jueves, 28 de abril de 2022

Adíós al actor Juan Diego


Muere el actor Juan Diego. Se nos va otro de los grandes. Buen viaje, maestro. 

Su actuaciòn en Los santos inocentes, inolvidable, es uno de los grandes hitos interpretativos de nuestro cine. Hay en su trayectoria al menos media docena de papeles memorables. Y siempre una gran dignidad y compromiso, también artístico, en su trabajo.

Poco antes de la pandemia, en una actuación de Miguel Poveda en el
Price, me crucé con él en un pasillo y, en una breve y muy amable conversación, pude manifestarle mi admiración. Me dio un abrazo que recuerdo con gran cariño.
Muchos años antes, era un habitual de los saraos del Johnny, donde lo vi algunas veces.
Que tenga el tránsito que merece y su arte no se olvide.

LA PALABRA DEL DÍA: «TROGLODITA»

Pedro Figari: Fantasía, s.a. Óleo sobre cartón. Colección Museo Figari.

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(LUN, 762 ~ «La Palabra del Día»)

miércoles, 27 de abril de 2022

CORTINILLAS DE CONTINUIDAD

El Don Pasquale de Donizetti en el Palais Garnier, Ópera de París,
en junio de 2018.
De mi más alta consideración, señor o señora, madames, monsieurs, dos puntos: no me dirigiría a usted si no fuera absolutamente prescindible poner en su conocimiento, antes de que la ignorancia general nos afilie a todos bajo sus órdenes, que es necesario que usted en su consciencia se haga cargo de algunas criaturas de la imaginación (o no tanto: entre lo imaginario y lo real no es seguro que haya término medio), a saber: ‘El viejo industrial japonés magnate del reloj submarino’, ‘El diplomático que clamaba venganza para su mujer y su hijo’ y, para completar el trío del día o triduo PERECedero, ‘La señora que no pudo marcharse hasta el día siguiente y reclamó sus judías tiernas’. Es gracia que espera alcanzar aunque no sea fácil —la dirección se hace cargo— verle la gracia. Las cortinillas de continuidad es lo que tienen. No serán las últimas. Bien sure, sire!
(LUN, 763 ~ Perec al paso, 78-80)

martes, 26 de abril de 2022

EL GRAN DILEMA

Goya: «Asta su Abuelo», 1799.
Grabado número 39 de la serie «Los Caprichos»,
Museo del Prado, Madrid.
«Escribir o leer, he ahí el dilema». Me sorprendió la otra tarde mi amigo el actor plantándose ante mí con un tintero de cerámica de Talavera-El Puente en una mano y en la otra uno de esos librillos que se compran muy baratos en los chinos y que, ya desde su falsa apariencia moleskine, parecen estar diciendo «Es tu bebé, es tu bebé», como una clara invitación a la escritura. No me pareció baladí la propuesta escénica, aunque sé que mi amigo el actor es muy burlesco y no suele creerse ninguno de los papeles que representa. Pero en este caso me pareció advertir en su propuesta un claro sesgo de argumento ad hóminem; vamos, que me estaba criticando directamente, no sé bien si de pecar de presumir de lo primero o de empeñarme en parecer que tengo de lo segundo las gracias de carencia cervantina. Dicho de otro modo: de alardear de lector cuando lo único que de verdad me interesa es figurar, o fungir (sic) de escritor, siendo así que en realidad las más de las veces me limito a transcribir —traducir— y no siempre lo mejor que puedo aquello que logro asimilar de mis largas tardes y noches de lectura ensimismada, que las mañanas se me suelen ir en soñar y en pergeñar estas boludeces y otras parecidas. Pero el peculiar momento dramático llegó a su clímax cuando, en una pausa de silencio mutuo, mi amigo sacó de su portafolios —¿dónde lo llevaba?— una imagen con un conocido grabado de Goya y me lo puso delante con un gesto que aún estoy intentado interpretar. Tampoco voy a sorprender a nadie —colijo— si digo que mi amigo el actor en ocasiones me tiene hasta el asta con sus… ¿improvisaciones? Quién lo sabe.
(LUN 764 ~ Al pie de Goya)

lunes, 25 de abril de 2022

7 haikus hilados


Extrañas formas
que, al verlas, se contagian:
haikus, bostezos.
Palabras, signos,
maullidos, ronroneos,
meadas de gato.
Y el andar alto
del gato de Ferlosio
entre los vidrios.
La Luna llena
es todo lo que tengo.
Y ella lo sabe.

Pone el ocaso
los rayos en la hoguera
del sol ya muerto.
¿Quien habla aquí?,
dice la voz que escuchas.
Pero no hay nadie.
Qué gran silencio:
dentro de él cabe todo:
el día, la noche.

LAS COSAS DE NOSTRA

A LAS PUERTAS DE KIEV Y FRENTE A LA EMBAJADA RUSA EN LOS ALTOS DE LA CALLE VELÁZQUEZ DE MADRID…

Manifestación frente a la embajada de la Federación de Rusia en Madrid,
 (24/02/22; 18:21 h). Foto: AJR.

