Durante unos intensos días del pasado mes de agosto volví a recorrer la región, de este a oeste y de norte a sur, y pude comprobar que, bajo el dédalo de autopistas y autovías notablemente ampliado o mejorado, mantiene sin grandes cambios sus principales alicientes. Los signos de modernidad son perceptibles, además de en algunas localidades, en el tradicional ambiente de las bodegas, una de las grandes novedades de los últimos años, y que ha dado pie al desarrollo del llamado enoturismo, con el vino y la gastronomía como principal argumento viajero. Aunque es cierto que, como en el resto del país, la crisis de los últimos años ha dejado huellas visibles en la comunidad riojana, no lo es menos que sus principales atractivos, tanto paisajísticos como monumentales y, sin ningún género de dudas, gastronómicos, siguen siendo muy poderosos. La aspiración de esta guía, todavía impresa pero ya muy atenta a las nuevas formas y tecnologías viajeras, es la de convertirse en una herramienta útil para comprobarlo. Transcribo a continuación el prólogo que he escrito para la nueva edición.
Siete viajes al país
de los siete ríos
La Rioja es la comunidad autónoma más pequeña de la España
peninsular: solo ocupa el uno por ciento del territorio. Sin embargo, su
espacio geográfico es muy rico y variado, en gran parte debido a los siete ríos
que configuran otros tantos valles. Ya solo los nombres de estos cursos
fluviales (Oja, Tirón, Najerilla, Iregua, Leza, Cidacos y Alhama) cifran
sugerencias que bien pudieran convertirse en poderosos argumentos viajeros. Todos
ellos, además, son afluentes del gran padre Ebro, cuyos profundos meandros dibujan
los perfiles fronterizos de la comunidad respecto a las tierras castellanas,
vascas, navarras y aragonesas.
Seguir el curso de un río tal vez sea la metáfora más
perfecta del viaje. En el caso de La Rioja, no sería difícil organizar un
recorrido completo y ordenado por la comunidad guiándonos por esos siete ríos.
Aunque naturalmente implicaría idas y venidas por itinerarios poco prácticos
para los usos viajeros actuales. Pero, si no pegados de forma estricta a esos
siete trayectos fluviales, sí podemos resumir los principales atractivos que la
comunidad riojana ofrece al viajero de hoy identificando siete viajes posibles,
cada uno guiado por un argumento bien preciso.
Es inevitable comenzar por el viaje al reino del vino, sin duda lo primero que se nos viene a la
cabeza con solo oír el nombre de una región que ha convertido el fruto de sus
viñedos en su mayor signo de identidad y de reconocimiento en todo el mundo. El Ebro bien puede ser el guía de un
recorrido que, desde Haro y Briones hasta Calahorra y Alfaro pasando por
Logroño, nos permitirá visitar un sinfín de bodegas. Muchas de ellas han sido renovadas
con una apuesta tan firme por la modernidad, que incluso parecen naves
espaciales recién aterrizadas sobre los viejos campos de labor.
El propio Ebro y el Najerilla dan pie para el viaje al corazón del Camino. Hablamos,
claro está, de la ruta jacobea. Y es que la principal vía de peregrinación a
Compostela tiene en la Rioja estaciones tan principales como Navarrete, la
propia capital, Nájera y, sobre todo, Santo Domingo de la Calzada, patria del
gran constructor de puentes, caminos y hospitales. Un desvío de esta ruta,
imprescindible por su valor simbólico y por su encanto paisajístico, es el que
nos acerca al Monasterio de Valvanera, en pleno corazón de la serranía.
Desde Valvanera es fácil derivar hacia otro recorrido que la
Rioja nos propone: el viaje a la cuna de
la lengua. Tiene su epicentro en los monasterios de San Millán de la
Cogolla, declarados Patrimonio de la Humanidad. Tanto en el fundacional de
Suso, donde el monje Berceo comenzó a utilizar con soltura y gracia el «román
paladino en el qual suele el pueblo fablar a su vecino», como en el Monasterio de
Yuso, en el que se rinde tributo a los orígenes de la lengua castellana y se
impulsa su estudio, son numerosos los placeres viajeros que ofrece una singular
unión de cultura, arte y filología. Y todo ello en el sensitivo entorno del
valle del río Cárdenas (afluente, por cierto, del Najerilla), frente a paisajes
sobre los que parece estar flotando el mismo aire que inspiró una nueva forma
de nombrar el mundo.
