lunes, 26 de noviembre de 2018

Al Cristo de Dalí

La imagen puede contener: noche
Dalí: Cristo de San Juan De la Cruz (reproducido en b&n), 1951. Museo Kelvingrove, Glasgow, RU
En la mueca de un sol despavorido
se recuesta tu pena de esperanza
y tu lecho de hollín busca alianza
entre sombras, papel, leño y olvido.
Cortas líneas de un eje ennegrecido
por la curva del miembro que se alcanza.
Cuatro conos de carne son la lanza
que te inserta en el prisma derretido.
De jirones rebeldes y espesura
se corona tu pelo, sol oscuro,
insipiente del cerco de la sierra.
Si tu nombre se escribe ya en la altura,
entre espejos de amor, triángulo puro,
¿por qué inclinas tu rostro hacia la tierra?

(El Escorial, 1973)

Deja de decir tonterías

La imagen puede contener: una o varias personas
Goya: Las viejas (también conocido como El tiempo o Hasta la muerte), h. 1810-1812.
Palais des Beaux-Arts de Lille, Francia.
Me encontré con ellas poco antes de llegar al portal. Caminaban muy lentamente y sin querer fui oyendo, y luego ya, queriendo y escuchando:
—Deja de decir tonterías, vale ya de decir tonterías, que siempre están diciendo las mismas tonterías. Que no tienes ganas de... (inaudible). Todos lo años igual. Que no tienes ganas de (ilegible)... ¿Pero has tenido alguna vez ganas de algo?
Y se perdieron por las calles dudosas del otoño.
...

domingo, 25 de noviembre de 2018

Edición genética


(Leído en voz alta). Pudiera ser, como ya ha ocurrido otras veces, un «postureo cientifista» en esa carrera por llegar antes que nadie a la posthumanidad. Pero lo que también parece obvio es que, si no se ha producido, no tardará en producirse esta aplicación de la edición genética para crear humanos sin previsibles "taras" previas, quién sabe si también a la carta. El asunto tiene tan graves implicaciones, que extraña que no sea una cuestión situada en el centro del debate social. Aunque, claro, es muy difícil saber de lo que se está hablando realmente en un tema que queda, además de para expertos de muy alta cualificación, reservado para decisiones que no parece que sea posible tomar de cara a la opinión pública. Y sin embargo... Son tantas las dudas que me asaltan leyendo esta y otras informaciones similares que, honradamente, lo único que puedo decir es que me parece necesario leerlas y, sobre todo, tratar de entenderlas. Y en esas estamos.

Estilo según la RAE



(Leído en voz alta). Sin haberlo podido examinar, me parece una buena noticia la publicación de este Libro de estilo de la lengua española, avalado por la Real Academia de la Lengua, aunque sin carácter normativo. Su objetivo es poner una herramienta de edición útil al alcance de los "escritores digitales", de cara a fomentar un uso del idioma no sólo correcto sino adecuado a las peculiaridades y exigencias comunicativas derivadas de las nuevas tecnologías. 
En la línea, es de suponer, de la admirable tarea que viene realizando la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y en sintonía, es de esperar, con obras clásicas de la materia, como son los libros de estilo de El País o de la Agencia Efe, esta nueva obra, editada por Espasa, debería servir para reducir la creciente falta de exigencia que se viene observando en el uso del idioma, incluso por parte de medios de reconocido prestigio. Sería de desear, también, que la obra estuviera cuanto antes disponible en la Red, de modo que su consulta fuera lo más cómoda posible y de forma acorde con los nuevos usos sobre los que trata.

El retorno

No hay texto alternativo automático disponible.
Twins Seven Seven: View Obatala Priest in the Shrine, 1978.
Zurcía y xerografiaba Walterio viejos unicornios tan sabiamente retratados que parecían obsesivos ñúes númidas midiendo los kilómetros jubilosos, incluso haciendo gráciles figuraciones en desiertos casi bosquimanos antiquísimos.
(Criatura alfabética puramente imaginaria; se la debía a Paco Caro).

sábado, 24 de noviembre de 2018

Pellicena, el eco de un apellido

José Luis Pellicena (foto tomada de aquí).
(Lecturas en voz alta). Como dijo alguien, también fallecido, cada día se muere gente que no se había muerto nunca. Y aunque sea ley de vida, es imposible acostumbrarse. Hoy (en realidad hace dos días, pero acabo de enterarme) le ha tocado el turno a José Luis Pellicena, a los 85, y la noticia me produce un salto hacia ese vacío extenso que engendra cierta dimensión de la memoria que ya parece pertenecer a otro, de tan lejana y hasta legendaria como nos resulta. Pellicena es un nombre y una voz asociados para mí, a la vez, al descubrimiento del teatro de calidad (a través de la tele, en especial el inolvidable Estudio 1, aunque no sólo) y a la literatura de “intriga y misterio”, por medio también de algunas series míticas de televisión, en las que Pellicena tuvo un papel importante, y, casi simultáneamente, a menudo en connivencia, por la lectura de las “narraciones extraordinarias” de Poe, una de las primeras y más intensas revelaciones que recuerdo haber tenido del valor de la escritura como experiencia capaz de trascender el mundo. Pues bien, el sólo nombre “Pellicena”, como también “Dicenta”, “Rodero”, “Bódalo”, “Merlo” o “Sala” o “Gutiérrez Caba”, por decir los primeros que se me vienen a la cabeza, configuran en mis recuerdos una especie de panteón de sensaciones y descubrimientos irreemplazables, y de naturaleza, si no inmortal, sí en cierto modo imperecedera, al menos mientras mi memoria sea capaz de avivarse y por más que las necrológicas de los periódicos se empeñen en recordarnos, cada día, por quién doblan las campanas. Esta tarde buscaré en Internet —esa memoria auxiliar casi milagrosa— algunas escenas de aquel tiempo. Y volver a verlas, en homenaje a los que ya no están, será una forma imaginaria pero también consoladora de hacerle un inútil pero consciente corte de mangas a la Gran Tramposa que siempre juega con las cartas marcadas. Amén. O «Ansi soit-il», que un poco antes de por aquel entonces nos había enseñado a decir Père Ignace.

La decisión

Carl Spitzweg: Der Bücherwurm («El ratón de biblioteca»), 1850. 
Museo Georg Schäfer, Schweinfurt, Alemania.
Cuando comprendió que no iba a poder leerlo todo comenzó a desleír los libros en el té de media tarde. A uno por día, a veces uno y medio, tal vez llegara a tiempo para cuando sobreviniera el momento de la siguiente reencarnación.
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