lunes, 21 de noviembre de 2011

A pie de urna



Ha estado lloviendo sobre Madrid toda la noche y ya bien entrada la mañana todavía lo hace mansa y continuadamente, y sin embargo las calles de López de Hoyos, Saturnino Calleja y Pradillo están muy animadas. Un bullicio colorista de paraguas e impermeables pone en el ambiente gris una nota de vitalidad. Lo interpreto como un buen síntoma de lo más elemental: la vida sigue y ha amanecido otro de esos días que el tópico y el sentido común definen como «la gran fiesta de la democracia». Lo pienso y el mero hecho de pensarlo me pone de buen humor. Qué le vamos a hacer.

De camino al colegio electoral, nos cruzamos con varios vecinos y conocidos. Inevitablemente, tras el saludo al paso, hacemos cábalas sobre el destino barruntado, a veces sabido, de sus votos. Con toda probabilidad a ellos les ocurrirá lo mismo. Los encuentros fortuitos en las calles del barrio tienen hoy un significado diferente.

El trasiego aumenta a medida que nos vamos acercando a las puertas del colegio electoral, el Padre Poveda, que abre su fachada noble a Alfonso XIII, aunque el acceso es por Luis Larrainza. El ambiente es claramente festivo, mucho más que el de un domingo cualquiera («Y es que  no es un domingo cualquiera», me oigo volver a  decirme).

Veo con sorpresa que hay una gran cola en el centro de la sala de votaciones. ««Que bien», pienso.  «¡Y qué coñazo!», repienso. «Nos va tocar esperar un buen rato». Busco los carteles indicativos de la urna que me corresponde y descubro con alivio que no hay nadie esperando.

En la mesa flanquean a la presidenta por su izquierda los dos maduros (más de 50 y pico), barbados y de aspecto bregado, delegados de PSOE e IU. Por la derecha, dos jóvenes (no más de 25) del PP, uno de ellos con cara de niño y mirada firme, tal vez con un destello desafiante. El contraste me parece, más que significativo, esclarecedor. No sé por qué se me vienen a la cabeza escenas de las asambleas del 15-M en Sol y en la plaza de La Prospe.

La presidenta me pregunta si quiero introducir yo mismo los sobres que ya llevo preparados en la mano.  Le digo que sí, retira de las urnas el papel que tapa las ranuras y deposito el sobre blanco donde los blancos y el sepia donde los suyos. Mirando a izquierda y a derecha, deseo a los miembros de la mesa que la jornada les sea leve. Todos sonríen.

Mientras avanzo hacia la salida paso por delante de la mesa donde están los montones de papeletas de toda las candidaturas. Un niña de unos seis o siete años, al borde por tanto de eso que antes se llamaba «el uso de razón», está cogiendo una papeleta de cada montón y con mucho cuidado, como el que pone a salvo piezas de una colección valiosa, las va introduciendo en una carpeta escolar.
¿Esta la tienes ya? le pregunto mientras le ofrezco una papeleta tomada al azar de uno de los tacos del medio.
A ver, a ver me dice fijándose en el emblema de la parte superior—. Me parece que sí
 Busca entre las que ya lleva guardadas y me enseña una igual. «De verdad contra la crisis», alcanzo a leer en un recuadro de la papeleta. Después sigue su recolección con una diligencia que tal vez anuncie un brillante futuro político..., aunque a mi cabeza acude, sin poder remediarlo, un chiste fácil, : «¿Será la niña de Rajoy?». No me importa confesar que la escena me llena de algo que bien podría definir como orgullo democrático. Nadie es perfecto.

Un poco más adelante, ya cerca de la puerta, un delegado del PSOE monta guardia. Su cara me suena de verle por el barrio y me acerco a preguntarle sus impresiones.
—Con lluvia y todo, está viniendo mucha gente. Más que otras veces me dice.
Y eso será bueno, ¿no? le respondo mientra dirijo una mirada cargada de intención hacia la credencial que cuelga de su pecho.
Me mira con gesto algo desconfiado y después sonríe abiertamente:
No sé si sacaremos la mayoría absoluta, pero ganamos seguro.
Escruto con atención sus ojos pero no advierto en ellos ni un punto de ironía. Me da la impresión de que está hablando en serio. Ahora el que se sonríe antes de enfilar la puerta soy yo.