Una cuarta propuesta, de la que pueden ser guía adecuada los
cursos del Iregua y el Leza, es el viaje
a la tradición. Admite rumbos muy diversos, pero no nos equivocaremos si lo
centramos en el recorrido de los dos Cameros, viejas tierras de trashumancia y
de oficios ya extinguidos que ahora buscan, y con cierto éxito, nuevos impulsos
de la mano del turismo rural y el disfrute de sus paisajes privilegiados. Es
una senda que ya han recorrido poblaciones como Ezcaray, uniendo naturaleza,
deporte, tradición y gastronomía.
Y ya que surge esta última palabra, no podemos olvidar que
todo recorrido por La Rioja acaba siendo, tarde o temprano, una ruta del buen
yantar. Las posibilidades en este apartado son muchas, pero las más peculiares
y suculentas son las que dan pie para realizar un viaje a la verdura. Lo podemos situar en las bajas tierras que
riega el Cidacos, en torno a Calahorra, donde no en vano se ha inaugurado un
museo que tiene este mismo cometido.
Con su evidente herencia romana, Calahorra es un buen punto
de partida para llevar a cabo un intenso, imprescindible, viaje a la historia. Numerosas son las posibles etapas del mismo a
través de una zona llena de nombres como Clavijo, Sajazarra o Viguera, pero no
hay duda de que ha de tener uno de sus principales hitos en Nájera, antigua
corte y panteón de los reyes de Pamplona.
Y, por último, más allá de la historia, el viaje a la prehistoria. El Cidacos,
junto con el Alhama, su afluente el
Linares y el tramo medio del Leza, reúnen en su entorno el conjunto de
yacimientos de huellas fósiles y otros rastros de dinosaurios más importante de
Europa. Cornago, Enciso e Igea son las poblaciones de referencia de este séptimo
y definitivo viaje al Cretácico, que
se ha convertido en uno de los grandes reclamos de la zona. Es, además, un
adecuado colofón para comprender que todo viaje (ese río que nos lleva) es siempre una suma de sensaciones, de
emociones, de imágenes y de imaginación.
Alfredo J Ramos © Grupo Anaya, 2015.
Alfredo J Ramos © Grupo Anaya, 2015.
Alfredo J. Ramos © Grupo Anaya, 2015
4 comentarios:
Gran noticia, Alfredo. Si ya la anterior era una buena compañera de viaje, esta parece superarse en tal tarea.
Habrá que pensar en algún viaje para testarla debidamente. (Guiño cómplice)
Y un fuerte abrazo.
Veo que no paras: hace poco (o quizá no tan poco) fue la de Castilla y León. Va a ser cosa de aprovechar tus sabias recomendaciones y volver a la zona, que hace años no visito. Como algo anecdótico recuerdo el “misterio” de la cuesta de Peciña, donde los automóviles suben cuesta arriba en punto muerto, aunque en realidad se trata de una pendiente, imposible de apreciar visualmente por las características del terreno. A lo mejor también influyen en el engaño óptico las visitas bodegueras.
Gracias, Antonio. La Rioja siemore es un buen destino . Y está en mitad de todas partes. Otro abrazo.
Gracias, Navajo, no hay más remedio que seguir al pie del teclado y del volante, aunque estos son de los trabajos más placenteros. En cuanto a lo de la famosa cuesta de Peciña (una curiosidad no mencionada en el libro, aunque reconozco que merecería alguna línea), yo no descartaría, junto al efecto visual y topográfico y las alegrías bodegueras, la influencia de la cercana ermita de Santa María de la Piscina, ella misma envuelta en algún misterio y muchas fantasmagorías templarias. No sé si Iker se ha ocupado del asunto, es probable que sí. Conocí, no hace mucho (bueno, de hecho fue mi casero) a un tío de Julio Iglesias que estaba vinculado, por vía matrimonial (y nobiliaria), al lugar, y me refirió algunas cosas que darían pie para algunas parrafadas divertidas. Que, además, ya se va haciendo necesaria. A ver si amaina Wert.
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