(Una de las secciones que mantengo en Facebook lleva por título Notas Moderadamente Apocalípticas», expresión que abrevio con la sigla NMA, que curiosamente también podría ser la cifra de No Me Alarmes. El ingenioso oxímoron se lo debo al poeta y artista, en muchos sentidos, José Corredor Matheos, a quien se lo escuché durante la presentación de sus memorias en la Residencia de Estudiantes. Me parece que es una expresión adecuada para nombrar una actitud a la altura de los complicados tiempos que vivimos. Y en la que la «moderación», no nos engañemos, es sobre todo un ejercicio mitad de optimismo, mitad de entusiasmo. Iré recogiendo de cuando en cuando en La Posada estas «inmediateces» nada intempestivas, aunque de formulación inevitable, puede que en más de una ocasión con cierto carácter e intención de conjuro. Las recojo tal cual, corrigendo erratas y errores, y añadiéndoles un titulillo y, ocasionalmente, algún enlace).
(NMA, 👻1).
Cambio climático. Cuando comprendimos que ni las viejas máquinas ni los nuevos robots ni las redes térmicas ni los profundos escondrijos ni las alteraciones mentales serían suficientes para meter al sol en cintura, nos encomendamos al puro desear el azar menos lesivo de una naturaleza que entraba en su fase explosiva, mientras los poderosos calculaban el índice de destrucción irreversible que resultaría aceptable para el próximo ejercicio. 37 grados a la sombra de un 12 de junio.
(12 junio 2017)
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«Cielo en derribo» o «El gran insecto bajo el calor de junio». Foto © AJR, 2017.
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(NMA, 👻 2). Eterna juventud. Vivimos tiempos cronológicamente muy confusos, puede que alterados en muchos aspectos por el cambio climático, cuyos efectos sobre el conjunto de nuestras percepciones sensoriales y sus resonancias propioceptivas aún están por estudiar. De ahí, por ejemplo, el impacto inesperado, a la par qué risible, que te causa el preciso momento en que caes en la cuenta de que la «eterna juventud» en que te querrías instalado no es, en lo absoluto, eterna. Y hace mucho que dejó de ser juventud. (28 junio 2017)
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Cigüeñas de veleta. Linterna de la Basílica del Prado, Talavera. © AJR, 2017. |
(
NMA 2b).
Robot rebelde. Mientras comparto la calurosa noche madrileña con amigos no menos cálidos, me (nos) salta esta alerta (ver enlace). Y no puedo por menos que acordarme de aquel
HAL 9000, el ordenador de
2001, «que nos precedió a todos», y que a estas alturas de la navegación ya se ha convertido en el protomártir de la larga batalla, algo equívoca pero real y crucial, que se ha venido desarrollando desde entonces. Y en la que no siempre es fácil saber, aunque parezca paradójico, de qué lado estamos. Tiempos líquidos, acuciantes, increíbles, complejos. Todo cambia tan de prisa y a la vez con pasos tan pesados y resonantes, que cualquier día de estos puede que amanezcamos abrazados a una forma inédita de felicidad. Y tendrá tus ojos.
(30 julio 2017)
En el laboratorio de investigación de inteligencia artificial de la Universidad Tecnológica de Georgia, un proyecto para crear una inteligencia artificial capaz…
(NMA, 3). La trampa de Tucídides. Ni yihadismo, ni cambio climático, ni crisis económica. Ni siquiera la tontería galopante parece ser la principal amenaza que se cierne sobre nuestro mundo. El verdadero peligro, según uno de los máximo expertos en geopolítica, es «la trampa de Tucídides», la tensión letal que surge del enfrentamiento entre una potencia mundial establecida y otra emergente. El conflicto, dadas las actuales circunstancias, puede acabar convirtiéndose en un «cuento chino», de final incierto tendente a terrible. Si bien consuela saber que podría tener una solución ibérica no descabellada. La verdad es que las razones para el optimismo no cesan de multiplicarse. Por cero, claro. A lo Bart Simpson. En todo caso, un artículo interesante. (7 julio 2017)
El rápido ascenso de Pekín pone en peligro la preponderancia de Washington. La historia nos enseña que en los próximos años el riesgo de una guerra entre ambos será muy real, pero también que hay maneras de evitarla
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(
NMA,
4).
¿Ningún daño? Dice el ministro portavoz del gobierno japonés, Yoshihide Suga, que el misil balístico lanzado por Corea del Norte «no ocasionó ningún daño». Digo yo si le habrá preguntado a la flora y fauna submarina del área del Pacífico donde impactó el proyectil, a las grandes criaturas nadadoras que puedan atravesar esa zona en sus viajes migratorios, o incluso a alguna divinidad tutelar de las aguas, cuya benéfica presencia habrá quedado sin duda estruendosamente puesta entr
e paréntesis. Por no hablar de los ocasionales náufragos —a veces se dan coincidencias mucho más extrañas y aciagas— que tal vez vieran así segados de raíz toda esperanza de rescate. Y ello sin tener en cuenta los posibles daños colaterales: el primero de los cuales es la renovación del terror nuclear que a esta alturas parecía un espectro del pasado y hoy vuelve a encarnarse en un peligro real y hasta inminente. ¿Ningún daño? Según cómo se mire. Más bien múltiples, variopintos y gravísimos, si se mira bien. (30 agosto 2017)