Jean-François Millet: El Ángelus (“L’Angélus”), 1857-1859. Museo de Orsay, París. |
Se fueron complicando tanto las cosas que al Ángelus lo terminamos llamando Entierro.
Mural de San Antonio Abad. Siglo XVIII, Museo de Cerámica Ruiz de Luna, Talavera de la Reina. |
Eugenio Lucas Velázquez: La ciudad sobre la roca (ca. 1850-1875). Museo Metropolitano de Nueva York. |
(En voz alta). Es una muy buena y gratificante noticia la que cuenta hoy El País sobre el hallazgo de una decena de canciones inéditas de L. E. Aute. Me entero también por el artículo de que en torno a la figura y obra del multifacético y asombroso artista la SGAE prepara una gran exposición. La noticia y el relato de su hijo Miki también agigantan la inquietud por la absoluta provisionalidad de nuestra vida, cuando y en qué condiciones puede pillarnos la insidiosa Parca, en que estado se hallarán entonces nuestros proyectos, qué será de ellos… cosas así. De momento, pondremos toda la carne en el asador de cada día. E incluso, sin perder el humor —eso nunca—, llegado el momento, le pediremos al parrillero de turno que nos dé la vuelta, como dicen que hizo el santo aquel que preside el gran Cubo Berroqueño en las faldas del monte Abantos. Aute, ser tan creativo como insobornable y resistente frente a las tibiezas y los endiosamientos, seguro que se prestaría muy gustoso a hablar de todas estas cosas.
LAS ADIVINDANZAS (sin fin) DE NOSTRA
Cielo con nubes sobre la Plaza de Prossperidad. |
«Hacia el fondo Sur». Foto del estadio Santiago Bernabéu, editada.
En el tercer episodio de la serie, cuando parecía que era imposible volver al duplicado clímax, dudando el cronómetro si alienarse con los llamados “minutos de la basura” al filo mismo del abismo, sobre el campo de batalla se alzó un clamor unánime: «My hands are of your colour; but I’m proud to wear a heart so white…». Y se abrió la tercera puerta.