Fútbol es fútbol:
noble impulso geométrico
que le inventa al espacio lugares imposibles
un rectángulo enorme
cruzado por la magia
de una esfera ligera como el alma de un niño
músculos adiestrados para que las neuronas
de la imaginación puedan llegar más ágiles
a idear la parábola del cuerpo luminoso
vieja fascinación de la pelota
que va y viene y va
y siempre vuelve
cargada con las alas del aire
misteriosa
promesa que aún mantiene
su corazón de trapo
por más que sean de oro
y piedras florentinas
los humos que la impulsan
y conserve en su vuelo
el viejo don tribal
de las adormideras
y otras sublimaciones
agua sin trascendencia
rito lúdrico
que siempre sacrifica su corazón al dios
de las inmediaciones
con su pequeña histeria
tan oportuna para
calmar ansias mayores
reducto de la gracia soñada o presentida
pasión que engendra bestias
de carga y desafueros
de forofos cegados
por la bilis solemne
y coartada tan útil
de otras mercaderías
pero al fin juego puro
sueño puro pura imaginación
y deporte sublime
si lo animan la afinada belleza
del espacio bailable sacado de la nada
la ilusión que perdura más allá de sí misma
y esa fuerza de grupo
o espíritu Del Bosque
que prescinde de todas las palabras vacías
para hacer de la calma
y del entendimiento
y hasta de la envidiable carencia de glamour
el método seguro pero provisional
con que llegar al centro de ese azar favorable
en que consiste al fin toda victoria
aunque algunas parezcan
que han sido modeladas
por el sueño de un pueblo
cansado de soñar.
Fútbol es sueño. Y, luego, al despertar,
los dinosaurios, ay, los dinosaurios...
* Esta entrada fue publicada, con el título de PostMundial, el 14 de julio de 2010, a las 22:26, con ocasión del triunfo que la selección española de fútbol, de la mano de Vicente del Bosque, obtuvo en el Mundial de Sudáfrica. Hoy, tras la justa derrota del equipo español frente al italiano y cuando los días del gran entrenador, hombre de probada sensatez y ciudadano ejemplar parecen enfilar un cambio de rumbo, creo que es oportuno rescatarla de los arcones de la Posada. Junto a las lógicas, fundadas y asumibles críticas al papel del entrenador, produce algo más que un profundo malestar el vuelo bajo de algunas bandadas de cuervos que se aprestan a convertir en carroña vomitiva de su propia cosecha lo que quizás no hace mucho era pura coba gratuita. No es nada nuevo, pero causa una gran murria constatar que el vicio de la ingratitud y el don del oportunismo siguen estando tan arraigados entre nosotros.