(Versión 2.0)
¿Es posible permanecer al margen del efecto Mourinho? Sin duda. Pero no es mi caso. Me confieso, yo también, abducido por las estrategias comunicativas de este poderoso mago de las medias verdades, un gran embaucador de elaborada astucia que quizás acabe creyéndose sus propios delirios napoleónicos*. Y me reconozco intrigado y hasta perplejo ante la verdadera condición de un personaje capaz de impulsar y mover él solo buena parte de la realidad imaginaria de un país como el nuestro, tan dado a polarizarse en bandos que casi siempre pueden resumirse en dos, como nos enseñaron que ocurría con los diez mandamientos o la España conjurada por Machado.
Mourinho no me quita el sueño. De hecho, como este casi pareado levemente cacofónico y el fútbol que el entrenador portugués se empeña en diseñar para situaciones de verdad comprometidas, más bien me induce a él. Pero en estado de vigilia, lo reconozco, lo intrincado de su enigma apenas me permite pensar en otra cosa. ¿Cómo es posible, me pregunto, que alguien tan obviamente amarillo** haya sido capaz de poner a su completo servicio y arbitrio caprichoso a una de las instituciones que, junto con el Corte Inglés y el Toro de Osborne, parecía hasta ahora lo único verdaderamente duradero y estable de la España que yo he conocido, o sea el club de fútbol Real Madrid, hasta casi ayer mismo y aún hoy la marca nacional más conocida en el universo mundo?
Quizás no tardemos en saber el porqué. Y hasta es probable que el próximo martes la respuesta comience a dibujarse con nuevos perfiles. Aunque también puede emborronarse aún más. Y si atendemos al principio de Peter, sin duda lo hará.
Pero en el entretanto no me resisto a (y asumo el riesgo de) hacer pública mi hipótesis troyana del asunto (variante meramente genérica de la versión publicada ayer mismo en esta página). Una propuesta de explicación provisional, pero a mi entender plausible, a la que he llegado tras mucho cavilar y guiado antes que nada por el afán de apaciguar, además de algún rifirrafe familiar, el estado de zozobra en que me dejan las intervenciones del gran actor*** luso.
Aun a riesgo de ser considerado un pobre iluso o un individuo con la imaginación corrompida, sostengo que Mourinho está desarrollando un ambicioso plan, algo más que maquiavélico, que consiste en aprovechar el estado de necesidad del equipo del Bernabéu, y su estrés manifiesto ante los éxitos blaugranas, para vaciar primero y viciar después el espíritu del club blanco, hasta alterar por completo la sensibilidad y las entendederas de directivos proclives a la miopía (que no supieron apreciar los secretos matices del bosque) y de aficionados altamente fanatizables, por el procedimiento de narcotizarlos con dosis crecientes de un láudano autocompasivo y exculpatorio, para poder así conducirlos a la inmolación colectiva y al desastre como club, tragedias sansónicas de las que él, Mou Mou, se salvaría en el último instante por el múrido gesto de abandonar una nave a la deriva y a punto de estrellarse contra los escollos de la frustración****. He dicho. Pero aún no todo.
Porque, siguiendo mi hipótesis, en ese momento crucial de la catástrofe sería cuando The Special One***** pondría en marcha la jugada maestra para lograr el objetivo último de su en apariencia incomprensible conducta. Que no sería otra (y creo que esta es la rigurosa novedad de mi hipótesis) que la de ofrecerse, como héroe que regresa con la cabeza del enemigo al campamento propio, al que fuera su antiguo club, el Barça, y una vez allí pedir como retribución (¿previamente pactada?) al inmenso favor prestado el cumplimiento de su más preciada, intensa y verdadera aspiración; a saber, la de suceder a Guardiola como entrenador para poder liderar al club catalán hasta convertirlo, ya sin competencia blanca, en el equipo capaz de batir las estadísticas que todavía hacen del Madrid un club diferente y con un palmarés inigualado; y, en especial, la conquista blaugrana, a ser posible a lo largo de poco más de una década, de otras seis o siete copas de Europa, seis o siete Champions más, y todas ellas… antes de que el club blanco pudiera estar en condiciones de lograr la décima.
¿Que la hipótesis es descabellada? Probablemente. ¿Que tiene algunos puntos flacos? No lo niego. ¿Que el martes mismo puede quedar reducida a escombros? Tal vez. Pero quienes así piensen, no deberían olvidar la promesa que Mourinho hizo desde aquel balcón de la Ciudad Condal: «Hoy, mañana y siempre con el Barça en el corazón».
Personalmente, si fuera madridista******, la mera posibilidad de que Mourinho pueda ser un troyano alojado en el sistema operativo merengue me quitaría el sueño. Lo cierto es que, al menos de momento, duermo a pierna suelta.
Notas
*Sin olvidar que el verdadero Napoleón, como también Mourinho, ganó muchas batallas.
**Utilizo la expresión en su sentido periodístico, como sinónimo de «sensacionalista».
*** La explicación más elaborada de los milagrosos métodos de Mourinho, columna central de su fútbol rácano y brusco, se puede resumir en un objetivo preferente: provocar la frustración del rival.
**** Hablando de teatro, es imposible obviar la mención de Dani Alves, gran figura estelar de funciones recientes (aunque si «Carnicero» Pepe llega a pillarle, a lo peor hubiera tenido que cambiar de oficio), bien acompañado por nombres como los de, entre otros, Busquets, Pedro o Di María y Marcelo.
*****Según cuenta la Wikipedia, así empezó a llamar a Mourinho la prensa inglesa después de que él dijera de sí mismo que era «un tipo especial». Frase que acaso pueda ponerse al lado de aquel «ser superior» que un Butragueño más extasiado que de costumbre le dedicó en su día a Florentino Pérez.
******Por fortuna, no sé si se nota, estoy lejos de esa condición, respetable y a veces envidiable, pero a estas alturas reconozco que algo fatigosa para mí, incluso como mera suposición. Yo, al contrario de lo que tal vez podría decir en situación parecida el profesor Rico, nunca en mi vida he sido del Real Madrid. ¡Aúpa Athletic!