombre de las mil caras. 
Otro papelón. Y en un doble sentido. Por un lado, el que hace el actor catalán de la sonrisa dulcemente herida en su interpretación del villano Paesa, tan perfecto que no sería extraño que le hubiera creado algún problema de identidad al propio timador de Luis Roldán (con nuestro dinero). Y, por otro, por la dificultad que supone descartar las demás candidaturas: junto al eterno finalista Antonio de la Torre y al menos conocido Luis Callejo, ambos por la misma peli, no hay que olvidar que también entra en liza el muy poderoso Roberto Álamo (Que Dios nos perdone), un muy posible ganador, aunque en mi opinión no consigue llegar a la altura del sublime trabajo teatral que hace unos años nos regaló en Urtain. No hubiera desentonado tampoco en esta categoría la presencia de Álvaro Cervantes, que realiza un extraordinario trabajo en 1898. Los últimos de Filipinas, pero no logró entrar en la recta final.   

Mejor guion original: David Pulido y Raúl Arévalopor Tarde para la ira. No era fácil contar con equilibrio y eficacia esta historia. Lo han conseguido. Desde el abrupto principio hasta el delicado final. Quizás quede algún cabo suelto o alguna decisión no del todo verosímil por parte de algún personaje secundario, pero es un argumento de creciente complejidad, bien desarrollado y con un ritmo perfecto.

Mejor guion adaptado: Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, por El hombre de las mil caras. Además del libro de Manuel Cerdán y un amplio trabajo de hemeroteca, parece claro y los guionistas lo han contado y comentado que detrás del perfecto thriller que es esta historia real hay numerosas contribuciones, directas y anónimas, de muchos de los que estuvieron al tanto de un asunto al que cabe atribuirle, por la enorme red de intereses bastardos que en él se aunaron, un papel muy relevante en el clima de corrupción que invadió amplio sectores la política española desde finales de los años 80, tal vez antes. Una página tan ominosa de nuestra historia reciente como reveladora. Tengo para mi, aunque es mera intuición, que el estreno de la película en plena crisis poselectoral de 2016 pudo influir en ciertos comportamientos intempestivos de algunos viejos líderes. 

Mejor actriz de reparto: Sigourney Weaver, por Un monstruo viene a verme, que obviamente no es ella. Sin embargo, ojo a Emma Suárez, por La próxima piel, pues podría encontrar en esta categoría una compensación, si no gana el premio a la mejor actriz. Creo que, a diferencia de los ocurrido otras veces, esta vez habrá un brindis internacional. O no.

Bayona marcándole el camino a la Weaver.
Mejor actor de reparto: Manolo Solo, por Tarde para la ira. Es uno de los pocos "cabezones", junto con el de director novel, cuya concesión no me causa dudas: su interpretación de la escena central e la película es sencillamente memorable.

Mejor actriz revelación: Anna Castillo, por El olivo. La frescura, algo ingenua pero convincente, de su interpretación es lo más destacado de una película en exceso previsible. Su rival podría ser Sílvia Pérez Cruz...  (de forma egoísta, prefiero que no se lo den a la gran Sílvia sí, con "acento catalán" en la primera i, a ver si le van a entrar dudas sobre su camino profesional y se resiente su dedicación a la música...).

Mejor actor revelación: Ricardo Gómez, por 1898. Los últimos de Filipinas. Es una apuesta táctica. No me parece que su papel sea realmente relevante. Pero tiene cierta lógica que el protagonista de la serie Cuéntame, al que henos visto crecer casi como si fuera un hijo nuestro, sea el favorecido por la decisión de los académicos, que también han de tener por fuerza, y por doblones, un corazoncito amamantado a los pechos de la televisión.
Un momento del rodaje de 1898 Los últimos de Filipinas. Foto: cortesía de Enrique Garrido.
Mejor dirección novel: Raúl Arévalo,  por Tarde para la ira. Uno de los mejores pasos al otro lado de la cámara que se recuerda. Ojalá tenga continuidad. Cualquier otro resultado sería sorprendente. Aunque tiene mucho mérito el notable dominio de recursos y de dirección de equipos que Salvador Calvo exhibe en 1898. Los últimos de Filipinas. Un debut muy maduro el suyo (46 años).

