(CajaDeCitas, 32). La historia de Gastón Santos y su caballo Rayo de Plata, mis primeros héroes cinematográficos, ya la he contado varias veces, sobre todo en relación con lo que fue mi primera pesquisa en Internet (quizás el 24 de marzo de 1997, un lunes por más señas), con aquel navegador llamado Netscape, que me permitió salir de dudas y comprobar que los susodichos, el jinete y su caballo, no eran un invento de mi imaginación, como llegué a temer tras largos años sin haber encontrado huella alguna de su existencia en diversas enciclopedias de cine ni en un buen número de libros especializados, ni siquiera tras las repetidas consultas a reputados expertos en el séptimo arte como Lara, Cajigal, Latorre o Barbáchano. La primera vez que me senté con conocimiento de causa ante un ordenador con conexión a la WWW fue en la redacción de la Gran Referencia Anaya —tal vez la última Gran Enciclopedia General creada ex novo que se imprimió en España, unos pocos años antes del lanzamiento de Wikipedia—, y la primera consulta que hice fue sobre Gastón Santos. Mi sorpresa y alegría fueron grandes al comprobar que con tal nombre existía un antiguo domador de caballos y rejoneador, propietario además de un rancho llamado La Jarrilla, en Tamuín, en el estado de San Luis Potosí, en el centro-norte de México. El hallazgo me permitió, además, enviar un email a una dirección y al poco recibí una carta firmada por el propio Gastón en la que me comentaba que, en efecto, Rayo de Plata era un caballo lusitano “que padreó en algunas notables cuadras y dejó buena descendencia”. Seguí desde entonces la pista de mi viejo héroe y no tardé en poder recuperar algunas películas, y en especial la titulada El pantano de las ánimas, mucho más truculenta y naif de lo que recordaba. Aquí la enlazo por si quieren echarle un vistazo y comprobar de qué aficiones venimos y cómo vivimos algunas aventuras infantiles.
Gastón Santos, nacido en 1931, gozó de cierta fama en su país tras su desempeño como rejoneador formado en Portugal y luego “actor de western” para Alameda Films, la empresa del productor Alfredo Ripstein. Rodó varias películas de éxito, entre ellas aquellas en las que Rayo de Plata tuvo un papel estelar. Tras dejar el cine y el rejoneo (al parecer, llegó a participar en 1.348 corridas), se dedicó a la cría y el adiestramiento de caballos en la mencionada finca de La Jarrilla, y allí falleció el pasado 17 de enero (de 2024) a los 93 años.
Hoy, día de Inocentes, es una buena ocasión para revistar estas querencias infantiles y recaer sin rubor en el encanto de sus ingenuidades. No se pierdan la increíbles aventuras del muy horrible monstruo del pantano, los vericuetos no menos inverosímiles de la historia y los detalles en verdad geniales de la caracterización, y en especial en los tres o cuatro inolvidables minutos finales para cuya captación plena es preciso estar muy atento y, si pueden, pasarlos a cámara muy lenta para percibir lo que solo ojos muy adiestrados pueden percibir y que no desvelaré para no chafarles la muy gratificante sorpresa.