lunes, 19 de marzo de 2018

Fariña: el relato necesario

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Foto de Raquel Moraleja. Tomada de aquí.
(Lecturas en voz alta, 🕵🏼‍♂️67). Fue este artículo de Manuel Jabois el que, por las mismas fechas de su publicación, me descubrió el ahora ya famoso libro de Nacho Carretero, secuestrado por motivos cuando menos discutibles, aunque puede que plenamente justificados en términos jurídicos. Sin dejar de decir que me parece lamentable lo que esa medida sin duda tiene de atentado objetivo contra la libertad de expresión, tampoco ocultaré que, en el fondo, va a ser «providencial» para la difusión del libro y, de paso, también para la serie de televisión en él basada, cuyos espléndidos primeros capítulos se han emitido ya con una muy buena audiencia. Fariña, que leí de forma casi compulsiva en dos sentadas, y luego regalé a un muy buen amigo concernido —geográficamente, sobre todo— por el tema, es un reportaje-ensayo en verdad apasionante, extraordinariamente bien enfocado, brillantemente resuelto, y no carente de un valor literario que me parece entra de lleno en las más destacada virtudes de aquel viejo «nuevo periodismo» (Tom Wolfe et alii) que tan en boga estuvo hacia los años setenta, y que, sin llegar a imponerse en sus principios teóricos, sí puede ser identificado como una de las líneas maestras del periodismo en los últimos decenios.
Ahora, en una tan brillante como hermosa iniciativa, los libreros madrileños han puesto a disposición de los lectores una herramienta que permite leer la obra secuestrada extrayendo las palabras que la componen de las entrañas mismas del «Quijote», es decir de su “Mancha” textual. Nada más cercano al espíritu del ingenioso hidalgo que, si ayer se removía en su gloria ante el temblor de los molinos de Consuegra, hoy toma de nuevo sus armas y sale al campo libre del tiempo que no se acaba (el suyo) dispuesto a “desfacer un tuerto”, que le compete. Pues no en vano... «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida...» (2ª, LVIII).

Calle Claudio Rodríguez

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(Al paso, 28). Una sencilla calle, no muy lejos de donde pasó los últimos años de su vida, en el madrileño barrio de La Prospe (en el 140 de la calle Santa Hortensia), homenajea al grandísimo poeta y singular persona que fue —en el primer caso, que es— Claudio Rodríguez. Un tramo pequeño pero bien arbolado y aireado, en una esquina de la calle Clara del Rey, con vistas a la Avenida de América, y al pie mismo de las Torres Blancas, que asoman sus platillos voladores por encima del muro. Paso a menudo por aquí, pero el azul de esta víspera primaveral, aunque fría y clara, me ha parecido que ponía el marco adecuado al recuerdo de alguien que hizo de la palabra un canto de lucidez y respeto a la vida, su dolor, su abarcadora ternura, su irrepetible aliento. Claudio Rodríguez nos dejó un puñado de poemas inmortales. En ellos, y en nuestra memoria, sigue vivo.
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Fotos AJR

Cabecera

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Félix Vallotton: Interior. Dormitorio con dos figuras, 1903. Museo del Hermitage, San Petersburgo.
Desde el lecho lo vio todo. Y no lo pudo soportar.
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domingo, 18 de marzo de 2018

Babel (1)

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Joos de Momper II o Frans Franken el Joven: La Torre de Babel, 1564.
Real Museo de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas.
Etemenanki
¿Babel, dices? Me parece que aún no sabes bien dónde te has metido, incauto ZorroAstro.
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sábado, 17 de marzo de 2018

El invisible (i)

No hay texto alternativo automático disponible.
 Salvador Dalí: Carreta fantasma, 1933. Fundación Gala-Dalí, Figueras.
Al llegar al cementerio de las palabras le perdí la pista.
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viernes, 16 de marzo de 2018

Sentidos

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Ventana azul. ©️AJR, 2017.
                                                 ... par un long, immense
                                               et raisonné dérèglement...

                                                                                       A. R.
Oh dulce atontamiento. Los sentidos
que tanto bien nos hacen con sus juegos,
criaturas sensibles, y sus fuegos
y aun con sus alterados y queridos

estados de conciencia... Los sentidos
que tanto nos exaltan, para luego
ir declinando hacia ese punto ciego
donde terminan todos lo sentidos...

Dijo Rimbaud, el vidente, que la vía
de la iluminación era un exacto
«desarreglo de todos los sentidos».

Yo le creí. Mas lo que no sabía
—oído, vista, olfato, gusto, tacto—
es que vivir ya es eso: un sinsentido
.

Tren de tercera

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Honoré Daumier: El vagón de tercera, 1862-1864. Metropolitan Museum, N. Y.
Apenas le separaban unos años de aquellos recuerdos, pero ya eran de otra vida.
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