viernes, 8 de febrero de 2019

Távora

Salvador Távora
Salvador Távora, fotografiado por Valerio Merino («La Voz de Cádiz»)
(Lecturas en voz alta). A Salvador Távora, que acaba de fallecer en Sevilla, y a su grupo teatral La Cuadra le debemos muchos el descubrimiento de lo que el teatro tiene de experiencia física directa, no sólo como un lenguaje que habla a la mente, sino que implica a todo el cuerpo, convirtiéndolo en algo así como un instrumento musical de acordes vitales. Esa fue la lección que aprendimos con el montaje de Los palos, verdadero epítome del esfuerzo físico sobre un escenario. Del mismo modo que con Quejío nos habíamos aproximado a las posibilidades dramáticas del flamenco, cante y baile, en un formato hasta entonces casi inédito, diferente de los espectáculos coreográficos de, por ejemplo, Antonio Gades, y coincidente con parecidas incursiones hechas desde una perspectiva estrictamente gitana, como fue el inolvidable Camelamos naquerar, de Mario Maya y su grupo.
Hace ya ahora más de los proverbiales (y fatídicos) 40 años, esas y otras novedades formaban parte de la actividad cultural del Johnny, el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid, de cuya comisión de teatro tuve el honor de formar parte durante un par de años. En ese contexto, la posibilidad de tratar de cerca y poder asomarse un poco al mundo de artistas como Távora fue todo un privilegio. La fuerza de aquellas “revelaciones” sigue viva y afloran a la conciencia cuando la vida nos va demostrando, sin pausa y sin histerias, que estamos abocados a ver cómo “arden las pérdidas”, que dijo un poeta, y a seguir viviendo “entre tantos adioses”, que escribió otro. Buen viaje, maestro.

El orador

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Leon Gooddman: El orador.
Juraría que entre las pausas rimbombantes de su alocución, como un contrapunto indeseado pero no incongruente, sostenido, profundo, minucioso, se oía el inconfundible rasgueo de un roncar.
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jueves, 7 de febrero de 2019

Leer o husmear

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Bulldog francés leyendo la prensa inglesa. Foto: Patryk Kosmider.
—Aquí dice que el lector cibernauta es un can sometido a los reclamos permanentes de todas las esquinas.
—Tal vez por eso los faldones de la inmensa mayoría de la prensa digital están repletos de franjas llenas de orín.
—No me había dado cuenta.
—Pues fíjese y verá.

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miércoles, 6 de febrero de 2019

Tafenos da Gaurra


(Audiciones en voz alta). No por casualidad, el barallete, la jerga de los afiadores y otros viejos oficios caminantes de Nogueira de Ramuín y alrededores, me sale hoy al paso por aquí y allá, de modo que no tengo más remedio que hacerme eco. En el último disco de Luar Na Lubre, todo él dedicado a la Ribeira Sacra (2017), figuran estos «Tafenos da Gaurra», o «Diablos de la Noche», que sacan un gracioso partido de la lengua secreta y, con sonora alegría saltimbanqui, recrean algunas emociones nocturnas pegadas a la belleza de uno de los paraísos naturales del más acá. No sé si acaban de gustarme los “monos” que invaden el vídeo, pero tampoco están muy lejos de ciertas trapalladas que hacen del arte y de la vida un espacio travieso. Brote e barrosante! (O lo que es lo mismo: «¡Pan y música!»).

El caminante

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Alfonso Rodríguez Castelao: cubierta de Cousas (1926 y 1929).
(A mi padre)
Pai Antón llegó a la encrucijada y probó con las llaves antiguas: ninguna parecía servir. Recordó entonces que en el bolsillo del sabitelo, una especie de guardapolvos que utilizaba en casa, tenía guardado el papel que le diera su madre, Nai Manoela, para casos difíciles. Y, en efecto, allí estaban las palabras cabales del viejo barallete que, como a O’Ladino y su Séseme, le sirvieron para abrir la puerta santa. Así pudo pasar al otro lado y continuar la ruta.
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martes, 5 de febrero de 2019

Telón

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Interior del Teatro Cervantes de Tánger, de propiedad española. Foto de Carlos Rosillo.
Recluido en su concha, «igual que el iris de una perla enferma» (que dijo Luis Cernuda), con un reguero de saliva y otro de sueño cayendo sobre los papeles del acto final, cubierto por las gigantescas telarañas del teatro cerrado hace años y a punto quizá de empezar a apergaminarse como carne de momia..., veíase al apuntador.
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lunes, 4 de febrero de 2019

Visión

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Selfisombra entre dos luces. Foto: AJR, 2019.
Sangraba silenciosa aquella imagen
antes de contemplarla, en la ventana,
caída del alfiz de la mañana, 
vestida del color de los ultrajes.
Y era sombra también, canto inocente
arrojado a la vera del camino,
sus sospechas trenzaban el delirio
de la mano que no es lo que parece.
El hilo de esta trama se amalgama
al compás de los átomos insomnes,
con sus altos coturnos y embelecos.
A ras de suelo vibra leve el alma
de las cosas, y el sueño de las flores
llena de luz la niebla del desierto.
Qué dulce era la miel que tú me dabas
envuelta en el rubor de tus palabras.