miércoles, 26 de agosto de 2015

Qué culpa tendrá el tomate...

Que una fiesta tan asquerosa como la Tomatina de Buñol haya alcanzado tanta resonancia internacional y cibernáutica sería por sí sola razón suficiente para poner en tela de juicio la deriva emocional y estética de la especie humana, si no hubiera otras muchas y más graves causas para cargarse de dudas al respecto. Pero hay algo en esta fiesta agosteña especialmente repugnante, más allá de su presunta condición de ritual primitivo o de su valor vagamente ejemplificador de las ceremonias de potlatch, o desafío en el despilfarro, que tan minuciosamente describió, entre otros, el lúcido y extremoso maestro Georges Bataille. Reconozco que puede ser un prejuicio frente al  malestar que me produce la viscosidad, en general, y de forma particular, en su condición pulposa, pero soy incapaz de segregar otra reacción que la del puro asco frente a la mayoría de las imágenes que a estas horas desbordan de jugos tomatinos todas las aceras de la información. La Tomatina de Buñol es una muestra, así me lo parece, del triunfo de cierto instinto muy propio, aunque no exclusivo, de la sensitividad mediterránea: una pulsión tanática, también infantiloide, que sólo se sacia con el ejercicio demorado y recalcitrante de alguna variante más o menos elaborada de la coprofilia, el amor a la mierda.

martes, 25 de agosto de 2015

Mestizaje



El peso decisivo que el mestizaje tiene en la historia humana, tanto desde un punto de vista antropológico general como en terrenos específicos (cultura, arte, deporte...), solo puede ser puesto en duda desde posturas reductoras que, aun esgrimiendo razones diversas, suelen coincidir en su empeño por hacer prevalecer una visión del mundo plegada a ciertos intereses y cuyo común denominador es también el miedo, muchas veces disfrazado de arrogancia.

La invocación de «la pureza de los orígenes» de cualquier cosa, incluso de cualquier tipo de «pureza» (una palabra que para muchos de mi edad tiene connotaciones marcadamente sexuales y represoras), suele esconder, en el mejor de los casos, un ingenuo reclamo de inocencia ahistórica que presupone la existencia de una realidad primigenia situada no sólo más allá del bien y del mal sino antes del tiempo y fuera del espacio. Una falacia.

Frente a esos impulsos, tan genuinos y raciales como, por eso mismo, disparatados, una mirada desprejuiciada hacia la historia pone en primer plano el poder creativo del mestizaje, de la mixtura, del arte combinatorio. A su mediación se lo debemos todo, no sólo en el riguroso orden mendeliano de la genética sino también en el de la comprensión de osadías tan fecundas como, por ejemplo, la búsqueda del desorden racional de los sentidos propugnada por el joven Rimbaud, o la fuerza con que Chagall supo hacer crecer el mundo de su infancia en contacto con las vanguardias de París. Tanto en el plano biológico como en el terreno cultural o artístico, en el principio fue la mezcla.

Una punzada concreta de estas lucubraciones la sentí con claridad hace ya unos años escuchando el disco Os amores libres (1999), de Carlos Núñez. Una obra en la que el artista gallego funde influencias de procedencia diversa, con predominio del flamenco, con la estética atlántica y enxebre de su tradición.

Y de ese disco me sentí aludido de modo personal por la pieza titulada «A orillas del río Sil», que cuenta, con tópicos felices y mezclando aires de rumba con vivos ritmos galaicos, una arromanzada historia de amor entre el norte y el sur, dos de las dimensiones que intento propiciar en mi experiencia buscando la alianza entre una y otra como el que atiende a seducciones de naturaleza distinta y se deja tentar en varias direcciones.

Ya en su anterior trabajo, unas singulares Cantigueiras habían despertado en mi memoria ecos de la fusión entre el bosque umbrío y la llanura mesetaria, los dos paisajes en que transcurrió mi infancia. En esta zambra situada al pie del río que baña la Ribeira Sacra, la mezcla de la gaita y las flautas nórdicas de Carlos Núñez con la voz tan sureña de Carmen Linares consigue situarme frente a un espacio de reconocimiento que a veces visito con la ilusión del que regresa a un hogar muy querido, puede que ilusorio, sin duda irremediable.

