jueves, 8 de octubre de 2009

Inferos


«Al fin hemos llegado», dice Caronte.


No hay razón para hacer

del descenso al infierno

una tragedia.


Las grandes frases que nos acunaron

allá, entre los vivos,

son ahora el verde pasto

que rumían

los hijos del agobio

y los heraldos negros.


No se está mal aquí.

La luz siempre regresa

por el mismo lugar del horizonte.

Y a veces llueve.


Y dice un condenado:

«He de inventar mi propia historia.

He de encontrar

las huellas que conducen

al centro de los círculos concéntricos,

desde el que acaso fui

y aún no ha nacido

hasta el que vive en mí

y no me recuerda.

He de decirme la verdad:

no hay otra vida.»


Imagen: La barca de Caronte © Eric Martín Contreras.

Publicada con permiso del autor.


miércoles, 7 de octubre de 2009

Bucle

La famosa foto los muestra ahí, de pie y fugaces, en el Patio de Reyes del Real Monasterio, caminando frente a la granítica y enrejada pared de la zona monacal a la que dicen «La Siberia», pues apenas le da el sol en todo el año. Quien la probó lo sabe. El artista fotógrafo, con paleta cromática de espesa materia apropiada para el papel cuché, podría firmar con un expresivo Van de Boda, de flamencas sugerencias y en franca concordancia con el espacio artístico y la ocasión. Ahora parece claro que la interminable Correa (Gürtel) en realidad es un Bucle: todo está contenido en la misma espiral, en la misma ceremonia, que es por sí sola un símbolo elocuente, quién sabe si también delincuente, de una forma de hacer. Qué recorrido arduo para llegar al lugar ya sabido. A ese lugar de los nombres de vocales abiertas. No sólo nombres de personas concretas y más o menos próximas. También la onomatopeya de la estupefacción: aaaaah!

martes, 29 de septiembre de 2009

El timo Blair


Los tiempos políticos giran tan deprisa, deprisa que quizás ya nadie se acuerde de aquella época en la que el laborista Tony Blair, surgido en el Reino Unido que había sido amoldado a imagen y semejanza de la señora Thatcher (otro animal casi prehistórico), fue considerado como la gran esperanza de lo que entonces se llamó la tercera vía: una suerte de camino intermedio entre el socialismo imposible y el liberalismo impenitente, que fue recibido como la acuñación británica de la socialdemocracia con la difícil tarea de reconstruir la sociedad del bienestar sacrificada por la Dama de Hierro en aras de la reconversión industrial. 

Blair consiguió dar el pego durante algunos años y suscitó no pocas esperanzas, aunque también, desde muy pronto, tuvo la facultad de causar profundas irritaciones entre quienes, en apariencia al menos, podrían considerarse como sus aliados naturales. Tal es el caso del por entonces ministro Bono, peculiar político socialista al que las camáras sorprendieron en su escaño dedicándole un sonoro epíteto con con todo afecto. 

Blair quizás tuviera su máximo momento de gloria en la gestión política que hizo de la muerte de Diana de Gales, trágico episodio durante el que, tal como reflejó con bastante exactitud la película The Queen, logró sacar a la Corona británica de su secular ensimismamiento e hizo reaccionar a la reina Isabel frente al peligro de lo que podría haber sido una desafección popular de incalculables consecuencias... Pero ese crédito no tardó en dilapidarlo y lo destruyó por completo, probablemente, cuando,  en marzo de 2003 y junto con el presidente español José María Aznar, decidió apoyar al presidente George Bush Jr en su ataque a Irák, bajo la excusa de unas nunca encontradas (ni existentes) armas de destrucciòn masiva.


En la imagen, Tony Blair durante su conferencia en las Jornadas sobre Sostenibilidad y Automóvil organizadas por la Fundación Barreiroe, en 2008.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Otro mediterráneo (Javier Mas)


Foto © www.HardyJackson.de

Junto al placer de escuchar en directo a Leonard Cohen, otro de los gozos del concierto de la noche del pasado día 12 en el Palacio de Deportes de Madrid fue el descubrimiento, para mí, de un gran intérprete de instrumentos de cuerda (desde la guitarra de doce a la bandurria o el laúd): un mediterráneo llamado Javier Mas o Xavi Mas, como he podido comprobar que también se le llama en ámbitos musicales donde es bien conocido y comparado con los mejores del género.

