miércoles, 18 de marzo de 2020

La maestra

La imagen puede contener: calzado
Mujer sentada ante el ordenador. Silueta by Vexels.
También en los días de la peste ella levanta el vuelo hacia la 6,30 —a veces casi se cruza con el Lobo, como en Lady Halcón—, se pone a tomar su desayuno sentada, se asea a fondo y, con la carita “recién lavá”, se planta ante el iMac de amplia pantalla y comienza el trabajo de clase online organizado para esta emergencia, y que le va a llevar seis, siete, tal vez algunas horas más.
—Que se ha ido Internet! ¡Que este enlace no se abre! ¡Que aquí no hay dónde hacer clic!...
De su estudio, repleto de estantes con libros de todos lo colores (como las casas de Lisboa), salen a veces voces y algún que otro exabrupto. Aunque la paciencia de la Maestra, a estas alturas de su extensa vida vocacional, es ya una flor perenne, y resulta envidiable cómo mantiene el rostro alegre y la emoción a flor de piel. Como cuando te dice:
—Y mira el tirillas este, que no daba una en matemáticas, y ahora es el que mejor resuelve los problemas más chungos... ¡Pues no va y me dice el otro día: «Seño, es que contigo siento que la vida me ha dado otra oportunidad»!
A mí eso me pasa con ella casi todos los días. Pero no conviene que la Maestra se entere (por fortuna, no tiene FaceBook), que luego se viene arriba y tenemos que andar poniendo las cosas en su sitio.
En estos días hay tanta gente como la Maestra en tantos lugares, que vamos a tener que ampliar el aplausómetro ese de las tardes para que pueda medir la inmensa gratitud que su heroica normalidad nos merece. Y, ya de paso, revisar ciertas percepciones y tópicos sobre la condición humana y el avance de la deshumanización.

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martes, 17 de marzo de 2020

Cierto olor a liliáceas

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
José Luis Benito Rementería: Ristra de ajos, 1989.
Al principio del confinamiento todo iba más o menos bien y parecía que, por encima de algunos mantillos y estiércoles habituales, brotaban las flores rojas, verdes, naranjas y moradas, con leves y extraordinarios tonos azules, de la comprensión y la solidaridad, cuyos intensos aromas inundaban, a la caída de la tarde, las calles y plazas del mundo enclaustrado. Sin embargo, al amanecer del cuarto día comenzó a percibirse, aquí y allá, cierto espeso y hasta pegajoso olor de vaga filiación liliácea que, además de arrasar algunos rincones y extender sobre amplias áreas del terreno una densa capa de podredumbre, puso de relieve el advenimiento de una nueva sustancia. Mensajes confusos llegados de los límites parecían insinuar que, frente a las puertas de la clausura, a modo de bestezuelas irreales fuertemente anilladas, se había concentrado una gran tropa compuesta por «los que nunca faltan —eso decía la nota— a ninguna cita en todas las ocasiones en que la perplejidad es el nexo que une al común de los seres». Alertado en sueños por esos presagios, nada más amanecer Nemo se asomó a la ventana y, en efecto, pudo comprobar que allí estaban, inconfundibles, autosatisfechos, repolludos, los rostros y los gestos de los que siempre están en el ajo.
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lunes, 16 de marzo de 2020

In somnia (en danza)

Esta noche he soñado con el Ganges:
el río entraba en mí con transparencia
gastada por la sombra y la inminencia
de una muerte segura. En los losanges

del sueño se escondía una serpiente
verdosa como el agua y a la orilla
del río se asomaba una abubilla
sin cómo ni porqué... (Es evidente
que el juego de los sueños sólo tiene
la lógica impasible de lo abstracto
cuando han de concretarse por extenso.
Si se sueña con ríos, no conviene
haber bebido mucho antes del acto
de irse a dormir. Y no quemar incienso).

