Recibo de la Editorial Demipage, habitual generadora de buenas noticias y de libros de no escaso interés, esta presentación de uno de sus últimas obras, que anuncia ni más ni menos que cien mil millones de poemas. Si la sorpresa ante la cifra se dispara, al saber que se trata de sonetos el asombro alcanza límites no contables. Y más aún al descubrir que la propuesta lúdica incita a la creación de sonetos por parte de los lectores, con lo cual, a poco que la propuesta tenga algún éxito, se van a quedar pequeñas las clásicas comparaciones con las estrellas del cielo o las arenas del mar.
La gracia y claridad del vídeo, incluida su precisión sobre los «alejandrinos de catorce sílabas», me excusan de más comentarios. Me limito a compartirlo, confiado en los nombres que lo avalan y, como digo, en el buen quehacer de una editorial que ha mostrado su habilidad para remover ciertas aguas más o menos estancadas (inolvidables, por ejemplo, aquellas Crónicas del hombre pálido, de Juan Gracia Armendáriz, que cada viernes llegaban puntualmente a mi buzón).
Por lo demás, este libro pone en circulación un juego al que apuesto que no tardará* en sumarse, desde su sepultura de Juvisy-sur-Orge o desde donde sea que se encuentre, el homenajeado y verdadero padre de la idea, el gran patafísico y obsesivo matemático Raymond Queneau (en la foto superior, tomada ahora ya no sé de dónde***). Tiempo al tiempo.
*Curiosamente, cuando anoche, nada más colocar la foto de Queneau que preside este texto, intenté postearlo, el ordenador comenzó a actuar por su cuenta: abandonó el editor de blogger en el que estaba tecleando, cerró una a una las doce o trece páginas de internet que tenía minimizadas y los documentos que tenía abiertos, volvió al escritorio, lo vació de iconos, cerró la sesión, apagó el monitor y, tras una pausa que duró una eternidad, se reinició en un para mí inexplicable proceso de rigurosa vuelta atrás, hasta poner ante mis ojos atónitos la entonces aún más inquietante mirada de Queneau (de momento no he podido volver a localizarla en la red, pero lo seguiré intentando ), y todo ello mientras yo notaba cómo me iba invadiendo un terror espeso y desamparado..., más que nada porque pensaba que se trataba de un virus y no había puesto a buen recaudo una parte importante del trabajo del día. Serían las cuatro de la mañana cuando, tras encender y apagar sin contratiempos el equipo en un par de ocasiones, pude comprobar, aliviado, que todo había sido una falsa alarma (al menos eso espero)... Pero no me atreví a colgar el post, lo que hago ahora, desde otro ordenador, al tiempo que añado esta nota. Tal vez lo que ocurrió fue solo que algún programa de actualización automática de Windows se puso en marcha al dar yo la orden de aceptar para enviar el post... Pero quién sabe... No sé si la experiencia dará para un soneto, pero les aseguro que el susto fue real. Mejor que no se entere Queneau, que no se entere Queneau, que no se entere, que no, que no, que no...
8 comentarios:
Ayer, precisamente, me enteré de la publicación a través de la página de Jordi Doce. No pude resistir la tentación y pedí el libro por internet a la editorial. Ya estoy ansioso por tocarlo y emborracharme de ese número incontable de sonetos. Y, quién sabe, igual hasta nos animamos a aportar nuestro granito de arena. Eso sí, que no se entere Queneau (guiño cómplice).
Un abrazo.
Me ha encantado.
Yo conocí esta idea de una página de internet (y creo que la tendré en algun diskette (¡Ay, los diskettes!) en el año 1 a.d.P.C. (antes de Poesía Com) Creo que incluso lo comentamos en nuestro foro en algún momento. La única diferencia es la de que aquí se incluye una tira en blanco donde dar rienda suelta a la propia creatividad.
La idea original de Queneau, aunque también es una combinación de elementos, creo que va un poco más allá, lo cual no quita mérito a lo de este ingenioso librito.
Yo sigo siendo apasionado de la ciencia ficción en buen cine o bien escrita. Entre mi hermano y yo teníamos varias colecciones completas (que mi hermano vendió por apuros económicos). Viene esto a colación (es que es casi la hora de eso) del post anterior sobre Eva, que ardo en deseos de ver.
Por cierto, inquietante y maravilloso relato el de tu ordenador autónomo, digno de un capítulo de Cuarto Milénio :-).
Aunque ya te he devuelto el saludo donde la Penumbra, aprovecho aquí para mandarte este abrazo MMMnnMMM plas plas plas fuerte.
Gracias, Antonio. Yo me lo tomaría en pequeñas diócesis, no vaya a producirnos un subidón métrico..., con algo más que décimas de fiebre (lo cual, tratándose de sonetos, hasta podría ser grave). Un abrazo.
Gracias, Olga. No sé si tu comentario se refiere al libro o a la entrada. Quiero presumir (sic) que a ambos, y me alegro mucho.
Gracias, Manolotel, es siempre un gran placer volvernos a encontrar por estos y aquellos rincones (y no tardaré en andar los caminos...). También a mi me suena que en los foros diversos de poesia.com, y especialmente en el inolvidable de sonetos, Queneau, los del Oulipo, Perec y otros hijos de Dada y el surrealismo salieron a relucir varias veces, y en concreto esos miles de millones de versos, que en el fondo me parece que era una forma de poner en práctica, de forma lúdica pero también comprometida con la búsqueda de nuevos caminos para el arte, algunos de los presupuestos mallarmeanos... El tema daría para una tertulia. No sé si este proyecto de Demipage retoma todos aquellos intereses, supongo que se queda más en lo divertido: habrá que verlo.
Lo de la ciencia ficción daría para otro parlamento: me alegra conocer esta coincidencia de gustos, también fui lector del género, aunque no compulsivo, y en los últimos años solo sigo en el cine, por lo general con gran satisfacción... Nos vemos (= leemos). Un abrazo grande.
Cuando leí sus Ejercicios de estilo, me quedé a cuadros. Durante años fue una referencia inevitable.
Besos
Sin duda, Virgi, un libro que de mucho (j/f)uego. Un beso, amiga.
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