Ilustración: Javier Serrano. |
En aquel tiempo, cuando vimos que las aguas subían sin cesar y que incluso el Cristo tenía problemas para mantenerse a flote, decidimos ponerle remedio a la deriva cada vez más acuciante y juntamos todas las imágenes que tanto nos habían triturado desde bien pezqueñines, las recluimos en un cofre de paredes de nácar y, como si se tratara de un nuevo artilugio creado para salvar los restos antes del inevitable naufragio, lo echamos a navegar. Fue entonces cuando se le ocurrió decirnos que quería que dejáramos ya de una buena vez el juego de las estampitas y que nos iba a convertir en verdaderos pescadores de hombres. Nadie dijo que no. Y, sin más, subimos al Arca.
(LUN, 438, «Lo figurantes de Javier Serrano», X)