lunes, 16 de diciembre de 2019
Nadie menos que...
(zoo)Lógicas nominales
Jan Miense Molenaer: El oído (de la serie Los sentidos), 1637, Mauritshuis, La Haya. |
—¡Vaale! ¡Dale!
—El urogallo es un ave que embiste.
—El camaleón ruge en su lecho.
—La marmota bota entre las olas.
—El leopardo se tiñe la melena.
—El canguro ladra seguro.
—La salamandra come almendras.
—El erizo se pone peluquín.
—La nutria no tiene patria.
—La elefanta bebe mirinda
—El camello oye.
—La lagartija en su bodega.
—El saltamontes, qué exagerao..., tan hiperbólico.
Y siguen, dispuestos a acabar con todo el repertorio y con nuestra paciencia. De modo que ¡chitón!
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domingo, 15 de diciembre de 2019
La poesía
Así viene a ser. Ese paisaje. Y esas sombras.
Bajo el peso de las constelaciones.
Del muro de Paco Caro.
Transbordo
Paul Delvaux: Solitude, 1955. |
Por más que lo intentaba no conseguía recordar el nombre de aquella persona cercana, una presencia constante entonces en su vida, que se había acercado a saludarle desde el andén cuando su tren nocturno llegó a la estación de la que tampoco lograba recuperar el nombre.
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sábado, 14 de diciembre de 2019
El relato de Fernando Estrella
Fernando Estrella, genio y figura. |
Hoy, tras algún tiempo y por una carambola, he vuelto a recalar en El Estado Mental y tras disfrutar —de nuevo— con varios de sus textos, o descubrir joyas como la que aquí enlazo, me parece que es obligado repicar el hallazgo por sí alguno de mis improbables lectores y mis confiados amigos quiere divertirse un buen rato y, de paso, acercarse a un lúcido retrato de aquella época.
El relato de Fernando Estrella, que fue miembro del grupo punkie mallorquín Peor Impossible, es un texto desternillante, tierno, enjundioso, un pequeña obra maestra del género que nadie con curiosidad, sentido del humor y buen gusto debería perderse. El que avisa... avisador.
La bella durmiente
Paul Gaugin: Mana’o tūpāpa’u o El espíritu de los muertos vela, 1892. Museo Albright-Knox, Buffalo, Colorado (Estados Unidos). |
Llegada la noche octingentésima, el narrador quiso consultar con Scherezade nuevos trucos para cumplir aquel extraño empeño. Pero la joven se había identificado tanto con la heroína de su último cuento, que dormía ajena a toda injerencia del exterior y libre de cualquier temor o desconfianza. Desconcertado, el narrador se quedó pensando que su suerte también dependía de encontrar las palabras adecuadas para vencer al sueño y mantenerse fuera del alcance de las aladas garras de la Negra Sombra. Y dedicó el resto de la noche a contemplarla.
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viernes, 13 de diciembre de 2019
El invierno ya está aquí
Francisco de Goya: La nevada o El invierno, 1786. Museo del Prado, Madrid. |
Una vez cuando era joven, mucho más joven, escribió en un verso, que entonces le pareció aunque hiperbólico también consistente, «las inclemencias de la carne». Pasado el tiempo, aunque a regañadientes pero no sin cierta satisfacción utilitaria, considera que tal vez hubo una vez en sus neuronas un aliento precoz de lucidez. Y se duerme acunado por el oleaje de la palabra “inclemencias”. Si será capullo...
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