lunes, 14 de enero de 2019

En ámbar

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Daniel Canogar: Araña III, 2008. Instalación: fibra óptica, 24 terminales zoom, 24 diapositivas.
 Col. de arte de la Fundación Cocacola. En exhibición en el Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

(dodecasílabos)

Acaso es el nombre del azar seguro.
Tal vez tiene en ámbar sus dos parpadeos.
Quizás no se sabe si baja o si sube.
Depende del punto de vista elegido.
En sus intersticios de ritmos pausados,
como el que camina por dobles senderos,
hay en la belleza del hablar un halo
que ilumina el centro de tu pensamiento.
Registro de dudas, su tono conturba
el sonar nocturno del clamor de fondo
que vierte en tu sangre la canción antigua.
Al final, no esperes que haya una sorpresa:
tú eres quien maneja la corriente. Rema.
Sin esfuerzo nunca llegarás a puerto.

Juan Cueto

Juan Cueto (1942-2019)
Ha fallecido Juan Cueto, escritor, comunicador, hombre de una enorme curiosidad creativa, apoyada en una muy sólida cultura humanística, y provisto de un especial instinto para detectar el signo de los tiempos. Cueto, que en su momento fue o pudo ser discípulo predilecto de Gustavo Bueno, abandonó las aburridas promesas de una brillante carrera académica y se dedicó toda su vida a indagar en «la modernidad y sus postrimerías», en el modo sutil —o no tanto— con que las circunstancias y los fenómenos de todo tipo van delineando «lo que nos pasa y lo que se nos viene encima», siempre desde una muy atenta mirada a los prodigiosos cambios en los medios de comunicación, cuyo naturaleza y capacidad de impacto supo valorar como casi nadie entre nosotros. Y un par de “temporadas” antes.

En los años ochenta y primeros noventa tuve la suerte de tratarlo de cerca, como editor de dos de sus libros y como crítico teatral de Los Cuadernos del Norte, tarea que él me encomendó generosamente. La creación y dirección de esa revista, que en su momento fue todo un modelo de activismo cultural inteligente, y su labor profesional en la puesta en marcha de la televisión privada “de calidad”, fueron logros objetivos de una capacidad de trabajo que, en el campo de la obra propia, tendía a dispersarse en múltiples y fragmentarios frentes, y en una enorme variedad de ideas brillantes, de metáforas audaces, de teorías felices que acaso estaban reclamando una síntesis sistemática y libresca, aunque la dispersión y el bullicio intempestivo eran parte esencial de su modo de ser y quizás el fundamento de su inmensa capacidad de seducción.

Aunque sabía de su enfermedad, me ha entristecido hasta las lágrimas su pérdida. Sé que con él abandonan definitivamente este lado de la realidad mis sueños juveniles, algunos de los cuales aún deambulaban desde hace años como fantasmas por los corredores del tiempo y la memoria. 

Gracias, amigo, nunca olvidaré aquellas increíbles, infinitas, charlas de “trabajo” a media mañana, la incesante búsqueda de “otra vuelta de tuerca” y del último síntoma social que pudiese visualizar lo intuido, ni las divertidas, casi mágicas, horas de Compostela. Fue un honor, maestro. Buen viaje.

La u de uña

Lorraine Christie: They Met Most Afternoons.
—No soy poeta pero tengo un paraguas. Así que usted verá.
—Eso es un plagio y usted lo sabe.
—Un homenaje, más bien. 
—Ya. Lo cierto es que encaja.
—¡Como una uña!
—¿Otro homenaje?
—Sí. Y otro paraguas...

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domingo, 13 de enero de 2019

La t de taburete

Ilustración del artista colombiano Julián de Narváez (n. 1977)
«Hombre, joven —me dice, remarcando la condescendencia—, por fin una palabra donde poder sentarse». Siempre he dicho que lo mejor de estas cacerías verbales son los ”leones”. Palabra de domador. A pie de pista.
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sábado, 12 de enero de 2019

La s de salmodia

Lucas van Leyden: David tocando el arpa ante Saúl, 1508.
Sabía ser sibilino. Solía suplicar satisfactoriamente. Se significaba sonriendo suave. Salivaba sentencias sigilosas sopesando susurrar sandeces señaladamente siniestras. Sometidas sus salvajes sensaciones, simulaba sones sumisos.
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viernes, 11 de enero de 2019

La r de retruécano

José Santiago Garnelo y Alda: Autorretrato, 1912.
—Porque ocurre que los nombres que nombran los hombres no nombran los hombres que nombran los nombres —peroraba desde un rincón de la barra, tal vez buscando un gesto de asentimiento.
—Ya sabía yo que era usted un analista fino —le contestaba el otro, sin dejar de correr en la cinta.
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