sábado, 10 de agosto de 2019

Xente nova

Claustro renacentista del antiguo monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil,
en Nogueira de Ramuín (Ourense). Acoge un muy bien acondicionado parador de turismo.
Foto AJR, 2019.
Al llegar a Santo Estevo, todo está casi como siempre: el inverosímil emplazamiento, la fraga envolvente, la serpiente de plata del Sil (que, según dice Cunqueiro que sostiene el padre Sarmiento, significa «tierra roja»), el escudo de las nueve mitras, los tres claustros... La gran novedad son los dos monjes barbados, tal vez abades, a la entrada del claustro principal. Aún no conozco sus nombres, pero me resulta muy familiar su gesto de bienvenida. Se diría que se les han ido desvaneciendo las manos de tanto saludo. Seguro que hay tras ellos una historia apasionante.
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viernes, 9 de agosto de 2019

Calblanque

La imagen puede contener: océano, cielo, exterior, naturaleza y agua
Calblanque y sus calas, a vista de pájaro. Entre el Mar Menor y Cartagena, Murcia.
Esta es la playa del gran abrazo. Las tortugas lo saben y han regresado. Antes que ellas, desde la otra orilla, llegaron gentes desesperadas buscando algo. Vivir mejor, lo llaman. A veces, vivir a secas. Tierra de náufragos. Y del mar la belleza sin rodeos ni ringorrangos. Calblanque es una esquina del paraíso. Si pasáis por allí —entre La Manga del Mar Menor y Cartagena—, id y comprobadlo.
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jueves, 8 de agosto de 2019

Hablarle a Borges (23)

La imagen puede contener: Carlos d'Ors, primer plano
Las siempre en punto.
(Hablarle a Borges, 77). Dicen que Borges dijo o escribió: «Cada instante es autónomo». Y, casi de relámpago, se me ocurre: «Y todos trabajan para el patrón Tiempo, ese tirano».


(Hablarle a Borges, 78). Dicen que Borges dijo o escribió: «En la música es imposible separar el sonido, la forma y el contenido, pues son lo mismo. Cabe sospechar que sucede lo mismo con la poesía». 
Y se me ocurre: «Ergo, alguna sospecha fundada hay de que la poesía es una parte de la música. O, tal vez, la música con otras notas».



La imagen puede contener: 2 personas
Borges durante la grabación de un disco
de milongas, tangos y textos suyos
con Edmundo Rivero y Astor Piazzolla, en 1965.
La imagen puede contener: una persona, sonriendo
 Imagen de Borges tomada de Lo que Borges nos contó,
concebido por Santiago Kovadloff.
(Hablarle a Borges, 79). Dicen que Borges escribió: «Abel contestó: —¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes. 
—Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín—, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar».


Y se me ocurre: «Olvido como perdón. O viceversa. Este diálogo entre mitos o prototipos (digamos: entre entidades abstractas de la conciencia personificadas) ¿no nos ilustra sobre la dificultad para tomarnos en serio una vida desprovista de tales entidades? Y en suma, ¿no nos avisa de la catástrofe que puede implicar la pérdida de las humanidades, ya que no es solo la supresión de lo que esas figuras y otros argumentos significan y suponen, sino también el peligro real de que esos matices y complejidades desaparezcan de la conciencia humana y, en suma, de nuestra naturaleza?»

Arte y telómeros

El hilo invisible de la vida
Ilustración de  Eduardo Esttrada.
(Lecturas en voz alta). Nada hay más gratificante, desde el punto de vista intelectual, que el cruce de caminos entre la ciencia y el arte, esa visión del mundo que prescinde de los viejos departamentos estancos y, con mirada renacentista y tenacidad multidisciplinar (que se dice ahora), se esfuerza en volver a contemplar la realidad como un todo. Desde esa perspectiva está escrito este muy interesante artículo de María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas sobre el tema estrella del control del envejecimiento y el papel que en él desempeñan los telómeros, esa estructura de la célula que es la parte final de la molécula de ADN, y que, sin necesidad de recurrir a ningún uso metáforico (a no ser el directo o referencial), bien puede denominarse y con toda propiedad «el hilo de la vida». Un artículo muy estimulantemente, ilustrado además con un extraordinario dibujo de Eduardo Estrada que, en su composición, recuerda la grácil forma de una tarazana, el ingenioso artefacto de las ruedas de afilar que tantas veces han dado la vuelta al mundo.

Las fuentes

La imagen puede contener: exterior y naturaleza
Aguadores abasteciéndose en la fuente del Avellano, en Granada. Acuarela del siglo XIX,
probablemente a partir de una foto. 
Imagen tomada del blog de Bruno Alcaraz.
En noches como esta, hace alrededor de medio siglo o un poco más, recuerdo que por las calles empedradas de Eburia se desperdigaba una cola interminable de gentes que acudían con sus cántaros, cántaras, cantarillas, garrafones enmimbrados, botijos, botijas, alguna olla tripuda y otras alfarerías, a menudo portadas en carrillos de ruedas bajas, a las fuentes públicas de parco caudal y mucha paciencia para proveerse de agua potable y ver de remediar así una carencia secular de la muy noble y leal urbe. La circunstancia, ni que decir tiene, era ocasión propicia para charlas, chismorreos, juegos y todo tipo de bromas y chanzas sin malicia, o no tan Inocentes. Y mientras duró, junto con los puestos extendidos de melones de la Vega y sandías de Velada que se diseminaban por plazoletas y rincones esquineros, y con los baños en el entonces bronco Tajo, puede que fueran el verdadero santo y seña del verano y de sus ritos llenos de promesas e ilusiones que parecían interminables. Pero, como cantaban Los Módulos por aquellos mismos años, todo tiene su fin. Algunas cosas, felizmente. De otras..., mejor no decir más.
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miércoles, 7 de agosto de 2019

Las Catedrales

Pancho con la playa de Augas Santas, más conocida como «Las Catedrales», al fondo.
A Devesa, Ribadeo, verano de 2009. Foto: AJR.
Al igual que para otro amigo también ido, para Pancho el mar fue siempre “desde la orilla”. Ni el agua salada le hacía mucha gracia ni el ir y venir de las olas lograban entusiasmarle, incluso diría que le daban miedo o al menos le infundían un respeto disuasorio. Pero a veces, como aquel día cerca de Ribadeo, se le veía ensimismado a orillas de la playa. Era como si el sonido de algún concierto barroco, con graves y persistentes sonidos de rocas batidas por las olas, estuviera llegando hasta su prodigioso oído. Y esa música secreta que sólo él percibía parecía transportarlo a un estado de beatitud similar al que acoge sus cenizas desde hará pronto tres años.
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martes, 6 de agosto de 2019

Adiviendanza

La imagen puede contener: una o varias personas, exterior y naturaleza
Erik Werenskiold: Septiembre, 1883. Galería Nacional de Noruega, Oslo.
Lamillo volvió a tomar la palabra, mientas Rosalinda la miraba atentamente:
—No ruega que yo les diga si ya sé su capital. Pero os lo digo y he dicho hasta el país ¿que será?
Lamillo reía.
Tú..., ¿también?

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