Codex Manesse, f. 75v. Hacia 1305-1313. Página de Herr Heinrich von der Mure. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg. |
«Como era el más joven de la comunidad, aquel curso me correspondió la función de campanero. Fueron tiempos difíciles. Había que levantarse media hora antes que nadie y recorrer los gélidos pasillos del coloso de granito yendo camareta por camareta, celda por celda, puerta por puerta, haciendo sonar un gran esquilón, como de rebaño, y comprobando mediante los diálogos oportunos que todos los hermanos, profesos o no, y sus reverencias quedaban alertados y despiertos para que pudieran acudir puntualmente a los primeros oficios y cada uno al suyo. Fue precisamente en una de esas horas antes del alba cuando descubrí el cuerpo sin vida del hermano ecónomo, en muy extrañas circunstancias, aunque no sé si, como se dijo después, con la lengua ennegrecida. El caso es que no había pasado ni medio día cuando ya estaba allí, como llamado por un ángel, el muy renombrado fray Guillermo... De Baskerville, claro. Que a Ockam aún no habíamos llegado en las clases de historia de la filosofïa impartidas por nuestro profesor, el muy leído padre Unguis, y en consecuencia no estábamos en condiciones de aplicar sus métodos deductivos y mucho menos los principios de la famosa navaja. A decir verdad, ahora que ha pasado tanto tiempo y seguramente no quede vivo ya nadie a quien le importe, puedo confesar que fui yo mismo el que...» Lamentablemente, aquí se interrumpe el manuscrito, justo junto a una gran mancha carmín que ocupa casi media página y que, mientras la observo, me trae a la memoria algún verso escolar.
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