Fotograma de Blade Runner. Foto IMDB |
La extraordinaria interpretación que Rutger Hauer hace de Roy Batty, con toda su enfática, verosímil y hasta heroica lucha contra la finitud y su rebelión contra el destino y el creador ausente, antes de la emotiva aceptación del fin («es hora de morir»), es justamente uno de los grandes momentos de la historia del cine, además de una de las más poderosas metáforas que el arte ha acuñado sobre la paradoja de la vida humana capaz de engendrar sueños inalcanzables. No es extraño que las famosas y hermosas últimas palabras del personaje, subrayadas por la conmovedora música de Vangelis, sean hoy el epitafio unánime que se le dedica al actor, tan inesperadamente fallecido.
No se debería, sin embargo, menoscabar algunos otros papeles de su larga trayectoria cinematográfica, de los que, en mi memoria, tiene especial brillo aquel Étienne de Navarra, capitán de la Guardia de Aquila, al que un hechizo y la maldición episcopal impiden vivir su amor excepto en la leve y fugitiva raya del amanecer. Me refiero, naturalmente, a Lady Halcón (Ladyhawke, 1985), la romántica historia de un amor imposible que, por motivos anecdóticos pero verdaderos, ha sido para mí una valiosa metáfora de cierta dimensión de las relaciones entre personas cómplices y los muy complejos laberintos del corazón humano. Descanse en paz.