Después de llevar casi 35 años («piensa, Grogo, piensa») pudiendo ejercer el derecho al voto y ejerciéndolo, y a pesar de todo el agua oscura y casi negra que he y hemos visto correr bajo los puentes de la política y hacia sus albañales, todavía siento una punzada de emoción a la hora de ir  a votar. Supongo que se trata de alguna enfermedad incurable. O tal vez solo de un exceso de memoria... que, como bien es sabido, Funes mediante, también puede llegar a convertirse en un tipo de dolencia sin posible cura.

Por la tarde-noche, después de tener las primeras confirmaciones de hasta qué punto se cumplían los pronósticos, nos fuimos al cine a ver la última de Polanski. Teatro filmado. Al salir, las calles estaban tranquilas y había dejado de llover.
A ver qué coños dice ahora la Prima de Riesgo —oigo que dice alguien de un grupo que camina por la acera de enfrente. Y lo oigo con las mayúsculas puestas y sin segundas intenciones.

Al llegar a casa me entero de la muerte de Javier Pradera. Busco en El país de hoy su artículo, y al leer su título, «Al borde del abismo», siento un estremecimiento que no se calma con la lectura. Es inevitable sentir detrás de cada palabra la presencia de un hombre que habla de un futuro inmediato que intuye que ya no verá. Una gran pérdida.  

Atando cabos al final de la jornada e intentando sobrevolar sobre las ruinas circulares, caigo en la cuenta de que han tenido que pasar casi cuatro años para que por fin se desvele el secreto mejor guardado del nuevo «presidente de todos», tan secreto que ni él mismo podía sospecharlo:  la prima de riesgo es la niña de Rajoy.

viernes, 18 de noviembre de 2011

oHmenaje


Mientras espero a que llegue a El Buscón 
mi ejemplar de Cien mil millones de poemas 
y oigo en la radio comentar 
que ya somos 7.000 millones de humanos, 
dejo correr mis dedos como huéspedes 
que exploraran las salas de una vieja mansión...



No sé si la experiencia dará para un soneto,
mas como veo que tengo ya un par de alejandrinos
y aquí llega el tercero —pardiez, ni el conde Olinos*
se diera tanta maña—, plantaré cara al reto.

El caso es que se anuncia, en un videofolleto*,
que otros Cien mil millones de poemas peregrinos
corren ya por el mundo, fatigando caminos
a lomos de un volumen que troncha su esqueleto.

Qué buena idea —pienso—: darle al verbo otra vuelta
por el bosque animado de la escritura lúdica
con cuyas setas* ¿nunca? ¿nadie? se envenenó…

Así que, amigos, ¡hala!, rimad a pierna suelta
y que ni dios se quede sin su esterilla búdica*
(¡pero que no se entere Queneau*, que no, no, no!)





*Asteriscii hipervincula sunt*
Imagen superior tomada de Ceslava.com.
El amanuense infatigable trabaja aquí.
Animus jocandi
mutatis mutandis

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Aria pulita


Sente l'aria! Non è più pulita?

Se lo oí en televisión, quizás en el Telediario de la 1, a un ciudadano italiano de mediana edad, verboso y gesticulante, y más contento que unas pascuas mientras festejaba en la calle, en medio del general jolgorio, la caída de Berlusconi . No sé si lo transcribo bien. Pero lo que creí entender, y a fin de cuentas lo entendido, me parece una expresión feliz y el mejor resumen de lo que debe de haber supuesto en Italia la caída de tan Nefasto personaje, aunque haya sido tan tardía (¡17 años!) y deje como herencia un país cómplice, exhausto de tanto reír y al borde del precipicio. O quizá ya en el mismo Averno, ese sitio en el que tarde o temprano todos llegaremos... a vernos.

Menos mal que, si el aire vuelve a estar limpio, al menos el pensamiento podrá volar libre.


Imagen: «La cadutta dei Cavaliere» 
Foto AP, tomada de El Sol de México






martes, 15 de noviembre de 2011

El ángel de Berlín


El verdadero ángel de Berlín.
El ser valiente que sostiene con su voz el mundo.
El que hace durar la noche más allá de los muros de la ciudad dormida.
El que es capaz de sujetar el agua entre sus manos.
El ángel de ojos nacidos de la lumbre.
El ángel de todas las miradas que hacen falta para que el día no se desmorone.
Y el ángel de las palabras verdaderas.
Tantos ángeles reunidos en el Ángel.
El viejo Homero sabía bien quién era: lo dejó dicho.
Y cada brizna de silencio que crece cada día no hace más que recordarlo.
Las alas del deseo vuelan sobre Berlín,
como en aquella película de Wenders,
y ya todos los ángeles han dejado de lado sus trompetas.
Ahora son almas, nuestras almas, el murmullo
que nos crece entre la piel y el aire
cada vez que miramos hacia el cielo.


