viernes, 6 de marzo de 2020

Carne de tertulia

Retrato de Benito Pérez-Galdós, en torno a 1890.
Galdós pensativo
(Lecturas en voz alta). Como ya casi no hay tertulias dignas de tal nombre e incluso empieza a ser complicado mantener una conversación más o menos pausada, viva voce y sin gritar, con casi nadie, he leído con gran gozo este artículo de José Lázaro —aún recuerdo con agradecimiento su biografía de Luis Martín Santos— en el que, bajo la excusa de Galdós y la polémica suscitada en torno a su valoración, reúne unas cuantas impresiones, anécdotas y chascarrillos tan bien hiladas aquellas y contados de forma tan amena estos, que en más de un párrafo me he quedado con ganas de indagar, sugerir, matizar... Ah, la vieja costumbre de la charla entre amigos. Qué difícil va resultando ya y cuánto bien nos hacía. Disfruten.


Criterios informativos

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(Al hilo de los días). Coronavirus Today. Y no se pierdan este artículo de Nacho Escolar en el diario.es: 15 claves imprescindibles.

Divinas paradas

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 La conocida foto en que Ramón Massat logró retratar la prodigiosa estirada del cura guardameta 
fue tomada en Madrid, en 1959, en un partido entre “curillas”. Dicen las crónicas que, 
pese al instante milagrosamente recogido en la imagen, el disparo fue gol.
«Lo que vuelve imbatible al fútbol frente a los demás deportes —nos dijo el padre Conrado después del partido— es que... ¡como Iríbar no hay ninguno!». Y se reía a carcajadas. Aunque daba unos tirones de patillas algo salvajes y a veces unos capones terribles con la parte posterior del silbato, a partir de aquel día empezó a caerme bien y hasta acabamos siendo medio amigos. De él aprendimos algunas canciones en euskera que aún recuerdo (Maritxu, nora zoaz eder galant ori?...) y los gritos de rigor en San Mamés. Y es que, por aquellos remotos años, ser del Athletic («Del Bilbao», que se decía entonces) unía mucho.
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jueves, 5 de marzo de 2020

La Odisea (o sea)

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Cristina Garcia Rodero: vecinos del pueblo de Barcianos de Aliste (Zamora) contemplan
las fiestas de la Mascaradas de invierno, 1990.
Esperando a su Ulises, la señá Penélopa se las apaña para mantener a raya y como al tresbolillo a todos los moscones de Ítaca («que una tiene su pisquis», dice), aunque la impaciencia hace lo suyo y no puede reprimir una queja:
—¡Lo que tarda el jodío!
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La cara del que sabe...



(Audiciones en voz alta). Mucho me he acordado de esta canción de Amancio Prada, con inconfundible letra brotada del sabio y popular decir de Agustín García Calvo, ritmo contundente y verdades como puños. Se la oímos cantar en el recital aquel del Círculo de Bellas Artes en el que también estaba Carmiña Martín Gaite y desde entonces su trasfondo me ha salido al paso tantas veces en tantas caras —sin excluir, ojo, las de los espejos— que es ya una prueba irrefutable de la honda sabiduría que habita en la perspicacia verbal de los poetas verdaderos. Ciertos hábitos descritos en la canción puede que hayan variado en sus escenarios y habría sin duda que añadir otros usos, costumbres, redes... Lo que sigue ahí, impertérrita, reiterada, mascarienta, es “la cara del que sabe”.
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miércoles, 4 de marzo de 2020

La Rugienta

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Henri Cartier-Bresson: Kamondo Stairs, Estambul (Turquía), 1964.
La oía hablar con tanto desprecio y tanta oscuridad del deseo de los otros —«todas esas miradas viscosas», decía— y había en sus palabras un tan mal disimulado resentimiento, que comprendió que tal vez nunca hubiera sentido nada semejante. Ni probablemente lo iba a sentir ya nunca. Era el suyo un rugido sordo, ofensivo, inútil. Una verdadera deserción. «Au revoir, tristesse», estuvo a punto de decirle al despedirse. Pero no pudo.
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martes, 3 de marzo de 2020

Cita dudosa

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AJR, 2020.
(Al hilo de los días). Paseando por los alrededores de Manuel Becerra, de regreso de la sorprendente exposición que la FNMyT le dedica a Broto (dará que hablar, espero), me topo con esta publicidad vinícola que le atribuye a Lorca esa frase: «Me gustaría ser todo de vino y beberme yo mismo». No sé con qué fundamento. Si fuera cierta, está claro que hasta las mentes más sutiles sufren sus momentos de dura ofuscación. Quien esté libre..., etc.