O la urgente evanescencia (que es como mi particular Pepito Gríllez me está pidiendo que titule este post. Aunque no voy a hacerle caso. O sólo a medias).
Esta mañana ha llegado a mi buzón de boletines el mensaje semanal de los chicos y chicas (me parece que ellas son más) de le cool magazine, una de esas nuevas brújulas de Internet que tan útiles pueden resultarnos para no perder el rumbo ni el tiempo (o, según como se mire, para dilapidar entrambas cosas a la vez). La introducción, que -lo confieso- es casi lo único que suelo leer cada semana, salvo alguna excepción, me parece que refleja bien la sensación de urgente evanescencia que comienza a rodearlo todo en un mundo del que Internet y sus derivas son ya los dueños absolutos, sin que acaso sepamos bien qué significa eso. Y, lo que es peor: sin que tengamos tiempo ni tal vez voluntad de querer saberlo. Por otro lado, con mensajes como éste se refuerza mi decisión de mantenerme al margen, en lo que puedo y al menos como usuario directo, de Facebook, Twitter, Instragram y otras formas de pescar incautos o gente desocupada (lo que no quiere decir que uno no tenga también su propia forma de clamar en el desierto...). Aquí copio el susodicho párrafo. Y con él, la inevitable y también contradictoria sugerencia de visitar un sitio que, por lo demás, tiene una utilidad tan indudable como seguramente ociosa. Así que no se lo pierdan. Ni tampoco el vídeo que cuelgo abajo, con la muy grata sorpresa de Funambulista & Andrés Suárez. La vida que dan las vueltas.
¿Alguien recuerda el momento exacto en el que Internet lo inundó todo? Por más que huyas o te escondas, ahí está: lanzándote silbiditos, recordándote sus múltiples voces. Por no hablar del vértigo cuando por la mañana, aún somnoliento, abres Facebook o Twitter y la sucesión de gritos, comentarios ingeniosos y chistes hipercondensados sobre la actualidad te asaltan como una jauría de perros. No voy a hablar de perros, ni de espadas, ni de ese maldito virus esdrújulo. La verdadera viralidad pertenece a Internet. Y gracias a esa disparatada instantaneidad ahora nos permitimos el lujo de felicitar al triunfante novelista francés. Y ahora sí, nos sacudimos un poco el polvo de las neuronas y te dejamos con un montón de ideas para disfrutar sin contagios ni ciencia ficción.