sábado, 23 de febrero de 2019

La metamorfosis

La imagen puede contener: exterior
José Benlliure y Gil: La visión del Coliseo. El último mártir (fragmento), 1885. Museo del Prado, Madrid.
No supimos nada de su verdadera condición hasta que un día, tras un pequeño seísmo, se abrió una grieta en la cueva y penetró por ella un surco de luz que, al dar de lleno en su bulto oscuro, lo transformó en una especie de antorcha y lo lanzó hacia el exterior, convertido en una blanca ráfaga zigzagueante, y no volvimos a verlo. Alguien dijo que se llamaba Lucifer, pero nunca ha habido quirópteros con ese nombre.
...

viernes, 22 de febrero de 2019

In Paradiso

La imagen puede contener: una persona
Piero di Cosimo: Retrato de Simonetta Vespucci, h. 1480-1490.
Musée Condé, Chantilly (Francia).

L E V E 
E D A D
V A L E

E D E N

                            (4 x 4)

jueves, 21 de febrero de 2019

Hablarle a Borges (15)

La imagen puede contener: una persona
(Hablarle a Borges, 53). Dicen que Borges dijo o escribió: «Aún ahora, que no puedo leer los libros, su mera cercanía me produce una suerte de felicidad: a veces, una felicidad un poco nostálgica, pero felicidad al fin». 
Y de forma espontánea: «Aquí están, maestro, las palabras clave de este asunto de los libros y la lectura: suerte, felicidad, nostalgia. Y la más importante de todas: aún (también, y acaso preferible, aun)».


(Hablarle a Borges, 54). Dicen que Borges dijo o escribió: «La imaginación y el amor podrían transformar el universo en el espacio de un segundo, si verdaderamente lo quisieran. El paraíso está aquí». 
Y se me ocurre: «El paraíso, en efecto, está en ese condicional: si (la imaginación, el amor) lo quisieran o quisiesen, pero... Parece que al amor le falta imaginación. Parece que la imaginación no ama lo suficiente. Chi lo sa?»





La imagen puede contener: una persona, sentada
(Hablarle a Borges, 55). Dicen que Borges dijo o escribió o, más probablemente, contestó alguna vez en una entrevista: «Uno puede fingir la inteligencia, pero no puede fingir la felicidad». 
Y se me ocurre: «Pues, maestro, tal vez en un primer vistazo sea así. Pero a poco que se presta atención, ¿no ocurre justo lo contrario? Hay mucho bobalicón que da el pego permanente de una extraña bienaventuranza, pero es difícil que un tontinabo con ínfulas nos la dé por mucho tiempo».

Un grito en la noche

La imagen puede contener: una o varias personas, personas caminando y exterior
Fotograma de Mi calle (1960), película de Edgar Neville.
La última vez que lo vi, aún vivía. Pero ahora ya anda también por acá y sigue fiel a sus viejas costumbres. Cuando comienzan a espesarse las sombras, se pone su capote, agarra el chuzo y el manojo de llaves y se va caminando, por el lado más claro de la niebla, hacia las voces que no dejan de reclamarlo:
—¡Sereno, sereno!
Tengo la impresión de que no sabe que está muerto. Y las voces tampoco.
...

miércoles, 20 de febrero de 2019

Sobre eso

La imagen puede contener: una persona, interior
Joaquim Mir: Els cantaires de l’Aleixar.
—Y todo esto, ¿de qué sirve?
—Se refiere usted a...
—Sí, a eso.
—Pues no sabría qué decirle.
—Deduzco entonces que usted es también de mi bando.
—¿Su bando?
—Sí, el PPP.
—¿?
—La Puta Permanente Perplejidad.
—¡Collons!
...

lunes, 18 de febrero de 2019

Torsiones

La imagen puede contener: cielo, nubes, árbol, rascacielos y exterior
Cauces al cielo. ©️AJR, 2019.


(Gimnasia matinal)

Anda a la greña el mundo con tu alma.
Lo sabes bien aunque no te des cuenta.
Cada mañana es nueva si se inventa
Las viejas formas sin perder la calma.
Y por salir del paso vas al alma-
Zen (vieja broma) del sentir la lenta
Subida blanca de la luz, atenta-
Mente en su espejo reflejada. Y clama
—en un desliz sutil no inoportuno—
Tu corazón al borde de la niebla
Y es su palabra un falso movimiento
que lo trastoca todo: frente al Uno
Mismo y su Yo, la multitud que puebla
Tu ser reclama su ración de viento.

El hombre del saco

La imagen puede contener: personas sentadas
El repartidor de hielo en la calle de Los Metges, de Barcelona, en 1960. Foto de Eugeni Forcano.
La gran novedad de aquel verano fue la llegada a casa del armario-nevera. Permitía refrescar las bebidas y otros alimentos gracias a los grandes trozos de hielo que se depositaban en un recinto provisto de una especie de bandeja metálica. El suministro lo hacían a domicilio hombres no siempre sospechosos pese a ir equipados con unos sacos de arpillera sobre los que apoyaban las sólidas barras goteantes. En todos estos años no he podido olvidar al vendedor de hielo. Ni tampoco quitarme de la cabeza el garfio con que segó mi vida.
...