jueves, 16 de enero de 2020

In somnia

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Codex Manesse, f. 323r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Reinmar von Zweter. 
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Aprendí a cruzar las fronteras del sueño y a sortear los espacios turbulentos del otro lado. Logré recorrer el subterráneo del gran cubo y fui capaz de trepar por las altas paredes cubiertas de hiedra. E incluso conseguí vencer el miedo del salto al vacío hasta convertirlo casi en una rutina. Pero esta noche no sé qué hacer con el insomnio. Ganas me dan de subastarlo. Y que se lo quede el mejor impostor.
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miércoles, 15 de enero de 2020

Super flumina

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Codex Manesse, f. 319r. Hacia 1305-1313. Página de Herr Niune.
Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Hace tiempo que decidí fiarlo todo a la sensualidad y su fundamental instinto imaginario. La vida no es más que un río de palabras.
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martes, 14 de enero de 2020

Consumo cultural


¿Los hogares españoles gastan en cultura?(Al hilo de los días). Son interesantes los datos de este estudio sobre «consumo cultural» del que se hace eco el blog de Cedro. De él se deduce que cada hogar español gasta en consumo de bienes culturales (libros y prensa, cine, teatro, música...) una media de 1,87 € al día, el equivalente a lo que cuestan dos barras de pan de gama media. Los datos estadísticos siempre tienen en su contra, y por definición, el necesario peso y desenfoque de las generalizaciones. Pero son, a su modo, balizas en el terreno de la realidad y conviene tenerlos presentes para hacer pie en nuestras lucubraciones sobre lo humano y lo divino.

Ora et labora

Codex Manesse, f. 362r. Hacia 1305-1313.
Página de Rudolf der Schreiber. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Fueron aquellos años de intensos estudios, de aprendizaje de un lenguaje nuevo, de horas y horas en el scriptorium iluminando códices, de cantos litúrgicos al ritmo de las horas y de no pocas jornadas vertidas en los campos helados de la estepa entregado a arduas tareas agrícolas, y todo ello sin dejar de escrutar ni un solo día el punto aquel del horizonte por donde sabría que habría de llegar la señal que indicara el momento oportuno para decir adiós a todo aquello.
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lunes, 13 de enero de 2020

Linteo cumple años

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(Al hilo de los días). Por estas fechas, la editorial Linteo, con sede en la ciudad de Orense, cumple 20 años. Recuerdo bien la agradable sorpresa de su nacimiento, con un inolvidable libro-homenaje a Eduardo Blanco Amor (O fillo da florista, hoy ya una joya bibliográfica) y las grandes expectativas con que su fundador y director Manuel Ramos Méndez (amigo, además de muy querido primo-hermano) se lanzaba a navegar por el dificultoso mar de la edición, con las ideas muy claras y el entusiasmo intacto. Pasadas esas dos décadas, el balance es muy satisfactorio. Este reportaje de El Faro de Vigo lo cuenta con detalle, de modo que no repetiré información.
Aunque sí me parece de justicia llamar la atención sobre la que, a mi juicio, ha sido la principal contribución de Linteo en estos años: su muy valiosa colección de poesía, un repertorio insustituible en el que se dan cita, además de las ediciones de inéditos y obras fundamentales de JRJ, algunas traducciones ya canónicas —o en camino de serlo— de poetas como Anne Sexton, Robert Frost, Salvatore Quasimodo, Stefan George, Edward Thomas o Wilfred Owen, entre otros. A lo que hay que añadir títulos muy destacados de autores como Valéry, Heine, Yeats, Hölderlin, Adonis, Miguel Torga o Herta Müller. O el tan difícil como imprescindible Saint-John Perse, cuyo Vuelos, en cuidada traducción de Enrique Moreno Castillo, acaba de aterrizar en la serie. Sin olvidar la recuperación de libros fundamentales de la poesía gallega, como Barco sin luces, de Luis Pimentel, o la obra completa de Luz Pozo Garza. Y el teatro de Millán Picouto.
El buen olfato y los conocimientos literarios de Manuel Ramos —catedrático de literatura él mismo— y la atinada dirección del poeta Antonio Colinas se han traducido en más de medio centenar de títulos que, en su conjunto, suponen uno de los más valiosos empeños de alta divulgación poética acometidos entre nosotros en años recientes. Y que, además, ha sido llevado a cabo con una exigencia editorial y un cuidado dignos de todo elogio. Que no decaiga.

