Heridas visuales

Contemplando la Venus de Milo, siglo II aC., Museo dell Louvre.

«Conciertan de tal modo los diferentes felinos sus pesquisas...», leyó en la siguiente página del cuaderno, «que ya nada le importaba que le entendieran o no». Eso fue justo antes de venir aquí a dar señales de vida. La imagen lo había estado persiguiendo por distintas pantallas y ahora no tenía más remedio que rendirse a ella, de forma parecida a la manera simple y espontánea con que Rilke, el poeta, en aquel testamento, se rindió a un amor impenetrable.

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El golem

Hugo Steiner-Prag: ilustración para la primera edición de Der Golem,
de Gustav Meyrink, 1885.

«Tal como se están poniendo las cosas —me dice nada más verme—, tal vez convenga proveerse, como en el poema aquel de Borges, de un golem, robot o mismamente dron, que pueda proporcionarnos una visión áurea o baremos fiables». Y, tras una breve pausa, remata: «Y aunque no nos sirva, siempre podremos dedicarle después a que nos barra y ordene las redes sociales».

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La dueña de las palabras

La filóloga Maria Moliner.

Gracias, María Moliner.

Luz apagada

En La Posada nos unimos a la Hora del Planeta. Una iniciativa que debería formar parte de nuestra vida cotidiana. Ya no caben excusas.

El primer recuerdo

Lyonel Feininger: El hombre blanco, 1907. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.

«¿Cómo era, Dios mío, cómo era?», y empezaba de nuevo a contar.

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El punto ciego

Berthe Morisot: En el balcón, 1871-72. Col. Particular.

«Suele ocurrir —decía ella— que lo más importante lo tenemos a menudo delante de los ojos y con frecuencia aún está por descubrir».

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Mensaje cifrado

Capitel románico; probablemente, Daniel en el foso de los leones (detalle). 
Ermita de San Pedro de Tejada, Puentearenas, Merindad de Valdivielso (Burgos).

«Leí, nadé, cacé. Daniel».
El mensaje en mi correo electrónico no dejaba lugar a dudas. El profeta-bumerán había vuelto a las andadas.

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