Antonio García Peris: «Retrato de la familia Sorolla en la Navidad de 1907». Museo Sorolla, Madrid. |
Parecía que no iba a funcionar, pero lo hizo: el quinto movimiento de la cucharilla produjo una onda esencial en la superficie fluida del café y poco a poco fueron perfilándose con nitidez todos los miembros de la familia, muertos hace ya muchos o algunos años pero salvados de la extinción por mor de un truco de barraca de feria —la Red también es eso— y que ahora los pone, con viveza extraordinaria, ante nuestros ojos. Aunque, si nos fijamos bien, en puridad somos nosotros, uno a uno, los que todavía luchamos —y denodadamente— por estar al alcance de los suyos, esos sus ojos tan ajenos a esta barahúnda interminable, tan libres de todos los agobios vírales, tan eternos y ternes frente al seguro acabamiento que aún —¡aún!— nos aguarda. La verdad es que no hay modo alguno de comprobar de forma irrefutable de qué lado están los muertos. Todo son visiones, estados de la mente, pura inercia orbital.
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