Gustav Klimt, El beso, 1907-1908. Belvedere, Viena. |
Hacia la eternidad, solo la música
de los cuerpos fundidos.
Y el dios de las alturas
llora desconsolado su abandono,
su falta de materia.
Porque los ve surgiendo
por la carne al espacio,
dando razón de ser
a todo lo visible y lo invisible.
(De El sol de medianoche, 1988)
*** Para mis amigos Antonio y Carmen, entonces y ahora.
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