©Javier Zabala, 2014. |
A la realidad no hay por dónde cogerla, es inaprensible. Entre otras cosas, porque estamos inmersos en ella, somos parte de ella, nos rodea por todas partes. Y no puede haber nada más inútil que el intento de salvarse de un hundimiento tirando de la propia cabellera, si es el caso y uno conserva algo de la osadía del barón aquel. Pero por algún sitio hay que empezar. Cada día. Hacerlo in media res no es sólo un buen método, narrativamente hablando, y de eficacia probada, sino que tal vez sea el único modo posible. Aunque la capacidad humana para actuar como si no nos diéramos cuenta está tan enraizada en nuestras costumbres, que incluso podemos sopesar la posibilidad de que realmente no nos demos cuenta. Casi seguro que es por eso, y por buena educación, por lo que suspendemos o aplazamos la perplejidad en que nos sume a menudo el trato con el mundo. Y día a día sobrevivimos a esa extrañeza, tan cautivadora. Casi tanto como el uso abusivo del plural, nada mayestático y sí muy egotista, pues seguramente lo único que subraya es nuestra radical incapacidad para estar solos.
(Tiempo contado, lunes, 8 feb 2016, 11:55 am)
Ilustración de Javier Zabala para Las aventuras del barón Münchausen, de Nórdica Libros. Publicada con permiso del autor.
2 comentarios:
No estoy tan seguro de que esa extrañeza a la que nos empeñamos en sobrevivir sea cautivadora. Sólo sé que la realidad es cada día más rara, o tal vez menos real, menos parecida a lo que en algún momento hemos identificado como realidad. Quizá sea la edad o,tal vez,que nunca antes había pensado que la realidad pudiera ser otra cosa. Inquietante texto, amigo; abre numerosas e inciertas posibilidades. Y una contradicción: somos efectivamente incapaces de estar solos, pero, al final, la soledad es nuestra esencia, el manantial del que bebemos.
Gracias, Navajo, celebro tu sintonía (y agradezco mucho la atención). La extrañeza, además de un número cuántico que sirve para cifrar uno de los "sabores" de los quarks (véase el término en wikipedia), es hija o nieta de la curiosidad y hermana o prima de la perplejidad. El grado de parentesco entre las actitudes no siempre es fácil de establecer, depende del tipo de familia en que estemos pensando. En cuanto a lo de que sea o no «cautivadora», supongo que interpretas con un valor claramente positivo este estado. Pero no olvides que el cautivo, además de seducido y hasta estupefacto, también está privado de libertad, o sea que... Las marcas con las que las palabras resuenan en nuestro interior no son unívocas, de ahí la riqueza pero también las dificultades de comunicación que expoerimentamos a menudo. Y, quizás también, el sindiós semántico que gobierna nuestro mundo. Pero coartadas verbales aparte, incluido un discutible por más que deseable sentido del humor (el negro también vale), lo cierto es que comparto lo que tal vez podríamos llamar cierta «desazón en sazón». Y también la reflexión que haces al final sobre la soledad, a la que ahora que lo pienso, podríamos ponerla en mayúscula y dedicarle, con toda propiedad y alguna variante, la vieja copla: «Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio: contigo porque me abrumas y sin ti porque me pierdo...». Pero es un manantial, sin duda. Y lo importante es que no deje de manar.
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