Y con toda justicia. Porque la pericia y el arte que Mas despliega acompañando a Cohen no sólo son los responsables de que la música del poeta canadiense alcance una luminosidad (justamente, un acento mediterráneo) muy especial, sino que algunos de los momentos más vivos del concierto hay que apuntarlos a su forma de dialogar con la voz del artista, así como a varios solos (el que introduce Who by fire, por ejemplo) verdaderamente prodigiosos.

Bien conocido por una trayectoria musical en compañía de grandes nombres, este guitarrista zaragozano afincado en Barcelona («from Barcelona, Jávier Mas», fueron las palabras de presentación de Cohen, que se quitó ante él el sombrero, literalmente, varias veces) es uno de esos artistas un poco o completamente ocultos bajo el peso estelar de las figuras que encabezan el cartel y que, sin embargo, emergen por sí solos a poco que se preste atención.

Dejo aquí, como prueba, los enlaces a dos vídeos que he podido localizar en Youtube (hay muchos más). Uno de ellos corresponde a la mencionada introducción de Who by fire durante el concierto de Nimes (agosto de 2008) [quien se quede con cierta sensación interrupta puede escuchar la canción completa, 8:48 minutos, en este vídeo correspondiente al concierto de Estambul]. El segundo es una grabación de una televisión finesa en la que Mas acompaña a otra de las voces inolvidables de la gira de Cohen (de vital importancia, además, en la trayectoria del artista canadiense desde hace ya algunos años), Sarah Robinson.

Supongo que para muchos no descubro nada. Pero no quería dejar pasar esta oportunidad de compartir el hallazgo de este mediterráneo, ya digo, por el que habrá que seguir navegando.


sábado, 1 de agosto de 2009

Vacaciones

Paisaje irlandés. Imagen tomada de enlamaleta.es

Cine de medianoche


Cada vez me gusta más el cine. «En el cine», como decía la sugerencia publicitaria ideada para combatir el creciente éxodo de espectadores de las salas. Pero también a través de ese invento genial que es el deuvedé, a cuyo reclamo se multiplican las ediciones especiales de películas, con todo tipo de apéndices y subrayados. Los deuvedés han venido a confirmar que, si el séptimo arte ha sido muchas veces una variante de la literatura (también hay un camino de vuelta), la semejanza llega ahora al extremo de hacer del soporte fílmico un pariente cercano del libro impreso.

Y es que la posibilidad de pasar las páginas de una película como si fueran las secuencias de un libro, de volver a leer lo ya visto para atrapar un detalle sugerente o para recrearse en una conjunción de música e imágenes particularmente feliz –por no hablar de la opción de tener al director en el salón comentándonos su obra– son delicias técnicas que acentúan los rasgos interactivos del cine hasta acercarlo a la absoluta versatilidad de los volúmenes impresos, sin duda la tecnología cultural más perfecta y manejable de la historia.

Hace poco descubrí que en el semisótano de la Posada existía una pequeña sala de proyección online. Allí estaba, olvidaba al fondo de un pasillo, con su cabina de proyección minúscula y todos sus artilugios a punto, si bien un poco cubiertos de polvo. He creído oportuno rescatar el lugar y, tras adecentarlo convenientemente, ponerlo a disposición de huéspedes y visitantes. Así que aquí va la primera minisesión continúa de Cine de medianoche (¡ay aquellas sesiones de cine de verano!) compuesta por dos piezas que considero notables.

Aprovechando que, mecidos por los nostálgicos cabezazos de Jesús Hermida, acabamos de conmemorar el 40º aniversario de la llegada del hombre a la Luna, me ha parecido oportuno dedicar esta sesión inaugural al género de la ciencia ficción.

