Cartel de La balada del Narayama (1983), película de Shohei Imamura. |
Oh,
la muerte es esa puerta
que siempre está entornada,
el caminito blanco
que conduce a la cumbre.
Oh,
la gran luna de julio
que todo lo ilumina:
fósforos en los campos
sembrados. Y en mis venas.
Oh, la mujer anciana
conoce su destino
y, valiente, lo acepta.
Oh, siempre son los huesos
la última frontera.
¿Y la cárcel del alma?
El viento no responde:
sólo sopla.
2 comentarios:
Hermosa película. Preciso el dibujo de esta versión de música y palabras. No obstante, no tengo demasiado claro ese oh que abre cada estrofa (salvo el cierre final, claro).
Abrazos bajo el fuego.
Gracias, Antonio. Confiemos en que el fuego vaya cediendo, aunque aún tardará (me temo). Y en cuanto a esos «Oh(es)», salieron así desde el principio: quizás como una marca (puede que innecesaria: retórica que señala la retórica) del asombro provocado por el mero hecho de decir. No sé. Llamémoslo extrañeza (y, en ese sentido al menos, parece que funciona). Abrazos a distancia (por la calor, digo).
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