lunes, 11 de febrero de 2019

La Red

La imagen puede contener: árbol, cielo, exterior y naturaleza
Globo de nuevo año chino, en Usera. Foto: AJR, 2019.
Es un tortuoso hilo interminable
y no se acaba nunca su hilatura:
la Red de redes es la cuadratura
del círculo concéntrico. Y es probable
que la conciencia humana y su inestable
dimensión irreal, que no se cura
sino con la presencia, esté en la oscura
hora ciega de un alma inhabitable.
¿Cómo medirlo entonces, cómo darle
al vértigo de ser la consistencia
de un cuerpo de verdad y al ala vuelo?*
Metáforas gastadas, vieja ciencia
poética y profética: hay que hallarle
en este sinvivir un cielo al suelo.
(O quizás al revés: que el cuerpo tenga
en sí mismo la fe que lo sostenga).

*Nota al pie (cita sobrevenida):
«¡Qué fácil es volar, qué fácil es!
Todo consiste en no dejar que el suelo 
se acerque a nuestros pies.
Valiente hazaña: ¡el vuelo!, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!».
(Antonio Machado)

La turba

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Alberto Durero: Los cuatro jinetes del Apocalipsis (grabado), 1498.

Acabados los créditos de la vieja chiripa, al vaticinador de males sin cuento y de jeremiadas espeluznantes no le quedaban más opciones que la de proferir barruntos al buen tuntún.
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domingo, 10 de febrero de 2019

Matria

«¿Dónde están tus ojos? ¿Dónde están tus manos?¿Dónde tu cabeza?». Casi medio siglo después —¡sí, medio siglo!—, las preguntas de la linda muchacha siguen abriendo grandes interrogantes. Y fuertes nubarrones en el cielo.
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sábado, 9 de febrero de 2019

Las gallinas

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Alexandre Le Carpentier: Dando de comer a las gallinas.
De todos los animales con los que convivíamos en el Corralón —caballos, mulas, palomas, conejos, algún corderillo, ay, gatos..., ningún perro: papá los temía—, los más peculiares siempre me parecieron las gallinas. Me encantaba ir a recoger sus huevos, meter la mano en los nidales calientes (no siempre salían limpias) y, sobre todo, observar sus cocómicos andares, que a veces me dedicaba a imitar durante un rato, antes de cocorrer tras ellas para espantarlas y verles aquellos remedos de vuelo entre aleteos torpones. Hubo, sin embargo, un hecho que las elevó para siempre en mi coconsideración: cuando descubrí que eran las protagonistas de una adivinanza que me enseñó alguien —quizás la señora Anselma— y que aún me sigue pareciendo muy divertida. Decía: «Una señorita muy enseñoritada cocon muchos remiendos y ninguna puntada». Desde entonces las gallinas, hasta su cacasi olvido reciente, me han parecido una especie de zíngaras vestidas cocon múltiples sayas, asaz pintorescas, requetevistosas, provistas de una peculiar cococoquetería y cacapaces de las más imaginativas acciones. Menos mal..., porque me ha tocado vivir esta nueva reencacacarnación con su plumaje.
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viernes, 8 de febrero de 2019

Távora

Salvador Távora
Salvador Távora, fotografiado por Valerio Merino («La Voz de Cádiz»)
(Lecturas en voz alta). A Salvador Távora, que acaba de fallecer en Sevilla, y a su grupo teatral La Cuadra le debemos muchos el descubrimiento de lo que el teatro tiene de experiencia física directa, no sólo como un lenguaje que habla a la mente, sino que implica a todo el cuerpo, convirtiéndolo en algo así como un instrumento musical de acordes vitales. Esa fue la lección que aprendimos con el montaje de Los palos, verdadero epítome del esfuerzo físico sobre un escenario. Del mismo modo que con Quejío nos habíamos aproximado a las posibilidades dramáticas del flamenco, cante y baile, en un formato hasta entonces casi inédito, diferente de los espectáculos coreográficos de, por ejemplo, Antonio Gades, y coincidente con parecidas incursiones hechas desde una perspectiva estrictamente gitana, como fue el inolvidable Camelamos naquerar, de Mario Maya y su grupo.
Hace ya ahora más de los proverbiales (y fatídicos) 40 años, esas y otras novedades formaban parte de la actividad cultural del Johnny, el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid, de cuya comisión de teatro tuve el honor de formar parte durante un par de años. En ese contexto, la posibilidad de tratar de cerca y poder asomarse un poco al mundo de artistas como Távora fue todo un privilegio. La fuerza de aquellas “revelaciones” sigue viva y afloran a la conciencia cuando la vida nos va demostrando, sin pausa y sin histerias, que estamos abocados a ver cómo “arden las pérdidas”, que dijo un poeta, y a seguir viviendo “entre tantos adioses”, que escribió otro. Buen viaje, maestro.

El orador

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Leon Gooddman: El orador.
Juraría que entre las pausas rimbombantes de su alocución, como un contrapunto indeseado pero no incongruente, sostenido, profundo, minucioso, se oía el inconfundible rasgueo de un roncar.
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jueves, 7 de febrero de 2019

Leer o husmear

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Bulldog francés leyendo la prensa inglesa. Foto: Patryk Kosmider.
—Aquí dice que el lector cibernauta es un can sometido a los reclamos permanentes de todas las esquinas.
—Tal vez por eso los faldones de la inmensa mayoría de la prensa digital están repletos de franjas llenas de orín.
—No me había dado cuenta.
—Pues fíjese y verá.

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