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Anna Karpowicz-Westner: Nude on a Blue Couch, 1994-1998. Col. Particular. |
Era sólo una palabra muy dulce.
(Al filo de los días). Llego al filo de la hora de cierre a entregar los libros del verano a la Biblioteca del barrio. La proba funcionaria —aunque podría, no diré su nombre— ya ha cerrado la sesión y se enfada porque aún quedan más de cinco minutos para que se cumpla el horario reducido del verano, más reducido aún durante el mes de agosto. Iba a hacerle una pregunta pero su mirada de hiena me disuade y me marcho como oveja esquilada, no vayan a buscarme de nuevo las cosquillas. Cómo está el patio. Por fortuna, de salida, en la “mesa de esquilmes”, me salen al paso dos volúmenes aún en muy buen estado de Cristina Fernández Cubas (nada menos que El año de gracia” y Todos los cuentos): pa’ la bolsa! Se me cruza la idea de volver y darle a la proba funcionaria incluso un beso por tan buena suerte. Pero seguramente ya no esté, aunque tampoco me vuelvo a comprobarlo. Ni el horno para bollos.
Salgo a la calle y me acerco al parque de Berlín. En uno de los libros que he renovado, Las sílabas del gran Gonzalo Rojas, me sale al paso este poema por el que en más de un lugar que yo me sé lo hubieran lapidado… verbalmente (al menos de momento). Tiempos raros, muy raros. Casi toda la gente con la que me he cruzado en la última media hora va pendiente de su teléfono móvil. Yo mismo escribo en él estas palabras. Menos mal que Rojas, astuto o tal vez sólo inocente, perpetra al final de su poema fenicio un “personaja” que pone su reloj en hora con un tiempo que tanto se parece… ¿al final de los tiempos? Hay muchos niños, niñas y jóvenes (¡y jóvenas!) jugando en el parque. Las cotorras —ya no diré argentinas— no paran de cotorrear. Ancianas bien vestidas pasean de la mano de cuidadoras indígenas. La vida al atardecer de un viernes de finales de agosto, en un parque, en un rincón de mi mente que no cesa de reconocerle a Kafka su clarividencia.
Y a seguir barajando.
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El poema (cuya foto, aunque de mi autoría, acabará desapareciendo de aquí) es el titulado "Qedeshím Qedeshóth". Quede constancia. |
Llegó el día, ya es este, en que la configuración de los artilugios y la sincronización de las almas de los supervivientes vinieron a producir de consuno el SOMA de la verdadera —así llamada— vida y se alzó meridiano en las conciencias aún no arrasadas, también en algunas no esquilmadas hasta su RAÍZ, el deslumbramiento de que estaba a punto de cumplirse ad pedem litteræ la vieja y hermética y ninguneada profecía, ahora por fin vuelta tan prístina y determinante en su acaso OBVIA formulación: «A un PANAL de rica miel cien mil moscas acudieron y por golosas murieron presas de patas en él». Estando claro la identificación del PANAL, se afanaban los hermeneutas en determinar con la mayor precisión posible el alcance y posible extensión semántica del presunto acrónimo MOSCAS. La primera propuesta, rechazada por excesivamente derrotista, provenía de las Estepas Centrales y decía así: «Mentes Obviamente Seducidas Casi Abocadas (al) Suicidio». Más interés suscitaba la —así llamada— Hipótesis Integral de la Puerta Ulterior de Tannhäuser Abierta Sosegadamente, con su giro sincopado y lleno de posibilidades: «Manos Operativas Sugieren Caminos Abren Sueños». Pero aún faltaba mucho para poder dar por resuelto el ENIGMA y todo esfuerzo iba a ser poco. Nadie de verdad comprometido con el futuro en presente de la ESPECIE debería quedarse al MARGEn.
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Edward Hopper: Sunday, 1926. The Philipps Collection, Washington. |
¿No es la burocracia, con su infinito buche (sic) de tautologías y redundancias, una permanente incitación al crimen? Sé, se lo aseguro, de lo que hablo. Y espero que este reconocimiento compulsivo y compulsado no sea en modo alguno tomado como un agravante, señor Juez.
(Al filo de los días) «Irakasleak noten buletina eman berri zigun, eta nire notak oso onak ziren, oso onak baino hobeak: nire bizitza osoko notarik onenak!»… Así se inicia Yucataneko egunak, la traducción al euskera de Los días de Yucatán”, la novela LIJ de mi compi Sagrario Pinto que acaba de aparecer en Ibaizabal, el sello de Edelvives en el País Vasco, y con traducción a cargo de Amets Santxez Muniain. Las ilustraciones, excelentes, siguen siendo las de Luis Doyague de la edición original. Los ejemplares de autor, junto con otros valiosos libros de amigos y conocidos (irán compareciendo por acá), nos esperaban en Madrid, a la vuelta de unos días en el Mar Menor, y ni que decir tiene (curiosa frase) que son el mejor impulso para encarar eso que nuestros vecinos del norte llaman, con expresión invencible, la Rentrée, aunque quizás ahora sea más habitual decir “reseteado”, “reinicio” o en esa línea.