lunes, 9 de marzo de 2015
La belleza que cura
martes, 24 de febrero de 2015
Rosalía, aniversario
Se cumplen hoy años (178, si no hago mal las cuentas) del nacimiento de Rosalía de Castro. Como es sabido, a ella le debe la lengua gallega el inicio de su renacer como lengua de cultura. Un resurgimiento enraizado en la cultura popular y que, a lo largo del último siglo y medio, ha logrado traducirse en una gran riqueza de obras, movimientos y nombres, hasta culminar en un presente brillante en lo literario, pese a que todavía haya que batallar para lograr la plena normalización del uso del gallego y frenar el relativo descenso de hablantes que se ha producido en los últimos años. Hace sólo unos días, las calles de Santiago acogían un clamor popular para reclamar de las autoridades de la Xunta el cumplimiento de sus obligaciones al respecto. Las tantas veces vidriosas cuestiones nacionalistas, siempre en trance de convertirse en una pelea de gallos, en lo relativo a la defensa de la lengua tocan aspectos muy sensibles, cruciales en su razón de ser, y nada parece más justo y razonable que garantizar a los ciudadanos el derecho a conocer y utilizar la forma de nombrar el mundo más cercana a su propia tradición y a sus querencias. Pero, además, no vendría mal que el Gobierno central se preocupara un poco de potenciar la presencia de las lenguas peninsulares en el resto de España, pues son el vehículo del conocimiento y disfrute de una riqueza cultural cuya valoración y difusión adecuadas parece la mejor manera, junto con la justicia económica, de asegurar la cohesión del Estado. Es una lección que, entre otros, ya nos enseñó García Lorca con su especial aprecio de la figura de la escritora y del idioma gallego. Esta Salutación elegíaca a Rosalía, que Amancio Prada interpreta con su habitual cuidado y devoción, es una buena prueba.
miércoles, 18 de febrero de 2015
lunes, 16 de febrero de 2015
Trabes
Hay frases que prefieren seguir vivas
Y lápidas carentes de sentido
Los huesos del poema son elásticos
Pueden sobrevivir a la catástrofe
El poeta se mueve entre dos mundos
Entre dos muros En medio de las aguas
Como Ulysses atado en la cubierta
Sabe que son sirenas engañosas
las que roban su espíritu Descifra
sus infinitos nombres sombreados
Las ama con pasión Clama por ellas
Siente cómo se alejan con su carga
De veneno inmortal y nudos corredizos
Pasa la tempestad La calma extiende
su sombrilla de tópicos amables
Las lápidas arropan a sus muertos
Y hay frases que prefieren seguir vivas
Imagen
Ruinas de la ermita de San Xoán do Cachón, posible primitivo enclave del Mosteiro de Santo Estevo, en Nogueira de Ramuín, Ourense.
En el dintel puede leerse esta inscripción:
«+ CUM DEI ADMINICLO / FRANKILA ABBA CONDIDIT OPUS / ERA DCCCCLVI»
Foto © AJR, 2007.
Rescatado de los Arcones de La Posada.
Primera publicación: 30/07/10 16:50.
Ruinas de la ermita de San Xoán do Cachón, posible primitivo enclave del Mosteiro de Santo Estevo, en Nogueira de Ramuín, Ourense.
En el dintel puede leerse esta inscripción:
«+ CUM DEI ADMINICLO / FRANKILA ABBA CONDIDIT OPUS / ERA DCCCCLVI»
Foto © AJR, 2007.
Rescatado de los Arcones de La Posada.
Primera publicación: 30/07/10 16:50.
domingo, 15 de febrero de 2015
Hoy mismo, acaso ayer, cada mañana
viernes, 13 de febrero de 2015
¿Qué sería de nosotros sin la radio?
