(Al filo de los días). Una tarde íntima y cordial, y envuelta en las sombras que a su paso dejan las palabras, fue la que pudimos vivir ayer 8 del mes en curso (noviembre 24) en la Librería Rafael Alberti, de Madrid (España), con lleno de los que dejan huella y con el habitual buen hacer de Lola Larumbe y su magnífico equipo. La poeta rumana Ana Blandiana, de regreso de los fastos de Oviedo y de nuevo introducida por la sabia mano de Jordi Doce, leyó —susurró o salmodió serían términos más precisos— algunos de sus poemas, y no solo de los dos últimos títulos publicados por Visor, con los que se completa la edición de su obra poética en nuestra lengua.
Como saben sus cada vez más numerosos lectores, es la suya una poesía de muy delicada imaginería que trata de cercar y adentrarse en la realidad nombrada mediante una danza o vuelo en círculos concéntricos (a la manera de Rilke), hasta ir dibujando con trazos muy sugerentes y poderosos en su aparente sencillez una “niebla luminosa”, como podría decir algunos de los atentísimos oyentes (Javier Lostalé, entre ellos), transmutados los tales como en sí mismos la escucha los iba confirmando y reunidos en un silencio cómplice como en torno a una hoguera. Y algo más relajados cuando llegaba la traslación a un sentido más comprensible, pero no más hondo, en la versión castellana de Viorica Patea, que puso la voz y la presencia, y Natalia Carbajosa.
Fue toda una experiencia poética y musical (sensorial), incluso cuando el posible diálogo de cercanía y confidencia que Jordi Doce dibujó con discreta y admirable tenacidad quedara algo deshilvanado, como envuelto también él en una de esas ráfagas atmosféricas que a veces vemos pasar con asombro y pesadumbre.
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