(En voz alta). Estuvimos el pasado sábado 12 en el teatro Bellas Artes viendo A vueltas con Lorca, la singular puerta de acceso al universo lorquiano que el actor Carmelo Gómez viene abriendo desde hace tres años en diversos escenarios y que durante los sábados de febrero recalará en Madrid. En compañía del pianista Mikhail Studyonov y bajo la dirección de Emi Ekai, coautora con el propio Carmelo del guion de la obra, la función —le conviene más ese nombre que el de ‘espectáculo’— es mucho más que una lectura dramatizada de un puñado de poemas lorquianos, como a simple vista pudiera parecer.
De hecho, siendo el universo lorquiano —o, en concreto, algunas de sus claves más populares— la materia de la que se nutre la obra, lo que de verdad resulta novedoso es el singular enfoque discursivo con que el actor presenta su abordaje a la nave lorquiana y el peculiar modo de hacerlo. Se basa en una limpísima estética, delineada a partir de algunos de los dibujos y objetos naives —la luna, un caballo de cartón, una maleta, una camiseta de marinero…— claramente asociables a la poética lorquiana y puesta en escena mediante el hilo conductor de una amena y cómplice charla que salva por completo todo peligro de “cuarta pared” frente al público y acentúa la veracidad de los poemas, sin más retórica que la ya contenida en ellos.
En la atmósfera de inmediatez e incluso improvisación que ese discurso dramático propicia, muy notable y convincente resulta la inserción de la obra de Lorca en la tradición del teatro clásico español —un mundo que también se asocia a la carrera del actor— y la gradación de algunas anécdotas muy relevantes que, además de aligerar por contraste el vuelo simbólico de la obra, son también muy útiles para subrayar la inmensa humanidad del poeta y el carácter cercano y universal de su arte.
El equilibrado y suavemente humorístico diálogo con el pianista, además de poner la banda sonora, subraya la sensualidad musical de la poesía de Lorca y crea momentos de gran intensidad. Todo fluye y confluye en un suave pero evidente crescendo emocional que queda flotando en el ánimo de los espectadores y subraya la evidencia de haber asistido a un verdadero acto de amor hacia uno de nuestros más grandes poetas. Si tienen ocasión, no lo dejen pasar.
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