Battiato durante una actuación en Madrid. Foto de KiKo Huesca/EFE.
(En voz alta). La muerte de Franco Battiato nos revela de pronto que no era sólo parte de la canción de fondo (la banda sonora) de nuestro tiempo. Que en él, en su arte, en su trayectoria, tan reveladora, tan excepcionalmente característica, están encerradas, pero bien visibles a poco que les prestemos atención, algunas claves para desentrañar, o al menos hacer menos opacos, los rincones cegados y las contradicciones de la parte irrespirable de nuestro mundo. El centro de gravedad permanente siempre cae por su peso. Aunque no sea fácil asumirlo. Descanse en paz. Es elemental y consuetudinario, pero no deja de ser terrible: no cesa de morirse gente. Y a menudo, lo sepamos o no, algo nuestro desaparece también.
miércoles, 19 de mayo de 2021
Adiós a Franco Battiato
lunes, 17 de mayo de 2021
La última palabra
Asir la risa
y elevarse con ella
de un modo sobrehumano
—que ya lo humano estanca,
entre las sangres,
la costumbre.
Y sin dejar de soltar hilo,
a contracorriente,
condescender el gesto
del entendimiento,
saberse ser en las acciones nulas,
no ofender -ni excesiva mente- al prójimo,
bailarle el agua al que se da por aludido
y no quejarse de los intersticios,
con su obvia oquedad
entre las piedras corporales,
por los que se desagua siempre la razón.
Al fin y al cabo la soledad es todo
lo que nunca podrás pontificar:
el abismo insalvable,
la lengua inverosímil,
el estruendo que sube desde el fondo
y la canica gorda: el bolondrón.
La última palabra
Asir la risa
y elevarse con ella
de un modo sobrehumano
—que ya lo humano estanca,
entre las sangres,
la costumbre.
Y sin dejar de soltar hilo,
a contracorriente,
condescender el gesto
del entendimiento,
saberse ser en las acciones nulas,
no ofender -ni excesiva mente- al prójimo,
bailarle el agua al que se da por aludido
y no quejarse de los intersticios,
con su obvia oquedad
entre las piedras corporales,
por los que se desagua siempre la razón.
Al fin y al cabo la soledad es todo
lo que nunca podrás pontificar:
el abismo insalvable,
la lengua inverosímil,
el estruendo que sube desde el fondo
y la canica gorda: el bolondrón.
Xela Arias en el Día das Letras Galegas
(En voz alta). Pasei un chisquiño da noite lendo... La poesía en gallego tiene muy buenas noticias. Y también algo de histeria alrededor de su historia. Pero es un gozo poder acercarse al brocal de una lengua que no cesa de manar agua clara. Feliz Día das Letras Galegas. Xela Arias les está esperando (este artículo de eldiario.es puede ser una buena puerta de entrada).
miércoles, 12 de mayo de 2021
Índices
(Al filo de los días). Leer a Vila-Matas suele ser lo más parecido a participar en el festín de Esopo, aunque tiene el inconveniente de que te obliga a levantarte mucho del sillón porque menciona, con una gran capacidad movilizante, a muchos autores —la mayoría de sus libros tienen una no disimulada naturaleza de casa de citas— y refiere detalles de fácil comprobación en ejemplares que han pasado también por nuestras manos pero que desde hace tiempo duermen el sueño de los justos —cómo será ese sueño— en anaqueles cada vez más caóticos. Mucha tela que cortar. Y esta anécdota. En Impón tu suerte (Círculo de Tiza, marzo 2018), donde se reúnen artículos y otros piezas cortas, en la página 130 aparece una breve mención de un libro de Flann O’Brien, La saga del sagú de Slattery, sobre la que E. V.-M. anota que es —abro comillas— «una novela sobre las patatas y el petróleo, en muy buena versión de Antonio Rivero Taravillo». Como el libro incluye al final un amplio índice onomástico (pp. 438-459) me entretengo en repasarlo y comprobar su inclusión en él de esta mención de ART, y en efecto allí figura el nombre aunque remitido a una página errónea. No sólo eso, a una página 13 que no está foliada porque corresponde, oh coincidencia, con la doble página en blanco insertada entre el prefacio y el primer apartado el libro. Dado que la página que debería figura es la 130, no es difícil deducir lo que ha podido pasar en la confección de ese índice: se ha perdido un 0, o sea nada. Lo que ya resulta más difícil calibrar es la significación profunda de un despiste/errata/error como ese en el interior de un artefacto en el que, como suele ocurrir en el universo del autor barcelonés, nada ni el azar mismo responde sólo a la puta casualidad, ni las erratas son insignificantes. Por lo demás, el libro se lee como agua que corre, es un continúa festival de entusiasmos y revelaciones, de pistas utilísimas y también de páginas muy valiosas, como por ejemplo las dedicadas a Roberto Bolaño, tan inspiradas y convincentes que me han llevado a volcarme de nuevo en el mundo del autor de Los detectives salvajes, y a... procurar no perecer en el intenso vórtice de un tiempo que no volverá.
lunes, 10 de mayo de 2021
Ýcaro
De pronto es esta luz,
su urgencia extrema
en el filo falaz de la costumbre,
el precio que pagamos por el peso
de vivir de prestado
y dar en cada
movimiento de vida
una respuesta
a las preguntas ciegas
y al abismo
donde más tarde —o mismo ahora—
comenzaremos
a precipitarnos.
viernes, 7 de mayo de 2021
Madrid con vida
Foto AJR, 2021.
(Al paso). Tras el derribo del paso elevado de Joaquín Costa, el eje Avda. América-Francisco Silvela-Mª Molina-Ppe. Vergara ha quedado como un amplio espacio despejado y amable y al que, al parecer, no tardarán en regresar los ajenos y añorados bulevares, una de las señas de identidad de cierto Madrid ilustrado y paseante que había ido cayendo víctima de ese gran depredador de los espacios urbanos que es el automóvil. Este singular edificio de Iberia, cuyo chaflán recoge como un muro de percusión todo el tráfago proveniente de la Castellana y el flanco Oeste de la urbe, tenía fama de ser el punto más ruidoso de la ciudad, una condición de dudoso honor que tal vez se corrija ahora.
Una de las lecciones que hemos de sacar de este paréntesis de Pandemia (si finalmente conseguimos cerrarlo) debe ser la de cambiar de una vez y para siempre nuestra relación con la ciudad y su entorno buscando y practicando modos de tránsito y comunicación y, por así decir, de consumo de espacio y recursos que sean sanos, sostenibles, seguros. Algo que debería estar contemplado en un primer plano de esa Libertad cañí por la que abrumadoramente se ha decantado la mayoría de los ciudadanos de una urbe que se está descubriendo a sí misma cada día y que, pese a lo que se pueda malinterpretar por el precio pagado por errores que no son sólo suyos, aún tiene a salvo e imbatible un estilo de convivencia y un modo de vivir, junto con una red visible y subterránea de arte, memoria y sueños, que está más allá de las torpezas manifiestas, las rencillas populosas, las melancolías inertes o los desastres generales del más reciente Apocalipsis. Madrid es mucho más de lo que aún sabemos. Y es —sigue siendo— un gran aliciente vital continuar bregando por descubrirlo.
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