Imágenes 
(Arriba) Columna de la Victoria (Siegessäule)  en el Tiegarten de Berlin © AJR, 2006. 
(Abajo) detalle © Werner Kunz .

domingo, 13 de noviembre de 2011

De Caín a Candeleda



Mientras recorro, una vez más, las hermosas tierras mesetarias siguiendo con el dedo los itinerarios que abren surcos aún visibles en la memoria (¡aquellos 15.000 km recorridos en algunas pocas semanas a principios de los 90 y de los que aún conservo en algún cajón una treintena de viejas casetes con el "trabajo de campo"), sueño con volver a la ruta, andar a la deriva de los caminos y tomarle de nuevo el pulso a lo que queda de la Vieja Castilla, que en estos años ha crecido mucho hacia atrás (Atapuerca), se ha modernizado hasta extremos que tal vez aún no se valoran en lo que valen, y parece instalarse en esa dimensión inestable llamada futuro con los mismos claroscuros que los demás países del país, aunque con mucho más peso del pasado presente en el horizonte. Vieja Castilla a la que tanto debo (¡palabra!), hosca y querida como una abuela orgullosa a la que nunca acabaré de entender del todo, imagen recurrente que alimenta la firme sospecha de que pocas cosas son tan de verdad como la plenitud contagiosa de sus cielos infinitos y sin embargo difícilmente soportables...

En fin, todo esto, potenciado por la melancolía de los primeros días (tan tardíos) de verdadero otoño, no es más que una excusa para dejar constancia de que trabajo en una nueva edición de la Guía Total de Castilla y León, que desde hace más de dos décadas se viene publicando en la colección gris de Anaya Touring. Y que, entre dato y mapa, entre llamadas telefónicas, consultas a Internet, desbrozamientos de tanta información reiterada y pertinaz en los errores, y algunos viajes apresurados, me entretengo en cruzar el vasto territorio en varias direcciones, a vista de Google Earth y con una vara de medir en la mano.

Quede constancia meramente nominal y gepeésica de algunos itinerarios posibles entre los extremos de los cuatro puntos cardinales. Otro día tal vez cuente qué extraños caminos de la memoria y de la realidad pueden llegar a unir nombres tan cargados como los de Caín y Candeleda. Castilla y sus topónimos: una novela aún viva.

De Caín (LE) a Candeleda (AV): 436 km
De Villanueva de la Sierra (ZA) a Beratón (SO): 506 km
De Balouta (LE) a Iruecha (SO): 570 km
De Nave de Mena (BU) a El Payo (SA): 512 km



viernes, 11 de noviembre de 2011

Acrósticos


Todas las noches, a veces ya casi de madrugada, doy un largo paseo con Pancho por las calles de Madrid. Esta noche hemos ido desde López de Hoyos hasta Diego de León por Príncipe de Vergara y vuelta por General Pardiñas y María de Molina, hasta enfilar por Canillas el viejo mundo de Millás. La gran novedad son los cartelones y banderolas que colonizan farolas y paredes, aunque me parece que en mucha menor cantidad que otra veces, con la habitual disputa entre manchas azules y mareas rojas, con rosas y gaviotas a la greña, y solo de vez en cuando alguna voluntariosa rareza que no llega a destacarse en un mundo dividido por dos.

Aunque la mayor parte de nuestro recorrido se adentra en el barrio de Salamanca, yo diría que en el itinerario son mayoría los espacios comprados por el PSOE, y lo cierto es que al poco rato el paseo discurre bajo una suave invasión del lema que figura sobre estas líneas. No tardo en caer en la cuenta de que la lectura visual del mensaje sobre fondo rojo pone de relieve una torpeza o intencionalidad tal, que solo da pie para pensar que:
a) o bien ha sido voluntariamente buscada o
b) después de detectada, ha sido asumida,  pensando que tal vez será posible darle la vuelta y sacarle partido, algo así como lo que hizo Rajoy cuando, en el debate del lunes, se equivocó la primera vez llamando Rodríguez Zapa... a Rubalcaba y después se dio cuenta de que aquello podía ser un hallazgo y lo repitió, ya teatralmente, gustándose, varias veces más.

