jueves, 18 de abril de 2019

Menudos pájaros


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Bian Wenjin, conocido como “Jingzhao”: Tres amigos y cientos de pájaros, 1413.
Museo Nacional del Palacio, Taipéi (China).
El xaovín es un pájaro menudo que muchos domingos, sobre todo si hay sol y un poquito de fresco, viene a cantar junto a mi ventana. Ni que decir tiene que su nombre se debe a la frase que más repite en su canto: un «xa o vin, xa o vin, xa o vin», que es en realidad su forma de afirmar que está al corriente de todo o, como suele decirse, al cabo de la calle. Lo que también es literalmente cierto, pues suele cantar en el punto donde Nieremberg confluye con López de Hoyos, o sea, un lugar de encuentro nominal entre egregios humanistas de los que nadie se acordaría ya de no ser por alguna novela famosa y por el canto de estos pájaros tan aseados.
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miércoles, 17 de abril de 2019

Adiós a la lucidez de Manuel Alcántara,


Manuel Alcántara, en 2016
(Lecturas en voz alta). Echaremos de menos los artículos de Manuel Alcántara, su delicada inteligencia, su saber contar, su humor. Alguien que tenía como lema, al escribir, «no aburrir ni a Dios sobre todas las cosas» debería ser eterno.
Descanse en paz.

Nuevo diario de Hilario Barrero

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Mesa de novedades de la librería El Buscon, Madrid. Foto AJR.
(Lecturas en voz alta). Por fin ha llegado a El Buscón, la librería de La Prospe, Prospect Park, el diario bianual ya imprescindible de Hilario Barrero, en este caso el volumen correspondiente a los años 2014 y 2015, muy bien editado por Renacimiento en su «Biblioteca de la memoria». Aquí luce en el centro de la mesa de novedades. Ya me he lanzado a sus páginas a disfrutar de un ancho y cercano territorio ordenado por la mirada precisa de un observador excepcional y dibujado con la sensibilidad de un gran poeta.

Comparecen de nuevo los ecos de los trabajos y los días, los fantásticos viajes en metro, tan reales y a menudo épicos, la cercanía solidaria a los vecinos, el reconocimiento emotivo de los amigos —incluidas algunas extrañezas—, el gozo inacabable de la gran música y la gran poesía, la complicidad del amor que no cesa de decir su nombre (siempre un “tú” luminoso), el ritmo de la urbe... Todo ello compone un festín de palabras: eso son las anotaciones de Hilario desde el corazón de Nueva York, iluminadas a menudo por los fogonazos de la memoria más o menos remota (Toledo y la infancia al fondo), sostenidas siempre por una gran empatía con el paisaje y sus pobladores, y tan certeramente expresadas que nos permiten seguir el pulso de las horas y el ritmo de la vida como si fueran nuestros propios latidos.
En suma, por h o por b, más bien por ambas, un nuevo disfrute, otro fruto logrado de la maestría de un escritor en plena forma. Para no perdérselo.
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El abuelo

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Rafael Zabaleta: Campesino andaluz, 1952. MNCA Reina Sofía, Madrid.
El abuelo de El Gamo, allá en Tragacete, piensa que en la Administración, y en general en la política, hay mucha «gente barata» y que por eso nadie se preocupa como debiera de las hoces del Huécar y del Júcar, que son «la geografía más enjundiosa» que puede verse, y luego se queja de que una inspectora de turismo vino a su restaurante más que nada a «ponerse morá de morteruelo» con la excusa de soltarles a los reunidos unos «rollos navarros» y terminó la cosa «echándonos una ‘penícula’ de Riotinto, que nada tenía que ver con esta tierra, la muy cabrona...» No me quedó en absoluto claro a quién —inspectora, película o tierra— estaba dirigida esta última expresión.
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lunes, 15 de abril de 2019

Ver arder Notre Dame...

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Notre Dame en llamas. Foto de autor desconocido.
Ver arder Notre Dame es otra herida que marca nuestra vida. La esbeltez de esa aguja derribada, el espeluznante abrazo del fuego, las gigantescas ascuas captadas a ojo de dron, los óculos del rosetón atravesado por rojas lenguas implacables..., todas esas imágenes nos perseguirán ya para siempre. Frente a ellas, el contrapunto de ese ave ligera que cruza volando justo en el momento en que la aguja se troncha. Y los cantos religiosos de la multitud congregada en torno al templo en llamas. Notre Dame des Larmes, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos.

Bajo el sol de Festos

Disco de Festos.
(Este yo que ya es tuyo)
Para poner la mano sobre el fuego
preciso (es) que tus ojos estén cerca.
El vicio de mirar(te) es mi más terca
costumbre, ( y ) mi más preciado juego.
Nunca puedo dejarte para luego
sin pensar (o) extrañarte. Tu luz cerca
mi cuerpo en surcos, (que) arden si se acerca
de los tuyos la llama a mi sol ciego.
Sólo seré real mientras me quieras,
si me miras será verdad (ya) el mundo,
mi nombre (es) nadie y ese que tú sabes.
Quedan atrás los fuertes, las fronteras,
lo que está ya de más y lo profundo:
(tú) eres la puerta y (yo) te doy mis llaves.

Los sastres

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Giovanni Battista Moroni: El sastre, 1565-1570. National Gallery, Londres.
—Hay hilos que no se acaban nunca —dice el maestro del corte.
—Ni nunca llegan a construir de verdad algo que arrope —responde el aprendiz maduro.
—Ah, el arrope, con ese dulzor un poco repulsivo. 
—Sí, jefe, pero también la necesidad de vivir bien resguardados en la intemperie.
—¿Intemperie, dices? Pues creo que le tira la sisa.
—Ah, no lo sabía...
Y seguían laborando, entre la tela que cortar y el jaboncillo del marcaje. Tal vez crean que no morirán nunca.
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