El actor, músico y comediante Paco Torres. |
martes, 24 de marzo de 2020
Adiós a Paco Torres
El poeta (2)
Foto de autor no localizado. Publicada bajo Creative Commons Zero. Tomada de pxfuel. |
Ya sólo pedía poder soñar un poema en la hora de vísperas, cuando van cayendo las sombras y el ánimo se encoge y todo se va volviendo oscuro y se hace terrible la espera de la luz.
...
lunes, 23 de marzo de 2020
Atrapados en Talavera
Sangre mental
El enunciado y tu cuerpo: he aquí todo
cuanto hace falta para darle cantata
de creencia a este extraño fenómeno
—pero es cuanto tenemos— de la vida.
Alienta y piensa cada día un poco,
lentamente y con conciencia clara,
en tu respiración. Y luego deja que
las palabras corran por tus venas.
jueves, 19 de marzo de 2020
Con Clara
En la playa de Matalsacañas, abril de 1993, Foto SPM |
(Al filo de los días). Como soy bastante torpe —un verdadero nerd— para algunos usos digitales, y sobre todo en los que tienen que ver con WhatsApp, hasta hace un rato no he visto esta foto que mi hija Clara tenía en su “estado”, junto con un texto muy cariñoso por el día del padre. Parece que lo del “estado” viene a ser algo así como el resumen del clima emocional y anímico del usuario y, en consecuencia, una imagen o radiografía del aspecto que quiere mostrar al exterior. Así que la satisfacción es doble.
Me dice la propia Clara que la imagen está tomada en la playa de Matalascañas, de Doñana, y que corresponde al mes de abril de 1993. O sea, ayer mismo... ¡Quién pudiera disfrutar ahora de un larga caminata junto el mar! Sería capaz incluso —aunque no sé cómo— de recrear la escena. ¡Y luego, al hospital, ja ja!
Muchas gracias, querida Clara. El encierro de hoy acaba de disolverse.
Saldremos de esta y volveremos allí.
En son de Paz (2)
Octavio Paz en 1992. Foto de Paulina Lavista.
(En son de Paz, 6). »El amor es escándalo, desorden, transgresión: el de dos astros que rompen la fatalidad de sus órbitas y se encuentran en la mitad del espacio», escribió Paz. Y nada más leerlo, mientras pienso en algunas —demasiadas— parejas conocidas, oigo a mi espalda una voz que susurra: «Aunque a menudo viene el tiempo... y sopla».
La ensoñación consciente de Paz. |
Paz, siempre esperando la compañía... del lector. Foto: Conaculta (?) |
Paz o la serena contemplación. Imagen del documental El laberinto de Octavio Paz (2016), de José María Martínez. |
» voy entre galerías de sonidos,
fluyo entre las presencias resonantes,
voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro...»,
Octavio Paz hablando sobre la Parca, entre otros temas, en una foto de su archivo personal. |
(En son de Paz, 10). «El arte de morir es el arte de jugar a las escondidillas», declaró en noviembre de 1997 un Octavio Paz ya muy enfermo cuando se publicó la falsa noticia de su muerte. En esa misma circunstancia —que no tiene nada que ver con esta nuestra, ¡qué bah!—, el poeta mexicano dejó otras muestras de su talante y de su fino humor (más que ironía). «Me da mucha pena —dijo— que los que se empeñan en matarme lo hagan con tanta prisa. Yo creo que no hay que morirse, pero si uno se muere hay que hacerlo a tiempo y sonriendo». Y, como si estuviera hablando para días del futuro e interlocutores recluidos (todo, claro es, de forma puramente hipotética), añadió: «La sonrisa es indispensable. Los portadores de augurios fúnebres jamás saben sonreír. Yo les diría que aprendan, no el arte de morir, sino el arte de sonreír». Nada que ver con nuestro caso, por supuesto, por supuesto, pero las palabras de un sabio, y más si además es poeta, siempre son dignas de atención. ¡Pinche Pelona!
miércoles, 18 de marzo de 2020
La maestra
Mujer sentada ante el ordenador. Silueta by Vexels. |
También en los días de la peste ella levanta el vuelo hacia la 6,30 —a veces casi se cruza con el Lobo, como en Lady Halcón—, se pone a tomar su desayuno sentada, se asea a fondo y, con la carita “recién lavá”, se planta ante el iMac de amplia pantalla y comienza el trabajo de clase online organizado para esta emergencia, y que le va a llevar seis, siete, tal vez algunas horas más.
—Que se ha ido Internet! ¡Que este enlace no se abre! ¡Que aquí no hay dónde hacer clic!...
De su estudio, repleto de estantes con libros de todos lo colores (como las casas de Lisboa), salen a veces voces y algún que otro exabrupto. Aunque la paciencia de la Maestra, a estas alturas de su extensa vida vocacional, es ya una flor perenne, y resulta envidiable cómo mantiene el rostro alegre y la emoción a flor de piel. Como cuando te dice:
—Y mira el tirillas este, que no daba una en matemáticas, y ahora es el que mejor resuelve los problemas más chungos... ¡Pues no va y me dice el otro día: «Seño, es que contigo siento que la vida me ha dado otra oportunidad»!
A mí eso me pasa con ella casi todos los días. Pero no conviene que la Maestra se entere (por fortuna, no tiene FaceBook), que luego se viene arriba y tenemos que andar poniendo las cosas en su sitio.
En estos días hay tanta gente como la Maestra en tantos lugares, que vamos a tener que ampliar el aplausómetro ese de las tardes para que pueda medir la inmensa gratitud que su heroica normalidad nos merece. Y, ya de paso, revisar ciertas percepciones y tópicos sobre la condición humana y el avance de la deshumanización.
—Que se ha ido Internet! ¡Que este enlace no se abre! ¡Que aquí no hay dónde hacer clic!...
De su estudio, repleto de estantes con libros de todos lo colores (como las casas de Lisboa), salen a veces voces y algún que otro exabrupto. Aunque la paciencia de la Maestra, a estas alturas de su extensa vida vocacional, es ya una flor perenne, y resulta envidiable cómo mantiene el rostro alegre y la emoción a flor de piel. Como cuando te dice:
—Y mira el tirillas este, que no daba una en matemáticas, y ahora es el que mejor resuelve los problemas más chungos... ¡Pues no va y me dice el otro día: «Seño, es que contigo siento que la vida me ha dado otra oportunidad»!
A mí eso me pasa con ella casi todos los días. Pero no conviene que la Maestra se entere (por fortuna, no tiene FaceBook), que luego se viene arriba y tenemos que andar poniendo las cosas en su sitio.
En estos días hay tanta gente como la Maestra en tantos lugares, que vamos a tener que ampliar el aplausómetro ese de las tardes para que pueda medir la inmensa gratitud que su heroica normalidad nos merece. Y, ya de paso, revisar ciertas percepciones y tópicos sobre la condición humana y el avance de la deshumanización.
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