Es verdad que, en teoría,  hay una tercera posibilidad razonable: «Pero si está bien claro lo que dice el eslogan... ¿no? ¡Deja de buscarle tres pies al gato!» Aunque si se piensa bien, esa opción, que podríamos denominar de una tercera vía ingenua, en el fondo cae claramente del lado de lo torpe.

Pero vayamos al comentario de texto. En el mensaje electoral del PSOE, en su sopa de letras mayúsculas, hay mensajes explícitos que aunque solo sea como mera materia visual sin duda han de actuar sobre la conciencia de los electores, que se supone que antes son, y aunque sea parcamente y en «letras gordas», lectores, mirones al menos. ¿Cómo se le puede pasar a alguien por alto que, leído en vertical, a modo de acróstico, en ese texto salta a la vista un rotundo PPQQ? ¡P P Q Q! ¿Cómo lo ven? ¡¿No es fantástico?!(como diría Punset).

¿Y qué  puede querer decir, que dirá de hecho, aunque sea subliminalmente, ese rotundo  PPQQ, PPcucú, en la mente de quien lo vea?  ¿Se trata de un guiño astuto, en plan juego de niños? O tal vez, y con solo una leve variación fonética (pero casi no visual), ¿deberemos leerlo como PP CoCo, como diciendo qué miedo,  mira quién viene? O más aún, y por alusiones entre dos letras que comparten un cierto aire de familia y un indudable parentesco sonoro, ¿no se estará insinuando un PPKK  PPcaca, de evidente sentido ambarino?   Podrían explorarse más caminos, pero ya me parecen un tanto jacobinos (aunque tal solo sean peregrinos sin más).

Hay también en el mensaje una par de EREs que seguro que no van a pasar inadvertidos a unos cinco millones de españoles, e incluso a varios cientos de miles más a quienes, por desgracia, esas siglas les recordarán que sobre su horizonte se cierne lo indeseable. Claro que siempre cabrá preguntarse si esos ERE no actuarán, en la mente desprovista de prejuicios, de consuno o al alimón (también hay algún OE, OE) con los PPQQ, de modo que las asociaciones acongojantes antes descritas tendrían aquí su prolongación, y el mensaje completo, incluida la parte expresa, dejaría flotando en la mente del votante algo así como un «OjO, fíjate bien, que viene el CoCo y PP CaCa te dará ERE..., a no ser que pelees».

Hay también un REI bien visible, sobre el que no me atrevo a especular, y algunas que otras posibles sugerencias que dejo a la imaginación de quien quiera adentrarse en ellas. Muy llamativo es, también, el enorme POR QUE que parece estar gritando desde el centro mismo de la sopa de letras (hacia el flanco derecho, para ser exactos). Confieso que ese grito me ha conmovido y tal vez decida mi voto.

De momento, en el mensaje del PP no he visto nada raro. Bueno, la verdad es que, aparte de que tengo oído que se basa en la palabra «cambio» (lo que me parece el colmo de la originalidad y hasta puede que tenga un poco de recochineo),  aún no sé nada del lema del partido presunto ganador de estas elecciones en las que, a estas alturas, la incógnita mayor, pero no la única, reside en saber si ganará Mariano o se impondrá Rajoy  (aunque también es cierto que corren tiempos extraordinariamente movedizos).

En fin, que si veo algo raro, o si Pancho me ladra para que me fije en algún detalle, les prometo que vuelvo y se lo cuento.


Tomás Segovia, elogio del corresponsal


Coinciden muchos de quienes lo conocieron y lo trataron en subrayar el carácter algo huraño del poeta Tomás Segovia, que acaba de fallecer en México, su otra patria, pero sin duda la misma, porque es la lengua la verdadera cuna que ennoblece a cualquier poeta. No deja de resultar llamativo que sean «muchos» los que sostienen esa opinión, pues si la sequedad o la intemperancia de carácter o la adustez fueron tan marcadas, difícilmente puede explicarse que «tantos» pudieran dar cuenta  de ello y contarnos, con pormenor mayor o solo tautológico, su trato y conocimiento de alguien que, por lo demás, con asiduidad se exponía a la mirada de todos mediante esa costumbre de escribir en el café que ya va pareciendo cosa de otra época, aunque aún muchos la practiquen y esté viviendo incluso un revival a través de los cibercafés y la movilidad que favorecen los escritorios portátiles y las nuevas   tablillas.