El mendigo

La imagen puede contener: una persona, barba
Mendigo en la calle. Foto cuyo autor desconozco.
Tomada del repertorio de «fotos gratis», de Pxhere
—Buenos días, amigo. ¿No sé si debes estar aquí hoy?
—Aquí, ¿dónde?
—En la calle, pidiendo. Estamos en cuarentena.
—Ya, ya lo sé.
—¿Entonces?
—Las normas permiten salir a la calle a hacer la compra.
—¿¿...??
—Este es mi modo de hacer la compra.
—No sé si eso convencerá a la policía.
—Ya han pasado un par de veces y no me han dicho nada.
—Pues, nada. No voy a ser yo más exigente que la autoridad.
—Además, sabe lo que le digo...
—¿Qué?
—Prefiero morirme del bichillo ese que de hambre en casa.
—Visto así... No te falta razón. Toma, para algo te servirá. Y buenos días.

—Ya lo creo. Gracias.
—¡Suerte! Nos va a hacer falta a todos.
—¡Con Dios!

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domingo, 15 de marzo de 2020

El principito... ¿de qué?

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Antoine de Saint-Exupéry: Le Petit Prince, 1943.
Ilustración de la cubierta pasada a negro.
En el sueño, curiosamente en blanco y negro, aparecía el libro y leía: «Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él y que tenía la necesidad de un amigo...» Iba a pasar la página cuando me embargó un extraño malestar al cerrar el pequeño volumen y detenerme en la ilustración de la cubierta. Ahora, ya despierto —o eso creo: todo está bajo sospecha—, algo que me recuerda mucho a esa imagen turbadora se me aparece a cada poco en la pantalla del televisor. Confío en que no sea el principito de ningún mal sueño.
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sábado, 14 de marzo de 2020

Leviatán

La imagen puede contener: cielo, exterior y agua
Muelle de madera en blanco y negro. Foto de autor no localizado.
Lo vimos dando tumbos por la pasarela pentagonal, al lado del mar verdoso, con un estropicio considerable. Apestaba a güisqui a metro y medio, incluso a dos, y no muy lejos de él se veía en la arena una botella vacía. Nos dijo que se llamaba Ismail, Smile, Smoke, o algo parecido, y debo confesar que me dieron ganas de propinarle un par de colisiones. Pero me reprimí y me limité a ponerlo en los tentáculos del suboficial, tras recordarle la prohibición de andar por allí a aquellas horas y menos en aquel lamentable estado. Tratamos de acercarlo, no sin precauciones, hasta donde nos dijo que estaba su casa. Pero la dirección correspondía a una de las colonias exteriores ya resecadas y al final lo hemos tenido que recluir en el leviatán de la nave nodriza. Pese a su visible deterioro, es un buen ejemplar. Probablemente nos servirá para el experimento.
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viernes, 13 de marzo de 2020

La perorata de Ignatius

La imagen puede contener: una o varias personas, gafas y primer plano
Lee Jeffries: Retrato de la serie Lost Angels.
«Españoles: estamos ante una hora en la que, una vez más, el destino pone a prueba no sólo la firmeza de nuestro carácter, forjado en las más duras bregas y en las minas medulares de áureos manejos, sino también, y de forma muy especial, la templanza de ánimo que sustenta y mantiene enhiesto el macizo de la raza, de modo que, ¡mecagüendiés!, cómo a alguien se le ocurra volver a esputar en la calle sin ton ni son, hacer de sus menores en cualquier córner o mismamente esquina, o aunque sólo sea tirarse de facto la pinche colilla a la puta calle, que el otro día sin ir más lejos me quemaron un huevo, me parece que me voy a marchar de este país de mierda y a tós vosotros os van a ir dando mucho por el bul...». Iba, como de costumbre, hablando solo, por Ramos Carrión, y después se metió Clara del Rey arriba, y ya no pude escuchar el remate de su perorata, que nunca es la misma pero siempre se da un aire. Me pareció que estaba algo más gordo.
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