Y en las demás categorías:

Mejor música original: Fernando Vázquez, por  Un monstruo viene a verme.
Mejor canción original: «Ai, ai, ai», de Cerca de tu casa (canta Sílvia Pérez Cruz).
Mejor dirección de producción: Carlos Bernases, por 1898. Los últimos de Filipinas.  
Mejor dirección de fotografía: Álex Catalán, por 
1898. Los últimos de Filipinas. Excelentes trabajo visual sobre los escenarios guineanos en que se rodó la película. 
Mejor dirección artística: Carlos Bodelón, por 1898. Los últimos de Filipinas. Sería uno de los premios que más me alegraría acertar, por cuanto supondría, también, el reconocimiento del trabajo de Enrique Garrido, atrecista de la película y muy querido amigo. Talabricense, por más señas.


Enrique Garrido con Eduard Fernández. y Karra Elejalde, 
en un descanso del rodaje de 1898. Los últimos de Filipinas
Fotos: cortesía de E.G.
Mejor montaje: Ángel Fernández Zoido, por Tarde para la ira.
Mejor diseño de vestuario: Lala Huete, por La reina de España.
Mejor maquillaje y/o peluquería: Marese Langan y David Martí, por Un monstruo viene a verme.
Mejores efectos especiales: Pau Costa y Félix Bergés, por Un monstruo viene a verme.
Mejor sonido: el equipo de Un monstruo viene a verme.
Mejor película de animación: Psiconautas, los niños olvidados. de Alberto Vázquez y Pedro Rivero.
Mejor película documental: 2016. Nacido en Siria, de Hernán Zin
Mejor película iberoamericana: El ciudadano ilustrede Argentina. Me fío de fuentes cercanas, ya que aún no he visto ninguna de las candidatas.
Mejor película europea: Elle, de Paul Verhoeven. A esta perfecta ilustración del «mal francés» (un poco a lo Bataille) le plantará cara la emocionante y directa Yo, Daniel Blake, de Ken Loach. Si bien tampoco cabe descartar a El hijo de Saúl, el muy original filme de László Nemes. Si, finalmente, el premio es para El editor de libros, la bienintencionada pero muy insuficiente historia de Michael Grandage, quizás deba plantearme la continuidad de esta sección.
Mejor corto de ficción: Grafitti, de Luis Quílez Sal.
Mejor corto documental: The Resurrection Club, de Álvaro Corcuera y Guillermo Abril.
Mejor corto de animación: Decorado, de Alberto Vázquez.

Acierto. Aproximación.






viernes, 27 de enero de 2017

Estación Poesía, nuevo viaje

Acaba de aparecer un nuevo número, el noveno, de la revista Estación Poesía, que publica la Universidad de Sevilla, bajo la dirección de Antonio Rivero Taravillo. 

Consolidada como una de las publicaciones poéticas de mayor calidad, la nueva entrega, que corresponde al Invierno, cuenta con alrededor de cuarenta colaboraciones, en su mayoría poemas pero también reseñas de obras poéticas de reciente aparición.

En la nómina de autores, en la que tengo el honor de aparecer, figuran Luis Alberto de Cuenca, Antonio Jiménez Millán, Juan Antonio Bernier, José Luis Morante, José Luis Gómez Toré, Marta López Vilar, Pablo Núñez, Lorenzo Roal, José Luis Parra (fallecido en 2012), Mario Vega, Rocío Acebal, José Martínez Ros, Román Piña, Valeria Canelas o José A. Fernández Sánchez, entre otros.

