martes, 30 de junio de 2020

La lista

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Jasper Johns: Fool’s House, 1961-62, óleo sobre lienzo con escoba (escultura), toalla, marco y taza.
Col. particular. © Jasper Johns / VAGA, New York / DACS, London 2017.
Como ya andaba de retirada, consultó en el manuscrito las diferentes anotaciones condenadas a quedarse en el tintero, quién sabe si a la espera de otra oportunidad. Eran muy numerosas y algunas casi tenían fuerza por sí mismas, sin más requerimientos. Pero sintió especial ternura por las criaturas que figuraban en una lista llamada «Los Olvidados» y me pidió que le permitiera siquiera mencionarlas para librarlas del destino al que les parecía condenar su nombre. No pude por menos que acceder, aunque esta hipocresía suya de fingir que me pide permiso ya me cansa un poco: como si no supiéramos quién manda de verdad aquí. En todo caso, que conste que en esa larga lista aparecen, sin orden aparente, las mulas (y otras ganaderías), el rulo de piedra, las latas de membrillo, la tabla de lavar, las máquinas flipper, el hombre-bala y otras figuras del circo, el tren de carbonilla, los carros de ruedas sonorosas, las chapas y sus mil usos (carreristas, cortinas, collares, cintos), la troje con sus juegos prohibidos y su olor acre, la fauna doméstica (aves, conejos, gatos y un pavo por Navidad), el armario del hielo, las resistencias para calentar agua (en el internado), los casetes (y Las casetes de McMacarra), las filminas (más tarde también llamadas transparencias), los carbones voltaicos de las máquinas de cine, las monturas, las bolas de nieve y los muñecos con nariz de zanahoria, el zootropo, los discos de pizarra y los de plástico, los tebeos de Tamar, las pinturas Alpino, el chocolate Dulcinea, la boina de la OJE con su chapa plateada (de alguno de sus hermanos), la radio Telefunken, el minifutbolín, el lenguaje de las campanas, la perilla de la luz, las mantecadas de Astorga, los Juegos Reunidos, la conchas (vieiras) utilizadas de cenicero, las papas de millo, el cuarto de las ollas, el sacristán pederasta, los oficios de monaguillo y los juegos de decir misa, las misiones y sus cruces, el cajista (impresor), el ciego de las coplas, el escribano (calígrafo), la kioskera gorda, los libros-tebeo, la trenza de la abuela, su misal, la botella de anís, el vino quinado, el patín de rodamientos, el jabón casero, la plancha de carbón, el carrito de los helados, las viejas pulperías, el pozo, los billares, las pistolas de pinzas con balines de semillas... y, por fin, inolvidable, el inocente corderillo Lucero al que él alimentaba con hierba fresca recolectada en la Alameda y del que una mala tarde, al volver del colegio, supo —aunque le mintieran— que había sido sacrificado. «Sólo por él —me dice— merece la pena enunciar estos nombres contra el olvido».
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lunes, 29 de junio de 2020

Adagia andante ( y 15)

La realidad se construye socialmente (dijo Riesman), pero solo es posible vivirla y hacerse cargo de ella de manera individual.
La realidad, las realidades.
El suelo de la realidad es la lengua.
Y el cielo de la boca.
Todo camina en pos de la fusión. Dios es el mundo.
El mundo ya está fijado con claridad en los antiguos dioses: no hay nada más poderoso que los mitos clásicos. Incluidos los monoteístas.
Los mitos son las fuentes, la fuente: de ellos nacen, brotan, todas las metáforas.
La metáfora es el arpa de hierba del poeta, su liana en la selva de los signos, un rayo capaz de conquistar el cielo.
Oh metáfora, yo te saludo.
Como todo en el vida y sus caminos, también la naturaleza de la metáfora admite gradación.
Pero no es posible avanzar sólo con metáforas. Debajo de cada metáfora siempre hay una gota de sangre. O de ámbar.
«La poesía descubre la relación de los hombres con los hechos» (WS, 278).
La imaginación es poder.
Y a todo esto, por la gracia del dios, lo llamamos arte.
En medio de ese mar nos sentimos libres.
Aunque no triunfemos, habremos cantado.
Vieja sabiduría: no desear más de lo que se tiene. Una riqueza verdadera: tener lo que se necesita.
En cualquier caso, no dejarse vencer por la oscuridad.
Intentarlo de nuevo.
Y de nuevo intentarlo.
(Madrid, a 19 de mayo de 2020. En el confín).

