La voz a ti de vida.
Voz la de vida a ti.
A ti la voz de vida.
De ti vida a la voz.
A ti de voz la vida.
La voz a ti de vida.
Voz la de vida a ti.
A ti la voz de vida.
De ti vida a la voz.
A ti de voz la vida.
(Al filo de los días). Un nuevo 15 de octubre, día de Santa Teresa. Siempre me acuerdo de una muy querida y linda amiga y, como al rebolillo (signifique lo que signifique), caigo en la cuenta de que tampoco este año me darán el premio Planeta, juas, juas, aunque quién sabe... Pero como no hay giro aludido que, además de por las cosas (como los círculos de Rilke), no pase por nosotros, aprovecho el memento para traer a colación esta ristra de pistas que darían para mucho demorarse, si uno pudiera. Al conjuro sabio y atento del amigo César Nicolás, la cadena pone en danza varios nombres y diversas obras entre las que la más pertinente es ese poema de Víctor Pérez que se inicia con la mención de Lara y luego ahonda en los demás “infantes”. A mí estas cosas, además de aliviarme la reclusión, me dan mucha alegría. Y por eso, y por lo dicho, las comparto. Disfrútenlas, disfrútense. Que ya eSTán aquí, como sierpe trepada al árbol del Edén, los frutos del otoño.
Diálogo entre maestros, en Sevilla, septiembre 1984. Foto (c) Juantxu Rodríguez. |
Temo que escuches a destiempo
o que te pille a contrapié
el vuelo bajo de esta frase
donde se esconde bien visible
el humor vítreo de tus ojos
y tu esqueleto de cristal.
La transparencia es la paciencia:
carga con ella tu zurrón.
(Pistas falsas, II)
(Al filo de los días). Editada con el tradicional buen quehacer impresor del Sur, y en concreto de Málaga, me llega «La vida en trámites», la primera entrega poética de Amaya Martínez Morales, compuesta por 14 breves poemas —a veces, apuntes o fogonazos— que revelan, además de una muy sutil percepción de lo que pueden significar ciertos gestos cotidianos, una gran capacidad para fijar puntos de luz y sentido en el paso de los días. Entre el supermercado del amor perdido y la imposible nostalgia por la viejas cabinas telefónicas, la autora traza un itinerario breve e intenso, sutil y valiente, por algunos escenarios, actitudes, experiencias y burocracias que, en más de una ocasión, contiene un apenas susurrado grito irónico de conmovedora lucidez. Concluida la lectura y encendida la sorpresa, queda flotando una línea que es también un deseo y un augurio: «El siguiente, por favor» (p. 12).