La primera peli se titula El ataque de los robots de Nebulosa-5 (2008). Es un corto sorprendente y multipremiado de Chema García-Ibarra, uno de los valores emergentes del novísimo cine español. La voz en off que narra la historia, muy cercana a la de algunos personajes de la factoría manchega de «Muchachada Nui», posee tal amplitud de registros dramáticos que por sí sola es capaz de sostener un relato de apariencia cómica... pero intensamente trágico.



La segunda de la sesión tiene que ver con un auténtico clásico, probablemente la película que más veces he visto: 2001, una odisea del espacio (1968), una de las obras maestras de Stanley Kubrick y madre de todas las sagas e inventos galácticos, incluida la propia Estación Espacial Internacional, que no parece más que una réplica de las soberbias maquetas creadas para el filme. Lo que aquí se proyecta, claro está, no es la propia película sino un interesante resumen comentado, Kubrick2001, la odisea del espacio explicada, un documental de cariz divulgativo muy bien realizado y con pistas útiles para disfrutar más la todavía viva y polémica obra.

Confío en que la sesión sea de vuestro agrado.


Imagen superior tomada de First Impression Theme Theatres.

viernes, 24 de julio de 2009

Canícula

Encina en día de transición. © Cercoluna.

Beatus (Bayal) ivre!


Aparte de la siesta, el chapuzón o seguir el Tour, una de las mejores formas de combatir la canícula es leer. Así que movido por varias recomendaciones, casi todas de fiar, me sumerjo en las páginas de El espíritu áspero (Tusquets), la última y voluminosa novela del escritor Gonzalo Hidalgo Bayal, elogiado con palabras mayores por el maestro Sánchez Ferlosio y al que algunos (Reig) llaman «el Nabokov extremeño». ¡Con un par (de lolitas)!

Nada más empezar la lectura, mientras suenan latines, se parodian salmoldias, crece un humor de haches aspiradas y los parágrafos adquieren una desenvoltura clásica que me gana de largo, la primera revelación se produce con la aparición temprana del «Beatus ivre», el bien urdido ardid del manuscrito encontrado, con su nombre mitad de barco pirata a la deriva, mitad de bucólico chalecito a las afueras. «¡No ‘odas! –me digo plagiador y también con áspero espíritu–, esa expresión se me tenía que haber ocurrido a mí*. ¡Poner juntos a Horacio, fray Luis y Rimbaud con solo dos palabras! ¡Qué destello!»

En ese preciso instante, en el ameno parquecillo donde leo (al pie mismo de la Posada) hace su entrada un gran bulldog que mira con belfos complacidos a Pancho, mi perro, sentado a mis pies con esa postura que tanto lo asemeja a las representaciones más elegantes de Anubis (y no es fervor de dueño: el dueño, en realidad, es él). Los dos canes se miran y hasta parece que intercambian un leve gesto de reconocimiento y respeto mutuo, pese a sus envergaduras claramente disímiles.

De una forma extraña (síntoma solo) siento que algo empieza a anudarse. Y a desatarse. Como si se cumpliera de verdad, ajeno a los sudores escolares, el inicio aquel del libro segundo de Virgilio (Conticuere omnes…), quedo atrapado en la magia de una voz. Intuyo que se avecinan grandes emociones. Hondos pozos de gozo. Fuegos solares y juegos aéreos al estilo de «Ama la rata morir o matar al ama» (que ya es amor... y duda de ida y vuelta). Ya veremos.

Hacía tiempo que no sentía tantas ganas de quedarme a vivir en un libro, el único impulso, por otro lado, que siento como irrefrenable en mis cada vez más medidos tratos con la ficción libresca. Continuará…


* Me consuelo (y ya se sabe lo que dice el dicho) pensando que lo de Litœral (fechado el 3 del mes en curso) que acabo de ver en el precioso cofre de GHB, se me escurrió antes de las manos y del teclado (el 2 de junio próximo pasado), en mudo homenaje a César Vallejo y así quedó colgado en un ventanal de la Posada con amplias vistas al mar. La mera co/incidencia (claro) aumenta mi entusiasmo.