¿IRÁ RATO...? ¡TARARÍ!
(AJR: 3, 13; Palíndromos ilustrados, XLI)
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Sostiene Juan Filloy, gran maestro del arte palindrómico y uno de los que más agudamente y con mayor énfasis ha reflexionado sobre sus cualidades, que la rara condición de las frases capicúas es de tal naturaleza que «en ninguna [otra] parte... se conjugan tan bien la existencia y la coexistencia». Y añade, en un tono que tal vez no hubiera desagradado a Borges, y que a nosotros acaso nos sirva para asimilar la dosis creciente de asombro e ira inmóvil que "sucesos" como el de Rato nos inyectan: «Tómese cualquier frase palindrómica. Literal, conceptualmente, posee una entidad lógica indiscutible. Mas, en esa posesión coexiste otra entidad idéntica oculta, que parece que no existe. Tal [es] el milagro privativo de la palindromía. ¡Único de absoluta unicidad! En la falacia del espejo "parece" convivir lo que existe y no existe. Parece: porque el reflejo no es más que imagen, elemento exterior, no vida: sólo en la taumaturgia de la palindromía es posible discernir, en la misma identidad literal, la singularidad ortográfica y conceptual. [...] La palindromía revela el misterio de la doble personalidad inserta en una». (
Karcino, Tratado de palindromía, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2005).
6 comentarios:
Aquí sí podríamos decir aquello de que "un palíndromo (como éste) vale más que mil palabras". Muy buena reflexión, Alfredo.
Un abrazo.
Yo creo que Tararí, Alfredo... que la cosa se resolverá entre amigos. Pero el palíndromo está muy bien buscado, muy bien hallado.
Interesantes disquisiciones palindrómicas, amigo posadero, pero de momento, y como diría la muy expeditiva Reina de Corazones, que le corten la cabeza.
Gracias, Antonio. Estuve tratando de completar la pregunta y ver dónde podría ir Rato a pasar el ídem, pero no hubo respuesta. Abrazo.
Eso, tararí, me parece a mí también, Paco. Y, por lo que se ve, lo mismo opina el albur del bumerán. O sea, que parece claro. Gracias.
No caerá esa guillotina, Navajo. En cuanto a las disquisiciones, son de Filloy, el maestro secreto de Cortázar. Tal vez otro día teclee otras cuantas.
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