Falsos movimientos

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Rembrandt: Autorretrato dibujando junto a una ventana, 1648. Aguafuerte.
Desde que se enteró de que muy probablemente todos tenemos un doble —a él le gustaba repetir la expresión alemana: doppelgänger—se pasaba las noches de claro en turbio, frente al tablero, devanando sesos e hilos, por ver si se le ocurría dónde encontrarlo. Llego un momento en que ya no fue capaz de pensar en otra cosa. Un día descubrió que había perdido la sombra. Otro se percató de que no se reflejaba en los espejos. Lo que notó una noche al tocarse la cara, tras quitarse la mascarilla, no le gustó nada. De modo que no tuvo más remedio que cambiar de táctica y principiar de nuevo la búsqueda a partir de lo más simple. «La vida es un duro aprendizaje —dijo una voz—: empieza con la llegada y acaba con la partida». Sería él, el otro.
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domingo, 28 de junio de 2020

Merluzos: la Despedida

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Bernard Buffet: Payaso Blanco (izquierda), 1997; y Payaso con margarita, 1978.

—Buenas noches.
—Noche buena.
—¿No se adelanta usted un poco?
—Es que vengo a despedirme.
—Ah, si es por eso.
—Por eso es.
—¿Se va?
—Sí, bueno, nos vamos...
—Ustedes, ¿quiénes?
—¿Cómo que quiénes? ¡Nosotros!
—Ah, nosotros. Quiere decir...
—Sí, eso mismo.
—Ya. Y se puede saber...
—¿... a dónde vamos?
—Eso también, pero antes...
—Antes, ¿qué?
—¿Que por qué tenemos que irnos?
—Es lo que hay.
—Y más a más...
—Ah, no sabía...
—¿Qué?
—Que fuera usted polaco.
—No soy polaco.
—Bueno, catalán, ya me entiende.
—No soy catalán.
—¿Entonces...?
—No, ni entonces, ni ahora.
—Pero eso que dice...
—Todo se pega.
—Claro, tanta murga.
—No sé por qué me tengo que ir yo con usted...
—Pues usted sabrá.
—¡Usted es el que dijo que nos vamos!
—Sí, eso dije.
—¿Y por qué?
—Ah, bueno. Cumplo órdenes.
—¿De quién?
—Incógnita. Soy un mero transmisor.
—¿No será usted un bot de esos?
—Que yo sepa...
—¡Tiene gracia!
—¿El qué?
—Que en el fondo todos seamos ya bots.
—Bots llenos de bits.
—¿Bots o botes?
—¡Eso tiene rima!
—Me la perdone usted.
—¿Y qué me dará a cambio?
—No sé, ¿la hora?
—La hora es un tesoro.
—Ah, el tesoro... de la juventud.
—¡Hermosa obra!
—Grandes recuerdos.
—¡Qué lejos queda!
—Vamos, que se hace tarde.
—La cosa está que arde.
—Los fuegos fatuos.
—¡Oiga, sin insultar!
—No se amohíne, amigo.
—¿Pero qué dice?
—Ya ha comenzado el tiempo de descuento.
—Eso es muy relativo.
—O sea que depende.
—Sí.
—¿Y de qué depende?
—De lo que se tarde en darle vuelta al reloj.
—Querrá decir darle cuerda.
—Es un reloj de arena.
—Ah, en ese caso, no atrasará.
—No, pero se escurre.
—Si usted lo dice...
—Es lo que hay.
—¿Vamos, pues?
—Sí, vamos.
—Adiós
—Agur.
—Adeus.
—¡Chao!
Y salen. O mejor: se pierden, como entes ausentes de ficción, entre las nieblas del fondo de la página y al sur de la pantalla, tal vez hacia la nada. Nadie es perfecto.
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sábado, 27 de junio de 2020

Hierros (4 x 4)

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Hans Ruedi Giger: Work #217 ELP I, cubierta principal del LP Brain Salad Surgery (1973), 
de Emerson, Lake & Palmer.*

A R I O

R U G I
I G U R

O I R A


*
Miquel de Palol utilizó este misma imagen para ilustrar 
la cubierta de su novela Ígur Neblí» (Anagrama, 1994), 
protagonizada por un singular caballero.

