Vuelve la grúa a indicarme,
por si se me había olvidado,
el lugar donde se esconden
mis deseos insensatos.
Que de los otros no tengo,
no porque estén agotados,
sino porque nunca supe
desear sin su contrario.
El cielo lo ampara todo:
bajo su azul impertérrito,
la luz siempre es un milagro.
Cuando levanto los ojos,
veo en las nubes el tiempo
que me mira y va pasando.
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