Se incluyen también tres poemas griegos de Kostas Karyotakis (1896-1928), en ajustadas traducciones de Juan Manuel Macías, y un poema en inglés de la escocesa Carol Ann Duffy, con traducción de J. J. Vélez Otero.

Cierra la parte creativa una selección de aforismos flamencos de Martín Cabeza.

En la sección crítica se comentan obras de Francisco Brines, Antonio Cabrera, Antonio Praena, Adrián González da Costa y Philip Walen.

Los nueve números de la revista pueden leerse online y descargarse gratuitamente aquí. La edición en papel se encuentra a la venta en diversas librerías especializadas.

lunes, 23 de enero de 2017

Al59 en la Biblioteca José Hierro de Talavera

Alejandro González Terriza, al finalizar una de sus lecturas.

Continuando la gira (y jira) que le está llevando por destacados centros culturales, y tras su reciente éxito en la Librería Rafael Alberti de Madrid, el próximo martes 24 llega a Talavera, a la Biblioteca José Hierro (19 h), el poeta Alejandro González Terriza (Madrid, 1970) para presentar su libro El agua siempre encuentra su camino.  

Actuará como anfitrión principal el poeta Antonio del Camino, que facilitará algunas claves de la obra e introducirá la intervención y lectura del autor. Será un placer acompañarles en el acto, que además contará con ilustraciones musicales de algunos poemas del libro por parte del Grupo En Ciernes, del que el propio Alejandro es integrante. Aunque su presencia no está completamente confirmada, es probable que también asistan los ciberpoetas Miguel Ardiles y Maldoror Morsa, viejos colegas del autor en el ya extinto foro de poesía.com, allá por los albores de la Red.

Alejandro González Terriza, bien conocido en las redes sociales como Al59, es doctor en filología clásica por la Complutense y ejerce como profesor de literatura en un IES de Navalmoral de la Mata. Lleva a cabo una intensa actividad creativa y divulgadora en diversos campos —literatura, música, folklore—, si bien la poesía es su núcleo irradiador. Lugar de referencia para conocer el amplio abanico de sus inquietudes es su blog Campos de fresa (del que procede la imagen superior).

La obra que ahora presenta es el fruto decantado de una intensa dedicación a la escritura poética. De él afirma Luis Alberto de Cuenca, en el prólogo, que es «un libro sumamente original, muy variado y muy entretenido». Ni que decir tiene que la mejor forma de comprobar y disfrutar esas cualidades es asistiendo a la presentación. Están todos invitados. 




lunes, 16 de enero de 2017

Paco Castaño en la UNED de Talavera



El martes 17 de enero, a las 19:30 h, participaré en la presentación del último libro de poemas de Francisco Castaño, que tendrá lugar en el salón de actos del Centro Asociado de la UNED de Talavera de la Reina.

Su título es De mi Cartera de Valores y está editado por If Ediciones. Es el 18º libro de poemas de un autor en plena madurez creativa, ya bien conocido y valorado tanto por su dominio de los recursos formales como por la agudeza y sensibilidad de sus textos.

Aunque a través de estos poemas probablemente no lleguemos a calibrar cuál es, por ejemplo, la cuantía exacta del siempre negado rescate de la Banca española, tal vez nos sirvan para saber a qué atenernos respecto a los valores, cívicos y morales, en un sentido amplio, que algunos se empeñan en convertir en dominantes.

Promete ser un acto del máximo interés poético. Y, además, es a plazo fijo y con remuneración anímica y cordial garantizadas.

Inviertan bien su tiempo: no se lo pierdan.

martes, 10 de enero de 2017

Invocación


Dime la voz que ignoras
como el agua su fuerza,
lluéveme en los rincones
del silencio interior,
muele mis abstracciones,
tritura mi imágenes.
Y con ese polvillo de alas de mariposa,
y tu saliva santa,
haz el barro que ponga
en mis ojos la luz.



Henri Matisse: La Joie de Vivre, 1905-1906.