La imagen puede contener: texto que dice "MIQUEL DE PALOL İgur Nebli A ANAGRAMA Narrativas hispánicas"



viernes, 26 de junio de 2020

Fantasmas (último)

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J. M. W. Turner: Ovidio desterrado de Roma, 1838
El último fantasma de la serie, quizás porque pensó que ya no iba a ser invocado, se extravió en su errancia y, finalmente, entró en mi casa y se quedó adormilado en un rincón. Cuando me desperté en medio de una pesadilla y fui a la cocina a por un vaso de agua, me tropecé con él. Creo que se aterrorizó más que yo y salió huyendo. Abrid bien los ojos si camináis a oscuras, pues es tan despistado que no me extrañaría nada que se os cruzara en cualquier momento. Y os juro que es horrible.
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jueves, 25 de junio de 2020

En son de Paz (10)

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(En son de Paz, 24). La intensidad de la escritura de Octavio Paz es a veces apabullante. Hay en su conciencia de artista un manejo tan ágil de claves, tradiciones, nombres, obras y culturas que no es fácil, en ocasiones, seguirle en sus periplos sin recurrir al menudeo de la consulta, a la inevitable —hoy, por fortuna asequible, al menos si se aborda con urgencia wikipédica— nota a pie de página. Menos mal que Paz nunca pierde la cortesía con el lector y, por lo común, sus erudiciones están envueltas en un prosa flexible, de gran elegancia, pero también chispeante y casi siempre cargada de poética precisión. En algunos momentos fragmentarios, o entre líneas, aunque en esto Paz fue un escritor fiel al talante de Ducasse —«no dejaré memorias»—, asoma el memorialista y la evocación de una escena o un suceso se imponen con plena conciencia y transparente brillantez. Lo mejor que puede hacer entonces el lector-mediador es retirarse y dejar que se escuche la voz del autor. 

Y dice Paz: »»Entre todas estas imágenes de Alberti retengo la de una tarde de 1937, en Madrid. Me veo paseando con él por la Castellana: al llegar a la Fuente de Neptuno, torcemos hacia la izquierda, subimos por unas calles empinadas y nos internamos lentamente por los senderos de El Retiro. Me asombra el cielo pálido, plateado; el sol ilumina con una luz final, casi fría, los troncos, los follajes y las fachadas; apenas si hay gente en el parque; sopla ya el viento insidioso de la sierra. Oigo el rumor de nuestros pasos pisando los hojarasca amarilla y rojeante del otoño precoz. Rafael habla de la transparencia del aire y del humo de los incendios, de los árboles ofendidos y de las casas caídas, de la guerra y sus desgarraduras, de Cádiz y sus espectros. A su lado salta Niebla, su perro. Alberti se detiene y, mirando al perro, me dice unos versos que ha escrito hace poco:
               Niebla, tú no comprendes, lo cantan tus orejas, 
               el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,
               los largos resplandores que por el monte dejas
               al saltar, rayo tierno de brizna descendida...

»»Mientras recita, Niebla corre de un lado para otro, desaparece en una arboleda amarilla, reaparece entre dos troncos negros, fantasma centelleante. Las palabras se disipan, Rafael Alberti y su perro se alejan entre los árboles, yo escribo estas líneas».

[Fragmento final de «Rafael Alberti, visto y entrevisto», texto incluido en Fundación y disidencia. Dominio hispánico, vol. 3 de Obras Completas (Círculo de Lectores, 1991), pp. 377-378. Con el título de «Recordación» se publicó por primera vez en la revista «Vuelta», núm. 92, julio de 1974.]