Lo de los «Días Mundiales de...» es una milonga que ya parece excesiva, incluso como broma. Pero cuando tienen apellidos como el de hoy (ya casi ayer), Día Mundial de la Radio, a uno le cuesta poco sumarse a la fiesta y aprovechar la efemérides para escribir un post: este. Un post en el que lo único que me gustaría escribir es la misma frase que una vez le mandé a Mara Torres, a la Cadena Ser, cuando ella era la conductora de Hablar por hablar y yo el oyente que muchas noches le enviaba un correo electrónico firmado por Farero, y que ella leía en antena. Un invento que tuvo cierto éxito, y que incluso llegó a contar con una sintonía propia (aún sobrevive en los archivos de la Cadena) y hasta una hora fija, al filo de las 3,33 a.m. Fueron, aquéllas, noches de duro bregar: estábamos actualizando la enciclopedia Espasa en turnos estajanovistas y en lucha contra el reloj, y la compañía cálida de las ondas era una barca segura para surcar la noche y alcanzar las horas altas de la madrugada, muchas veces bastante más allá del amanecer.
La radio es, sin ninguna duda, el medio que más cerca he tenido siempre. Y la verdad es que a estas alturas no soy capaz de pensar en mi vida sin ella. Ahora mismo, está sonando a mi espalda. Así que puedo repetir, con plena consciencia y vigencia total, la frase que una noche le envié a Mara, y que no era otra que la que encabeza estas líneas. Aunque no lo parezca, les aseguro que es mucho más que una pregunta retórica. De Farero, que de cuando en cuando aún sigue acudiendo a su Faro, tal vez hable otro día. En estos vídeos, Mara Torres lo recordaba, al volver a ponerse frente a los micrófonos del Hablar por hablar con motivo del 20º aniversario del programa.
Imagen superior: (c) Paco Farero, 2014, tomada de aquí.
lunes, 9 de febrero de 2015
La danza del torno
Grabado de La fuga de Atalanta, de Michael Maier (1617). |
No recuerdo la primera vez que vi un torno de alfarero. Pero debió de ser muy pronto, que no en vano uno nació en la llamada «Ciudad de la Cerámica». Y muy próximo al colegio Cervantes, del que fui alumno de primaria hasta junio de 1964, estaba el alfar de Ruiz de Luna, el gran renovador del arte del barro noble en Talavera. Lo que no se me olvida es la fascinación inmediata al contemplar su movimiento, tan hipnótico. Y la sorpresa añadida de comprobar que las manos del artesano en verdad estaban llenas de magia y podían modelar y dar vida a cualquier cosa.
Las subidas y bajadas de la pella de barro, su estilización o engrosamiento, con tan sólo presionar el alfarero en uno de sus puntos o disponer los dedos de una u otra forma, el modo milagroso en que iba apareciendo la pieza deseada..., todo era un espectáculo visual de enorme atractivo, una suerte de juego maravilloso.
Pensando en ello, caigo en la cuenta de que el movimiento del torno y el baile de los cables de la electricidad o del telégrafo, observados desde un tren en marcha, son dos experiencias que, a muy temprana edad, probablemente me revelaran la importancia del ritmo. Y la forma especial de belleza que hay en las cosas que se ordenan según su propia música.
En esa deriva, he llegado a pensar que mi temprana afición a las canciones y el gusto posterior por las palabras gobernadas por el ritmo --en suma, mi interés por la literatura y, en concreto, por la poesía--, es probable que tuvieran que ver con esa primera intuición del movimiento pautado y su capacidad de encantamiento.
De no muy distinta naturaleza fueron las revelaciones sorprendentes contenidas en las simetrías de algunos romances --el de las tres cautivas o el de la penitencia del rey don Rodrigo-- o en los recurrentes finales de muchos cuentos, y en especial en las truculentas historias que me contaba la señora Anselma, una anciana amiga de mi madre que pasó muchas horas a mi lado durante mi infancia.
Todo ello componía una danza circular que, gozosamente, estos vídeos me han traído a la memoria, al tiempo que volvía a quedar atrapado en la mágica red de los ritmos geométricos.
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