«”A las puertas de Kiev”, rezaba el rótulo en el televisor bajo una imagen de la muerte en movimiento. Y era como si lo estuviéramos viendo en la puta gruta platónica: sombras de otra vida, el reflejo apenas reconocible de la verdadera realidad. ¿La verdadera realidad? Qué escasa es la sustancia de nuestra consciencia, qué leve la llama que nos alumbra y por tan poco tiempo… Y aún así, ¿cómo es posible que una vez tras otra sea el error, el horror, la sombra de CaÍn… la única causa que parece de verdad inmortal e interminable? De nuevo viajamos, hermanos, al corazón de las tinieblas. No hay literatura ni tal vez canto que pueda hacerse cargo. Y sin embargo… qué otra cosa podemos hacer que denunciar el reino oscuro del odio, la usura de la sangre, el vaciado minucioso de todas las palabras, la funesta corrosión de lo humano, demasiado humano, y los ríos de lágrimas inútiles de este valle maldito donde reina la muerte…».
Las palabras de Nostra, justo enfrente de la fachada de la embajada de Rusia en Madrid, me llegaban mezcladas con la lluvia de la mañana de febrero, como en un sueño. Pero estábamos allí, soportando la orilla benéfica e inclemente, entre un pequeño grupo de personas, diciendo no a la guerra, al tiempo que crecía el clamor por todas partes… Una vez más. ¿Hasta cuándo?
(LUN, 824, Las cosas de Nostra
)

ACTUALIZACIONES

Mosaico romano de Sousse (siglo III) que representa a Virgilio con las musas
Clío y Melpómene en el preciso momento en que le inspiran
el verso de Aeneidos que se cita en el texto.
Museo Nacional del Bardo, Túnez.

Leo las instrucciones de la última actualización del sistema operativo de mi iPhone. «Me gusta mucho tu escritura», dice un mensaje que me asalta en la parte superior de la pantalla. Ya se ve que los programadores están atentos a cualesquiera fallos de estas herramientas —más bien ya apósitos mentales— y buscan en sus entrañas y algoritmos (qué bien tu nombre suena) la manera de encauzarlas, de encauzarnos. El mundo está lleno de prodigios. El más mayor (sic) de todos sigue siendo —aunque sea casi inconsciente: menos cuando hacemos yoga, o el dolor nos aprieta— el de la respiración. Sístole, diástole. En el sueño, acabo de acordarme de que tengo sin contestar una carta de un amigo del otro lado del Atlántico en la que me trasladaba de forma confidencial (eso decía) algunas consideraciones sobre el último premio Cervantes. La carta, sin embargo, no existe más que en el sueño, aunque me consta que las opiniones de mi amigo son esas. Como hoy es el día que es, había pensado conmemorarlo (“concomerlo” propone el espía) con un micro, de la serie de las musas de Macías, en el que relataba la primera vez que entré en un cine porno (en Lisboa, claro), pero al final me ha parecido improcedente. Otro día será. Las urgencias vitales siguen siendo vitales, pero la urgencia es un tiempo que se estira, no hay más remedio. Los diferentes estratos de la mente: he ahí la principal característica del espíritu humano. Saberlo y no estar loco, o no en demasía. Está bien, incluso muy bien, la película de JJ Annaud sobre el incendio de Notre Dame (¿Norte Dame?): la veíamos ayer por la tarde en el Palacio de Hielo mientras Francia se balanceaba en la cuerda floja de sus últimas elecciones. El plomo derretido cayendo por las bocas de las gárgolas como si fuera el vómito de un mal sueño… y el trompe-l’œil de la corona de espinas. Hay metáforas que no lo parecen, ¿quién dice que lo son? Ha amanecido un día espléndido: dan ganas de ponerse a hacer la revolución. El amigo que me quiere bien sigue insistiendo en sus buenas palabras. Lástima que no tengamos siempre a mano la posibilidad de hacer una directa snif estación (sic: vuelve el espía) del afecto verdadero que sentimos. Ahora es Maximiliano Jabugo quien me tienta ahí arriba con las suculencias que su nombre indica. Esta forma de escribir en medio de la plaza pública sí que es por completo novedosa. ¿Se imaginan a Virgilio (disimulen) pergeñando el “conticuere omnes intentique ora tenebant” mientras sus congéneres del foro y los demás mercados no dejaban de tirarle de la túnica? Ah, con qué facilidad esta prodigiosa materia maleable que es la escritura nos permite remontarnos a las más altas consideraciones, sentirnos émulos de criaturas esplendorosas, de mentes tan verdaderamente tocadas por el aura de los prodigios y que han sido capaces de darnos una historia, mil historias, todas las historias, tan poderosas que aún logran arrancarnos de ese fondo de nada y omisión e inconsistencia que —seamos serios y conscientes— es de continuo el verdadero telón de fondo de nuestras vidas. Menos mal que algunos otros de esos nuestros congéneres y hasta presuntos colegas (ya te digo) supieron cantar por todos. En fin, para actualización del día en curso creo que ya es bastante. Claro que podría seguir. Pero para hacerlo con garantías tendría que llamarme César o ser Agustín. Y no es el caso, aunque no me arrepiento. Gracias, amigas, amigos: sepan que uno por uno los siento ahí y los quiero, los queremos todos los de este cónclave de fantasmas que se esfuerza (así, en singular) en no darse por vencido.

(LUN, 765 ~ De la vida misma)