(Sólo he podido localizar esta versión, en la que faltan algunos compases al final. Mis disculpas. Procuraré remediarlo en cuanto sea posible.)
Imagen superior: El concierto (1957), de Marc Chagall. Tomada de mycoloredlinks.com





Rescatado de los Arcones de la Posada.
Primera publicación: 14 de enero de 2011, a las 20.00 h.

domingo, 16 de agosto de 2015

Travesía

 

Y en medio del verano, 
                                                 esos días 
                en los que reverbera la sospecha 
                 de que el desierto es la vieja casa. 


sábado, 15 de agosto de 2015

Un chiste animado



Tiempo de vacaciones en los que quizás regresan, con aire burlesco, ciertas experiencias del tiempo escolar. ¿No es verdad que el profe se da cierto aire a un exministro premiado por su torpezas? Lo que hay que ver.

jueves, 13 de agosto de 2015

Lluvia 6x6



Lluvia suave sobre el agua muerta.
Suave sobre el agua muerta lluvia.
Sobre el agua muerta lluvia suave.
El agua suave muerta sobre lluvia.
Agua suave lluvia muerta el sobre.
Muerta lluvia suave sobre el agua.

El agua sobre suave muerta lluvia.
Suave lluvia sobre el agua muerta.
Lluvia suave muerta sobre el agua.
Sobre lluvia suave el agua muerta.
Muerta sobre el agua lluvia suave.
El agua suave sobre lluvia muerta.

Suave sobre lluvia el agua muerta.
Lluvia muerta suave sobre el agua.
El agua sobre suave lluvia muerta.
Muerta suave el agua sobre lluvia.
Suave lluvia muerta sobre el agua.
Sobre suave lluvia el agua muerta.

Suave el agua muerta sobre lluvia.
Sobre suave lluvia muerta el agua.
Lluvia sobre el agua muerta suave.
Muerta el agua sobre suave lluvia.
Muerta sobre lluvia el agua suave.
Suave sobre el agua lluvia muerta.

Suave muerta el agua sobre lluvia.
Muerta suave sobre lluvia el agua.
Lluvia el agua suave sobre muerta.
El agua muerta sobre lluvia suave.
Sobre lluvia suave muerta el agua.
Muerta lluvia sobre el agua suave.

Muerta sobre suave lluvia el agua.
Lluvia muerta sobre el agua suave.
Suave el agua sobre lluvia muerta.
Sobre muerta el agua lluvia suave
Muerta sobre el agua suave lluvia.
El agua muerta sobre suave lluvia.

(Sobre una frase de M. Schwob vía Vila-Matas, fin 7-6)


Fotografía superior tomada de  la web Proyecto Beta.



Rescatado de los Arcones de la Posada.
Primera publicación: 28 de junio de 2011, a las 3,00 h.

martes, 11 de agosto de 2015

Emociones y ausencias de Pixar


Inside Out, la última película de Pixar, que una absurda traducción literal convierte entre nosotros en Del revés (mucho más apropiado parece el título Intensa-mente con el que se distribuye en Hispanoamérica), es una muy brillante historia gráfica descaradamente pedagógica, técnicamente impecable, conceptualmente sin complejos, narrativamente muy bien resuelta y, sobre todo, muy entretenida. Sería, a mi juicio, perfecta, si hubiera incluido entre el mapa de emociones que presenta las que están relacionadas con el descubrimiento decisivo de la mortalidad, uno de los principios organizadores de la psique humana y componente inexcusable en cualquier indagación sobre nuestra condición que realmente desee tocar fondo. Y que, en absoluto, como sabemos por experiencia, es ajena al mundo de los niños. En todo caso, la película es un verdadero disfrute, que les recomiendo. Pero también una obra a la que sin duda le hubiera venido bien incluir algunos «matices emocionales» como los que aborda este corto que dejo proyectándose en la pantalla del cine de verano de la Posada.



domingo, 9 de agosto de 2015

Aquellas pomporrutas imperiales



Este corto de Fernando Colomo fue, muy probablemente, el primer proyecto llevado a buen puerto de lo que después se llamaría la «comedia madrileña». Y es, a todas luces, un claro adelanto, por el tono y por sus actores, de Tigres de papel, el primer largometraje del director y todo un aldabonazo en la gran pantalla de lo que a duras penas comenzaba a ser el posfranquismo. Es poco más que una anécdota llevada con gracia a un punto disparatado, pero en germen contiene buena parte de una etapa brillante de la comedia en nuestro cine, tal vez demasiado pronto naufragada en las aguas pantanosas del automimetismo. Si la memoria no me engaña, vi este corto por primera vez a finales de 1976,  en una sesión del Instituto Francés de Marqués de la Ensenada, donde probablemente se proyectaron otras obras noveles de entonces. Pero no recuerdo ninguna más. Como en la propia historia que aquí se narra, así son los caprichos y las deformaciones de la memoria.