viernes, 10 de abril de 2015
El primer estriptís emitido en TVE
Entre los 50 anuncios televisivos que la Asociación Española de Anuciantes ha seleccionado para celebrar sus 50 años de vida figura el que puede verse sobre estas líneas. Corresponde al año 1959, sólo tres años después de que la televisión debutara en España. Así que, con toda probabilidad, se trata del primer, y durante décadas único, estriptís emitido en TVE, la televisión que durante todo el franquismo fue la única existente.
La pieza tiene el sello característico de los fundacionales Estudios Moro, la gran factoría española creadora de publicidad y de personajes como los de la familia Telerín o la calabaza Ruperta, entre otros varios que colonizaron nuestras miradas infantiles o ya adolescentes. Su principal impulsor, José Luis Moro, falleció el pasado mes de enero.
De este delicioso espot es fácil destacar algunos referentes cinematográficos bien visibles, como el agujero del principio, que tanto recuerda a la madriguera de Jerry, el ratón que siempre lograba burlarse del gato Tom. O, y sobre todo, el sensual desenguantamiento de Rita Hayworth en Gilda, la película que la censura convirtió en un imborrable mito erótico para toda una generación, poniendo de relieve que, en general, las prohibiciones ligadas al deseo solo sirven para avivarlo. Sobre esa célebre escena se llegó a afirmar que, tras quitarse el guante, la actriz se desprendía de todo lo demás...
¿Cómo se le pudo colar esta joya del erotismo y la insinuación a la férrea censura de la época? Resulta raro que, además de la evidente referencia sexual citada, los censores no se sintieran alarmados ante la metáfora carcelaria del gallinero, la cresta enhiesta y probablemente roja de los gallos, los aplausos anónimos ante el despelote... Por no hablar de las sibilinas referencias zoofílicas, un tipo de alusiones que rara vez escapaban a las aguas turbulentas de los habituales pantanos pecaminosos con que los censores torturaban su conciencia (y, de paso, avivaban nuestra imaginación). Puede que todo se diera por bien empleado, ante el castigo final de la cazuela que le espera a la gallina, no sólo por gallina sino por... fina.
Visto y disfrutado ahora, además de por todos sus valores artísticos y arqueológicos, el anuncio bien puede considerarse como una lograda ilustración del caldo de cultivo en que se forjó nuestra sensibilidad.
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4 comentarios:
¡Vaya recuerdos casposos que me trae la fina gallina! Supongo que el anuncio debió de estar años en activo, porque no me suena que en el 59 yo estuviera en condiciones de apreciar un buen caldo de pechuga. No te quepa la menor duda de que el triste final cazuelero de la desvergonzada influyó en la permisividad de la censura. En aquellos años aciagos sólo una buena muerte podía redimir a las pecadoras: que se lo pregunten a Sarita Montiel, la gran gallina nacional de la época.
Pero, caspa memorial aparte, es un dibujo animado de extraordinaria modernidad, ¿no crees? Un digno antecedente del mejor Disney y hasta de Pixar.
No recordaba el anuncio hasta que he comenzado a verlo. Hay que reconocer que bueno, es bueno. Y sobre la censura, pues, quién sabe, igual es que el caldo le gustaba a los censores e hicieron la vista gorda, ¿no?
Un abrazo.
Es una posible explicación, Antonio, la cortada de la gula, ja, ja. Otro abrazo.
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