jueves, 14 de octubre de 2021

«Arrebato», otra vez

Iván Zulueta en uno de sus cortos.
(Al filo de los días). Que la película Arrebato, de Iván Zulueta, es un punto y aparte en el cine español es algo que tengo bien claro desde la primera vez que la vi, la primera de al menos otra media docena de veces: siempre que la han repuesto en televisión (¿en un par de ocasiones?) y, de forma completa o fragmentaria y casi estudiándola, en el DvD que adquirí cuando aquella parecía la tecnología definitiva para guardar nuestros sueños. Una película sobre el fenómeno arrebatador del cine, tal vez como continuidad del veneno de los tebeos de la infancia; sobre el poder vampirizador y euforizante de la imagen; sobre el ensimismamiento, el deseo de saber qué ocurre realmente ‘ahí fuera’ cuando cerramos los ojos; y el deseo sin más y sin límites: el abismo tal vez de los paraísos artificiales, del secreto de los paraísos… Es una película tan absolutamente moderna (‘rimbaldiana’), tan adelantada a su tiempo, que puede que aún no la hayamos alcanzado del todo. Aunque debe de faltar poco porque sus imágenes nos siguen arrebatando con la misma y creciente intensidad, tal vez porque sabemos que hay en ellas una especie de profecía moral, estética, corporal… tan precisa, e incluso tan científica, que no tiene más remedio que cumplirse. En el improbable caso de que aún no lo hayan hecho (tampoco hubieran llegado hasta aquí), ‘arrebátense’. Y si ya saben de qué va, reincidan. No es fácil encontrar planes mejores.

DOS CABALGAN JUNTOS

Cuadro de Shawn Cameron.

Llevábamos juntos unas cuantas leguas cuando se acercaron por detrás, discretos, dos desconocidos que iban, algo inquietos, bien encaramados sobre sendas yeguas. Hubo raudo un roce de pocas palabras y entre las colinas, ya cerca del Paso, justo nos cruzamos antes del ocaso con un gran rebaño de ovejas y cabras. ¿Serían pastores quienes las cuidaban o más bien serían feroces cuatreros en busca de reses para sus requisas? No llegué a saberlo: las nubes pasaban, la noche caía sobre los calveros, íbamos con prisas... Y así nos quedamos, presuntos difuntos, mi colega y yo cabalgando juntos.
(LUN, 958 ~ «Fotos que dan pie»)

miércoles, 13 de octubre de 2021

El chiste de Vargas


Una vista muy pop. Nota para clásicos: ¿alguien recuerda que en ese rincón del escaparate de la tienda de Vargas solían poner un chiste gráfico que cambiaban cada día o casi? Era habitual pasarse a verlo junto con las carteleras de cine que ponían en los expositores de la tienda de Mazuecos (aún existen).

AÑORA ROÑA

Al volver sobre sus pasos y caer de lleno sobre la avenida de la música militar y los belfos congestionados de blanquecina ira, observó cómo una mano invisible trazaba sobre el cielo, con mucho regodeo en los moños de la ñ, el bumerán que puede leerse —también aquí y aquí también— ahí arriba. No se puede olvidar de que el viejecito que estaba detrás de él, bien apoyado sobre su bastón, lo miró con ojos casi prehistóricos y subrayó:

—Pues va a ser eso.

(LUN, 959 ~ “Nanódromos y otras vueltas”)

Francisco Rafael Segura y Monforte: Desfile militar, Plaza del Rey de Barcelona (detalle). Hacia 1930. Col particular.
Puede ser una ilustración de al aire libre

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martes, 12 de octubre de 2021

Algunas de aquellas noches (1)

EL PILAR DE LA FELIZ ENTREGA
Ignacio Pinazo Camarlench: Desnudo femenino, 1894.
Museo del Prado, Madrid.

De todas sus amantes, y fueran muchas más de las que nunca ha mencionado, tal vez la que más deleite le proporcionó sin duda alguna fue la señorita Lupe de Seda, en aquellos días septentrionales, pocos pero densos y casi milagrosos, y en los que ocurrieron “cosas dignas de ser contadas con detalle”, aunque él dice que habría que disimularlas mucho para que circularan sin estropicio e incluso, y mucho más, para que resultaran creíbles. Dice también él que, pese a las aparentes disimilitudes, en lo relativo a la magnitud corporal, bien podría pensarse que eran cuerpos aquellos hechos el uno para el otro, tal resultaba la perfección del acople, la sintonía de los hálitos y el rimo uniforme a la par que complementario del vaivén del placer, grados de cercanía que en varias y sucesivas ocasiones —“aún tiemblo, dice, de sólo recordarlo”— culminaban en un mutuo desmayo tan entregado que, vuelve a apuntar, “se diría que era uno sólo el cuerpo de los amantes sin antes ni después, o sea eternos”. Doy fe de que se le humedecían también los ojos mientras lo recordaba. Y que después se le quedaba una sonrisa de las que llamaría beatíficas sino tuviera anejo el brillo concupiscente de quienes nunca olvidan lo que vale un cuerpo y el modo cierto en que por él es posible alcanzar la mayor, tal vez la única, gloria. Amén.
(LUN, 960 ~ serie «Algunas de aquellas noches»)

lunes, 11 de octubre de 2021

Fragmento 19

 Y volver sobre el lomo de los librosYY volver sobre el lomo de los libros


Y volver sobre el lomo de los libros
al galope que nunca se termina
aunque a menudo sus belfos humeantes
junto con su asinario trotecillo ramplón
me lleven a perderme
en medio del desierto
o en la ciénaga
mientras busco
los paisajes que viven en mis sueños.
«Leer nos hace libres», decía mi maestro,
quizás con un juego algo confuso de vocales.
Nunca le hablé a él,
que casi ya ni existe,
de aquella tarde de la revelación. Es una pena. Seguro que él habría sabido sacar las consecuencias de lo experimentado,
eso suponiendo que no me lo plagiara para alguno de sus libros infumables.
El salto de palabras en palabras a menudo procura estas sorpresas.
En el recuerdo, ya sabemos, pesa mucho
la imaginación.
¿Pero cómo si no sería posible
regresar a los lugares huidos de un tiempo calcinado,
cómo entender o acaso ver el parpadeo de la lámpara,
cómo dar consistencia al estertor del mundo?
La memoria vigila a favor nuestro.

El cielo de Eburia

(Al paso). Los cielos de Eburia punteados de acentos circunflejos. Y el rostro del viento velado.

Puede ser una imagen de pájaro y nubes