Yo no puedo decir que Tomás Segovia fuera huraño o amable porque de cerca solo lo vi una vez, tal vez hacia mediados de los noventa del siglo pasado, y apenas intercambié con él un saludo en el que casi no me dio tiempo a manifestarle mi reconocimiento de lector y admirador de su obra, en especial de su todavía vigente Anagnórisis, de sus inteligentes ensayos sobre la naturaleza de la poesía, de sus estimulantes sonetos eróticos, sus traducciones... A esos méritos añadiría ahora (entonces aún no era posible) los de su condición de corresponsal privilegiado de Octavio Paz, una circunstancia que no he visto subrayada en ninguna de las varias necrológicas que he leído y que me parece que conviene destacar. Por motivos diversos, al menos dos.

La publicación por el Fondo de Cultura Económica en 2008 de 55 de las cartas que Paz escribió a Segovia entre 1957 y 1985 hizo posible rescatar reflexiones y datos muy valiosos sobre episodios creativos del poeta mexicano, al tiempo que, entre líneas pero con una presencia muy visible, dibujaba el perfil del interlocutor y nos dejaba con el deseo de ver la otra cara de la conversación, es decir las cartas de Segovia que dieron pie a momentos tan luminosos del autor de Piedra de sol. Unas cartas (es sabido que el "dueño"  de la correspondencia es el destinatario) que deben de estar en poder de la Fundación Octavio Paz.

En los dos últimos años, además de seguir puntualmente su blog ahí sigue colgado en su Escaparate, con fecha del pasado 3 de octubre, un largo poema escrito en agosto de 2010 y que ahora cobra el sentido  de un testamento vital, mantuve un breve intercambio de notas con Tomás Segovia (y desde este ángulo sí puedo testimoniar su gran afabilidad y cortesía). En uno de mis escritos, tras un comentario sobre una edición de sus Sonetos votivos, le preguntaé directamente por el asunto de las cartas a Paz. Esta fue, cortipegada de su correo,  la respuesta que me dio:

Querido amigo: En efecto, nunca recibí sus halagüeñas líneas. Yo, ya se lo imaginará, creo que usted tiene razón y que mis sonetos son como usted dice. La errata, por supuesto, es también como usted dice.
     En cuanto a mis cartas a Octavio Paz dudo de que se publiquen algún día. Las tiene la viuda de Octavio y yo no tengo copia. Ella a su vez no tenía copia de las de Octavio que yo tenía. Cuando me las pidió le envié copia y le pedí copia de las mías. Nunca me contestó. Como muchas otras personas, nunca entendí por qué publicó sólo las de Octavio, pero parece que no tiene ninguna intención de publicar las mías, y no sé si de conservarlas.
     Un muy cordial saludo lleno de gratitud - Tomás

¿Llegaremos algún día conocer esas cartas? No es que sean necesarias para seguir leyendo a un poeta y creador que quizás sembró en demasiadas direcciones. Pero es muy probable que en ellas se encuentren argumentos para seguir pensando que Tomás Segovia tiene aún muchas cosas que revelarnos.

Hace poco más de un mes (el 6 de octubre), recibí, supongo que como otros muchos seguidores del blog de Tomás, la noticia del viaje que el poeta emprendía a México para recoger el premio Poetas del Mundo Latino, compartido con Juan Gelman, con detalle del periplo acordado, los actos de homenaje que se celebrarían, las dudas sobre algunos protocolos pendientes, todo ello a través de la carta de uno de los organizadores, carta que Segovia compartía al tiempo que invitaba  a todo el mundo («aunque sea in mente», decía) a estar presente. Como otras veces, me tomé la carta en plan personal y le contesté con estas líneas:

Bueno, lo importante es saber si finalmente serán uno o dos los homenajes. Yo no daría un paso sin despejar ese balón. Bromas aparte, qué buenas noticias. Y me tomo la invitación completamente en serio (también in mente): estaba buscando alguna excusa para organizarme un periplo por Tierra Caliente y esta es una inmejorable coartada.
Enhorabuena, maestro. Qué bien que la justicia (y no solo la poética) sea a veces puntual. 
Alfredo

Sirvan estas palabras y los pequeños testimonios como homenaje de un lector agradecido. Y también como reclamo para que las cartas mencionadas vean la luz. Ojalá que no tardando mucho pudiéramos leer, completo, el testimonio de una amistad que también fue, en sus mejores momentos, un lúcido diálogo y controversia entre dos mentes brillantes, además del reflejo verbal de dos corazones comprometidos con un parecido sentir.