La Navidad es un viejo estribillo. Tan pegadizo como la cantinela incombustible de los niños de San Ildefonso. Como los anuncios que vuelven a repetirse y vuelven a beber. Como los villancicos, ¡claro!, con ese lúcido, paradójico, estremecedor «no volveremos más» (nosotros, no ellos). Y la alegría por decreto se hace larga, interminable, agotadora, cada vez más insufrible. Y más bien triste... Hasta que alguien te susurra al oído, o te deja en el buzón de recoger
imeils, esta
Bei Mir Bist Du Schöen, la loca canción yidis que te envuelve en su
swing, te hace sentir bien y te lleva a bailar por toda la casa mientras en tu cabeza se proyectan las más divertidas escenas de aquel cine mudo que ahora vuelve a estar tan de moda. ¡Saber que somos hermosos para alguien! No hay mejor estribillo. Si acaso, sólo saber que alguien siente lo mismo. Y volver al refrán. Y a la danza.