Posdata.
Leyendo el muy ameno y documentado El infinito en un junco, de Irene Vallejo, encuentro esta cita de la gran Sophia de Mello Breyner, que viene muy al pelo (al hilo de lino o linteum) de Linteo: «Pertenezco a la estirpe de aquellos que recorren el laberinto sin perder nunca el hilo de lino de las palabras». Dicho queda.

Carmina festorum

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Codex Manesse, f. 399r. Hacia 1305-1313.
Página de Meister Heinrich Frauenlob. Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
Hubo, en nuestra niñez y juventud, incluso cuando ya se insinuaba la madura edad, muy diversos tipos de fiestas, reuniones, cuchipandas, conciliábulos y saraos, y de casi todos ellos sacamos experiencias de bulla compartida, un montón de anécdotas mil veces narradas, no pocas boludeces y alguna herida acaso todavía inconfesable o incomprensible (aunque al final también eso se cura). Sin embargo, de todo cuanto soy capaz de evocar de esas y otras parecidas ocasiones, nada puede compararse, ni por asomo, a la claridad de los lugares donde me transporta la música.
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domingo, 12 de enero de 2020

Manuel Muñoz Moreno, in memóriam

La imagen puede contener: Manuel Muñoz Moreno, primer plano
Fotografía de Manuel Moreno tomada de la revista Oretania**.
Tristeza enorme. En la madrugada del viernes pasado, por una nota de Alfonso González Calero en su boletín, me enteré de la muerte (ocurrida el 6 de enero) del periodista y poeta Manuel Muñoz Moreno, un amigo de juventud de imborrable recuerdo. Con esa necrológica y el posterior comentario que Manuel Juliá publicó en su muro de FB, donde daba cuenta de su valiente y serena forma de despedirse, volvieron en bandada algunas escenas de aquellos años (finales de los setenta y primeros ochenta), las noches por los Cuatro Caminos, las interminables conversaciones ambulantes, el afán por encontrar la forma de dar cauce a tantas inquietudes. Y también los empeños compartidos en torno a La Troje (la primitiva, con formato de revista: sólo salió un número), que se fraguó en las proximidades de La Voz del Tajo». En este periódico, y en la cercanía de José Antonio Casado, primer director profesional del nuevo lanzamiento de lo que había sido La Voz de Talavera, Manolo hizo unos meses de prácticas y se vinculó durante un tiempo con la ciudad, y allí conoció a Begoña, que sería su mujer.
Manolo era un espíritu libre y apasionado. Y un conversador exigente. No se conformaba con cualquier razonamiento, exigía matices y contrastaba lecturas. Y siempre sometía los apasionamientos teóricos al banco de pruebas de los hechos. Creo recordar que por entonces, al tiempo que cursaba periodismo (estudios en los que se doctoró), trabajaba como educador en un colegio de internos y estaba atento a los nuevos usos pedagógicos y muy concernido por la importancia de la enseñanza como elemento para modernizar un país que a duras penas iba saliendo de las prácticas autoritarias y la falta de libertad. No recuerdo haber hablado mucho con él de temas políticos, si bien me parece que compartíamos ciertas premisas libertarias, la valoración de la conciencia (y consciencia) individual como principio de transformación de la sociedad y una visión utópica que propugnaba la creación poética como instrumento para la construcción de una nueva realidad. Más o menos.
Nos vimos poco en los últimos años, creo que la última vez fue en el 99, con ocasión de ocuparse él, con mucho cariño y toda su gran profesionalidad, de la impresión de un libro de poemas de Sagrario Pinto, mi mujer, que había sido premiado en Puertollano. Hace poco más de un año o así vi su perfil en FB y le envié un mensaje, pero no obtuve respuesta. Tal vez sólo uno de esos dedos aprobatorios («el gesto de Nerón» los llama alguien) que apenas dicen ni significan nada. O quizá ni eso. Las redes son sitios raros. Comprendo ahora que muy probablemente ya estuviera enfermo. Pese a andar por acá varios “amigos” comunes y muchos conocidos, nada supe.
La forma de despedirse, con un poema muy suyo y una suerte de “mensajes póstumos” completamente lúcidos, como dijo Paco Caro, sorprende por su serenidad. Pero también es, de nuevo, muy suya. Tiene que ver con un temple poético y una honradez moral sin coartadas. Y, después de tantos años, es para mí una prueba de que el ser lúcido, pasional, atormentado y noble que conocí siguió manteniendo ese impulso vital hasta el último momento.
Que la tierra le sea leve. Fue un privilegio ser su amigo.

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Aquì puede leerse su poema de despedida, publicado en Oretania.